Un hombre solo
Cuando tanto ahora, en el período electoral, todos los partidos hablan del paro y su forma de solucionarlo, en la Renfe es todo lo contrario, fomentar las horas extraordinarias y hacer al personal trabajar hasta veinticuatro horas seguidas -con su correspondiente día de descanso-. Conozco bien la ruta de Madrid-Ávila, y en las estaciones que figuran como apeaderos o apartaderos (ejemplo: Pitis, Las Matas, Torrelodones, Peñascales, La Navata, Las Zorreras, Zarzalejo, Robledo, Santa María, Las Navas, Navalperal, etcétera), estaciones por las que circulan hasta casi cien trenes diarios en ambas direcciones, el factor titulado, conocido por nosotros como jefe de estación, permanece en servicio, completamente solo, desde las tres de la tarde hasta las ocho de la mañana del día siguiente, que entra a prestar servicio el mozo de estación o guardaagujas, que a las tres de la tarde se va a casa hasta las ocho de la mañana del siguiente día. Desde las tres de la tarde, el jefe de estación debe hacer solo todos los servicios que se le presenten, como despachar billetes, atender a los teléfonos para las distintas llamadas de conocimiento de llegadas o salidas de trenes, recibir y despachar a éstos, incidencias en los correspondientes libros, preocupación del cambio de agujas, si ha de retener en vía muerta algún tren, para dar paso a otros de velocidades superiores, etcétera. Incluso se ha dado el caso de, en los cortes de luz, tener que salir con el farolillo hasta los discos para ordenar los movimientos, todo esto con los riesgos de, al estar solo, el cansancio, una imprevista enfermedad e incluso atracos, pues no hay nadie que le defienda. Son muchas e interminables horas, especialmente las nocturnas, para que un hombre, en cometido tan delicado, esté solo.
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