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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pesimismo

Lorenzaccio es una obra de 1833, escrita después de la gran revolución teatral del Hernani de Victor Hugo; no se estrenó -por larga, difícil, farragosa; y por censura -hasta 1896, casi medio siglo después de la muerte de su autor (1857).Hubo ya una audacia de interpretación: el papel del joven atormentado y libre lo hizo una mujer Sarah Bernhardt. Es la justificación histórica de que ahora lo haga otra mujer, Victoria Vera. En 1952 la obra se refrescó: fue uno de los hitos de la gran campaña de Jean Vilar por la renovación del teatro.

Se sabe la fascinación que los nombres de, la posguerra francesa ejercieron sobre los españoles (y Lorenzaccio viene ahora a sumarse en la cartelera de Madrid a La Salvaje de Anouilh y el Calígula de Camus, que aún de fechas distintas pertenecen a todo ese movimiento), y en los años sesenta se intentó en España, en una versión (abreviada, pero excelente) de Rodriguez Buded.

Lorenzaccio, de Alfredo de Musset, versión de Ignacio Amestoy

Intérpretes: la compañía de Victoria Vera. Decorado y figurines, Pedro Moreno. Música de Tomás Marco. Dirección de Antonio Corencia. Estreno, Centro Cultural de la Villa de Madrid, 22 de octubre.

También es abreviada y excelente la versión de Ignacio Amestoy que se da ahora: la excelencia es mayor en el texto, en el castellano, que en la abreviatura, de la que la obra puede salir por una parte confusa en cuanto al relato histórico, por otra demasiado cargada sobre el estamento aristocrático y despegada de la intervención popular que parecía interesarle a Musset. Las intenciones de la obra original, que Musset escribió muy adherido a su tiempo, a los problemas de su actualidad, se ha ido perdiendo en el largo tránsito.

Lo que queda aquí ahora es un cierto desencanto, una cierta desconfianza en que ni siquiera la muerte del tirano sirva para cambiar las cosas; el mecanismo del "atado y bien atado" que se configura con el hecho de que el mismo actor con su mismo atuendo represente al asesinado y a su sucesor.

Lorenzaccio fue siempre una obra pesimista, aunque se haya in tentado a veces atenuar ese pesi mismo: la versión de Amestoy lo acentúa, y la dirección de Corencia lo subraya. Son actitudes líci tas en la revisión de los clásicos, y parecen corresponder con una determinada visión de nuestra actualidad.

No todo queda claro en esta representación. El compendio obligatorio lo dificulta; sobre todo si al compendiar no se reduce el número de personajes, sino que se llena con ellos el escenario, dejandoles a veces congelados, obligandoles otras a entradas y salidas tumultuarias y realizadas sin ningún entusiasmo.

Confusión

La necesidad de mantener un solo decorado se suma a esa confusión y obliga a movimientos falsos de los personajes para simular una traslación en el espacio y en el tiempo que no están suficientemente resueltas.La acción se carga en el personaje principal, en el héroe-antihéroe, en la patética figura de Lorenzaccio. Victoria Vera tiene dificultades para encarnarlo. Tiene delante de sí un excelente camino de actriz, pero no de actor. El quizá inútil esfuerzo de virilizar su voz la resta atención para la composición del personaje. Tampoco tiene todavía la experiencia y, la cantidad de arte y oficio necesario para un personaje de esa envergadura.

Los otros personajes están tratados en un plano demasiado secundario, demasiado a su servicio y aunque entre ellos haya actores con categoría escénica acreditado -como Carlos Ballesteros o Maruchi Fresno, por ejemplo- se desdibujan.

El conjunto del espectáculo tiene a veces momentos brillantes, un cierto calor de espectáculo (con figurines acertados, a veces demasiado audaces) y una posibilidad de tránsito de los grandes temas escritos por Musset. En la representación del sábado por la tarde hubo un abundante público que aplaudió con vigor a todos.

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