Psicología social en los desastres colectivos
Las situaciones de emergencia y los desastres colectivos han existido en todas las épocas, pero en los momentos actuales existe una mayor exigencia de seguridad personal y un fallo en el sistema produce un escalofrío de impotencia y una reacción emocional y crítica ya sea justificadamente o para liberar tensiones acumuladas en otras áreas de la sociedad. Lo que parece cierto es que las situaciones de emergencia deben ser atacadas con medios técnicos con la finalidad de reducir al mínimo sus dolorosos efectos.
Ni la búsqueda de responsabilidades y causas simplificadas, ni el reconocimiento de la valiosa colaboración ciudadana, ni el relato didáctico de los gestos altruistas, están orientados a reducir al máximo los desastrosos efectos de una catástrofe. En algunos países existen con uno u otro nombre "centros de investigación de desastres", puesto que se ha llegado a reconocer que la intervención ante uno de estos casos exige un análisis minucioso de numerosos comportamientos. ¿A qué se debe esta fría actitud tecnológica frente a situaciones sociales tan dolorosas?.En la medida en que las sociedades actuales desarrollan medios nuevos y más complejos de organización y de servicios públicos, aumenta también el riesgo de que se produzcan situaciones de emergencia y fenómenos de desastre colectivos. La tecnología social, en todos sus aspectos, aumenta la dependencia entre los individuos, de forma que el fracaso en unos elementos determinados puede tener repercusiones de gran alcance en colectividades humanas.
Condiciones más seguras
Es indudable que las condiciones de vida son mucho más seguras que en el pasado, pero es necesario aceptar el hecho de que cuando se produce un fallo la probabilidad de desastre es mucho mayor. Intoxicaciones colectivas, epidemias, accidentes en los transportes, incendios en lugares públicos, tensiones políticas de alto riesgo y otras muchas situaciones de emergencia social son fenómenos posibles a los que hay que enfrentarse con medios adecuados y del mismo nivel de complejidad que las causas que los producen.
Por supuesto que los desastres colectivos son más variados y diversos de lo que desgraciadamente sería deseable. Sin embargo, existen características y rasgos comúnes que permiten el desarrollo de mecanismos de control y el entrenamiento de especialistas para reducir en buena medida los efectos destructivos de la situación.
En primer lugar, desde hace cierto tiempo existen ya instrumentos psicológicos bastante adecuados para el diagnóstico del equilibrio funcional de un individuo de cuyas reacciones oportunas depende la seguridad de una colectividad; no es suficiente con un exámen cada cierto tiempo, sino una vigilancia continuada del estado operativo durante el desempeño funcional. Esta tecnología tiene su desarrollo más conocido en el control realizado sobre astronautas durante vuelos espaciales.
Por otro lado, es bien sabido que la tensión, el miedo o el pánico de la conducta colectiva produce con frecuencia efectos más desastrosos que la catástrofe por sí sola. Es muy dificil pedir que mantengan la calma y actúen inteligentemente, cuando un conjunto de personas se enfrentan a un riesgo máximo. Sin embargo, se pueden estudiar este: tipo de situaciones, aislar una serie de factores y actuar sobre ellos.
Las situaciones de emergencia colectiva producen una sensación de control insuficiente sobre el ambiente, provocando el deseo de aumentar el espacio físico o psicológico con la finalidad de adquirir más control sobre el ambiente y evitar así obstáculos reales o figurados; cuando se fracasa en aumentar este espacio, la sensación de pánico será más intensa y más difícil de dominar. Especialistas entrenados en este tipo de situaciones pueden canalizar y reducir eficazmente estas reacciones de emergencia.
La ayuda externa, la intervención de los servicios de auxilio, parece un comportamiento sencillo y de sentido común, del mismo modo que se espera que los espectadores casuales intervengan automáticamente. Sin embargo, no ocurre así; el proceso de intervención es muy complicado, y los retrasos y, distorsiones que se producen en cada etapa tienen consecuencias fatales.
Por supuesto que con frecuencia se realiza espontáneamente todo el proceso, pero es evidente que no se puede confiar a la suerte. Es necesario que existan programas de intervención complejos y detallados ante la posibilidad de riesgo de una catástrofe, así como técnicos adecuados para ajustar y modificar aspectos en los momentos oportunos.
En definitiva, los desastres colectivos y las situaciones de emergencia social son un caso típico donde no es suficiente prevenir, ni tampoco responsabilizar.
También es necesario aplicar una tecnología social que puede reducir al mínimo la aparente sensación de impotencia, disminuir los efectos destructivos y mantener una serenidad colectiva muy necesaria para realizar decisiones en otras áreas de la vida social.
es catedrático de Psicología Social en la Universidad de Valencia.
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