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Tribuna
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Habitación 706

"¿Pero tú te crees que yo tengo algún síndrome de Allende?" Y es cierto que no lo tiene, y vuelves a recapacitaren el don de la credibilidad con que los hados han deparado al caballo socialista. Es creído por las multitudes que le aclaman en los mítines y por las personas individuales que le interrogan en su autobús. Acaso su misterio sea el de la esfinge: que como carece de él resulta inexplicable. Pero tienes que acabar por creerle aun cuando sólo sea acarreando los materiales más pobres de la psicología periodística: este es un hombre que siempre dice lo mismo. Tanto cuando le escuchas en sus mítines como en las ruedas de Prensa y, según los allegados, no varía gran cosa en las ejecutivas del partido.Cuando parpadean los intermitentes del bus electoral de cabeza, se para la comitiva en una autopista, suben al bus de la prensa Felipe, Julio Feo y un par de escoltas, la marabunta informativa afila las mandíbulas, propones que el contacto sea off the record y se te acepta. Se retiran las jirafas de los micrófonos de la tele, se cierran los magnetófonos y se guardan los blocks de bolsillo. Bueno, pues Felipe sólo aporta diferencialmente variaciones de vocabulario. Sigue diciendo lo mismo. Y esto no es un reproche. Lo escribo con admiración intelectual y moral hacia uno de los pocos políticos españoles que siempre dicen aquello que están pensando. Este hombre podrá ocultar información, pero es caracteriológicamente incapaz de mentir. Y por eso a todos los que le seguimos puede parecernos monótono a fuer de ser sincero.

Bronca con la Prensa

Llega a Soria con retraso y a un cine donde no cabe la gente, por problemas administrativos que han impedido que el partido socialista encontrara un aforo mayor. El líder viene roto y casi con el barro en la ropa. Bronca tremebunda a la prensa que, a su juicio, no supo entender su viaje al Levante anegado y que, colateralmente, magnificó los rumores golpistas. Luego, en el autobús, admite que no se debe aparcar a su comitiva periodística dejándola tirada en Calahorra, sin más explicaciones. "Entiendo muy bien que es un derecho ciudadano el de que la prensa informe de todos los pasos de un candidato electoral. Pero, ante las noticias de las inundaciones de Valencia, he querido ir allí para estar con la gente que sufre sin cobrar a cambio entrevistas con la prensa. Allí he marchado por solidaridad humana, no para hacer campaña de nada. No existe otra razón por la que yo haya interrumpido mi gira electoral".

Pese al encabronamiento mutuo entre el candidato y la prensa, sabes que todo lo que te cuenta es cierto. Ramón Rubial arrojó sobre Julio Feo, manager de esta campaña, una de las mayores broncas de su vida, cuando supo que el caballo socialista cambiaba el esfuerzo de Euskadi por el dolor del sureste. Se subió a las avionetas prohibidas (mueve a reflexión la lista de líderes políticos accidentados y muertos en los últimos meses a bordo de aparatos privados) y, conduciendo personalmente un auto alquilado, por entre el barro ha llegado -sin periodistas- hasta el alcalde de un pueblecito murciano ("de nosotros nadie escribe, pero ahí tengo dos cadáveres en el depósito y la ruina en el poblado"). Regresan agotados del periplo de las aguas y te devuelven los discursos en campo abierto de Azaña prestados por una edición mexicana de Juan Marichal. Felipe los lleva en la maleta en edición rústica del año 1936. ("Pero es otra cosa, otra época; sólo cabe rescatar su tono ético".)

"No ocurre nada preocupante"

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Después, en el piso séptimo de un hotel, en su habitación obligadamente desordenada, y molestando al alcalde de Zaragoza y otros compañeros partidarios, Felipe, fresco pese a su última paliza, almuerza parcamente una sopa, un filete, y se vuelve a irritar:

-Ya está bien de obsesiones golpistas. Tengo los contactos imprescindibles con el aparato del Estado como para saber que no está ocurriendo nada auténticamente preocupante. Y, por lo demás, hace meses, años, que he pedido dar dos conferencias en el CESEDEN (Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional) y aún estoy esperando a que me autoricen para contarles a los militares españoles un par de cosas. Primero, que qué es esa historia de la disolución de la unidad de España con un Gobierno PSOE. Todas esas siglas que han surgido por el centro y la derecha no van a sacar un diputado por las nacionalidades históricas. Pero somos nosotros los socialistas quienes podemos garantizar un proyecto de Estado. Y ya me contarán, en segundo lugar, cuántos tenientes y capitanes son accionistas privilegiados de la empresa privada. No creo que sea precisamente el Ejército quien no entienda la política social de mi partido.

El Gobierno desapareció

-Pero las elecciones, la campaña, ¿no le parecen inanes, ante un voto ya decidido de antemano?

-Lo que ha ocurrido es que el Gobierno desapareció. Ahora está, todavía, colocando gente en alguna diputación en algún cargo más o menos importante, pero ha desaparecido como referente de campaña y hay un trasvase de votos hacia la derecha y otro hacia la izquierda que ya estaba claro antes. Lo que se ha ido clarificando en esta campaña ha sido ese trasvase de votos hacia la derecha. Al final se ha conseguido en un esfuerzo conjunto la polarización del voto de las derechas en torno a Alianza Popular, a más de que a eso hay que sumar los elementos que dentro del Gobierno ya han estado trabajando por eso. Por ejemplo, el caso de Robles Piquer, cuya fidelidad al Gobierno, digan lo que digan, no me puedo creer y cuya fidelidad a la operación Fraga me parece que es total.

-Bueno, peor ha sido lo de Oscar Alzaga, ¿no?

-Pues me puede doler más lo de Oscar, porque yo sé, que pese, a todo es un demócrata. Pero el otro, para qué nos vamos a engañar, es simplemente el cuñado de su propio jefe.

-¿No ha incidido el PSOE en la disolución acelerada de la derecha racional española?

-No. Porque en la disolución de las Cámaras hecha por Calvo Sotelo de prematura no hay nada. Ellos pensaban llevarlo a diciembre o a enero. Recuerdo una frase de Abril Martorell, entrando yo en la moncloa ("esto podernos llevárnoslo a junio") e insistían en que necesitaban siete meses para recomponer el partido. Yo le dije a Calvo Sotelo y a Landelino, en el mes de julio, que yo no había perdido la confianza en la UCD pero que empezaba a pensar que esa confianza la habían perdido ellos. Y me parece que no me equivoque en nada porque ya no sé si Calvo Sotelo quiere que gane la Unión del Centro Democrático.

-¿Pero a usted no le parece extraño que aquí se cumpla por primera vez un precedente histórico como es el de que un Gobierno de derechas no ya pierda tinas elecciones, sino que se haga el haraquiri políticamente, y prácticamente se disuelva como partido?

"Hubo una oferta por escrito a UCD"

-El Gobierno estaba en estado de disolución. Y Calvo Sotelo, cuando tomó la decisión de disolver las Cámaras, yo pienso que se encontraba en el más absoluto nihilismo. Y esto lo digo con todo respeto. Yo creo que cerró el paso a una posibilidad de centro alternativo que podía ser representado por Adolfo Suárez. Después de las elecciones de Andalucía yo le ad vertí a Calvo Sotelo lo que podía ocurrir y le dije muy claramente que al PSOE y al país no le iba a sorprender el hecho de tinas elecciones anticipadas. El sabía que desde el mes de junio el comité federal del PSOE ya estaba elaborando las listas electorales. Y aún más, yo le ofrecí a primeros de marzo un acuerdo político entre el Gobierno y la oposición para completar decisiones económicas y administrativas para que pudiéramos entre todos llevar las elecciones con tranquilidad hasta 1983. Y completar tranquilamente la legislatura. Bueno, pues lo único que le interesó fue ese supuesto triunfo político de meternos en la OTAN.

-¿Pero esa oferta de colaboración llegó a algo más?

Habitación 706

-Hay una oferta escrita que algún día publicaremos cuando pase esta movida. Hubo un momento en la reciente historia política española en que a Calvo Sotelo le dijimos: "Ni vosotros ni nosotros podemos ser capaces de responder adecuadamente a la crisis económica y política, a las amenazas contra la democracia que está sufriendo este país: en definitiva, a la crisis generalizada. Los socialistas ofrecemos un Gobierno dispuesto a impulsar esto con doscientos y pico parlamentarios". Y se nos dijo que no, que eso, que esas medidas lo único que harían sería favorecer electoralmente al PSOE.-¿No se os puede acusar de haber destruido al centro y ahora tener que ayudar a recomponerlo?

-Todo lo contrario, el gran error del centro, su gran torpeza desde el 23 de febrero para acá, ha sido el no admitir aquella posibilidad histórica que tuvieron de gobernar con la oposición; en cambio, nosotros siempre admitimos y defendimos esa aparente contradicción que tanto se nos ha reprochado de apoyar al Gobierno. Siempre estuvimos dispuestos -pese a todo lo que se nos ha echado en cara-, a apoyar en una serie de materias que nosotros entendemos como asuntos de Estado al Gobierno establecido. Nunca se nos podrá acusar de falta de responsabilidad en estos aspectos.

-¿De alguna forma eso implica alguna responsabilidad en el gobiemo del Estado?

-Eso es lo que le permite ahora a Fraga decir esa tontería de que hemos estado gobernando. Han sido ellos los que han estado gobemando -ahí están los José Luis Alvarez, los Ricardo de la Cierva-; y no sólo gobernando, sino formando parte activa del Gobierno y hasta destruyendo ese Gobierno. Ese es el drama interno de la UCD, aun más que su propia incapacidad política.

-¿Acaso no había una mayor voluntad política de cambio con el propio Adolfo Suárez?

-Mucho más, sin duda; porque existía en Adolfo Suárez una voluntad política de elefante. Suárez, pese a sus lagunas, y gracias a su terrible pasión y voluntad política de acero, es capaz de hacer transformaciones de Estado, aunque en el sentido ampuloso de la palabra no sea precisamente un estadista.

-¿Y acaso el PSOE en los últimos años no ha contribuido a la destrucción del centro?

-Nunca hemos contribuido a la destrucción del centro político de este país. A mí me hubiera encantado que 38 millones de españoles hubieran podido ver por el ojo de una cerradura la cantidad de veces que he estado sentado en la Moncloa con Suárez y sus ministros hasta las tres de la madrugada, discutiendo, por ejemplo, hasta una huelga de controladores aéreos. Esa hipótesis de que nosotros hemos contribuido a la destrucción del centro sólo puede ser alimentada a cuenta de que yo hice una moción de censura únicamente utilizando todo aquello que el país pensaba contra aquel Gobierno.

"Estamos en una tarea de Estado"_

Lo que me parece más intelectualmente importante de su campaña, un auténtico hallazgo, es su oferta de un pacto entre el PSOE y la sociedad.

-Ya sé que hay mucha gente que va a votar al PSOE sin ser del partido. Que ha luchado por las libertades democráticas y que debe trabajar, y que quiere trabajar en este país aun desde posturas no partidarias. Se lo he dicho a nuestros militantes: que no deben tener un entendimiento patrimonial de nuestro partido. Estamos en una tarea de Estado que tiene que marcar a la mayoría de los ciudadanos que quieren un país moderno y para todos, sin exclusiones de ningún tipo. Soy consciente de que se puede producir algún tipo de soberbia moral entre algunos cuadros del PSOE, pero le aseguro a usted que vamos a incorporar al proyecto del Estado a todos los ciudadanos que puedan colaborar con honestidad a hacer un país mejor.

Y Felipe se desespera -sinceramente- cuando algún número de las fuerzas de Orden Público de los que le rodean inquiere sobre si los socialistas van a retirarles el plus de seguridad en el País Vasco. Este hombre, por lo demás, tiene el suficiente sentido del Estado no ya para no hacer ningún daño a las fuerzas de Orden Público -por ejemplo, la Guardia Civil, que alberga grandes dudas respecto al triunfo socialista-, sino para mejorarlas, dotarlas mejor y acabar con las dudas que pueda tener la sociedad hacia las miras de sus fusiles.

Y el candidato, apenas sin almorzar -por lo demás, ni siquiera come-, se marcha a Huesca. Ayer, por su viaje a las zonas inundadas, tuvo que suspender este mitin. En la noche, en Zaragoza, las viejas palabras olvidadas de la solidaridad entre las gentes. Yo me limito a dar fe de que, en privado, este candidato cree en el futuro del país y en la posibilidad de que este Estado adquiera responsabilidad hacia dentro y hacia fuera. Es un hombre extraño, que cree en las gentes a las que dirige su palabra y todavía tiene moral como para lanzarnos a todos ese "¡Arriba los corazones!". Acabo esta crónica escuchando por la ventana del hotel una traca zaragozana que festeja el cambio que se avecina. Vamos todos a cambiar para mejor y para mayor alegría. ¿El golpe? Como dice Felipe, este asunto preocupa más en el autobús que en el resto de la sociedad. La barrida del PSOE sólo va a garantizar mayor unidad en este país y ese sentido ético que el candidato vende por toda España: que podemos ser más serios y mejores. Si la guerra sucia electoral acaba -ya hasta en las universidades (en la de Comillas) se les cuenta a los alumnos el drama de un Gobierno socialista-, entenderemos todos el último afán de esta campaña, su grito constante: que este país tiene derecho a la esperanza. Todos los que seguimos al candidato podemos asegurar que se encuentra tranquilo, pletórico de salud -pese al derrumbe físico de quienes le siguen- e intelectualmente dispuesto para que todos podamos poner en nuestras causas los entusiasmos de Bethoveen. Más el entusiasmo añadido de que aquí nadie ve al caballo dispuesto a hacer ninguna revolución. El resto es lo que vende el líder socialista: "¡Arriba los corazones!". "¡Este puede ser un gran país!".

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