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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El programa electoral del PNV

EL PROGRAMA electoral del Partido Nacionalista Vasco representa el meritorio intento de abarcar, de una parte, los problemas generales que incumben a las Cortes Generales y, de otra, las cuestiones específicas de la comunidad autónoma del País Vasco. Fundado en 1895, dos décadas después de que la abolición foral y el inicio de la industrialización vizcaína (con la consiguiente llegada masiva de trabajadores inmigrantes) hicieran entrar en crisis a la sociedad vasca tradicional, el PNV ha vivido siempre, en ocasiones de manera dramática, la tensión entre los ineludibles requerimientos planteados por la unidad estatal española y la tentación de recluirse de manera exclusiva en los problemas del País Vasco. En cualquier caso, los nexos con la ortodoxia del primer Sabino Arana y del lema neocarlista "Dios y la ley vieja" no impidieron al PNV evolucionar hasta constituirse, a partir -de la década de los treinta, en un partido interclasista de corte populista, organizado como réplica a escala reducida de la sociedad civil a la que aspiraba a representar y rodeado de un tupido tejido en el que se imbricaban organizaciones juveniles y recreativas, patronales y sindicales, medios de comunicación y un sinnúmero de colectivos de todo tipo. El tránsito desde el independentismo emocional al autonomismo racional resume esa trayectoria, aunque el peso de los sentimientos siga coloreando expresiones o deseos de las bases nacionalistas.La modernidad del PNV le obliga necesariamente a plantearse los problemas políticos del País Vasco en el marco del sistema constitucional español en su conjunto. El programa declara el firme "compromiso en la defensa del sistema democrático y del sistema de libertades", anuncia el propósito de "contribuir a la estabilidad política del Estado" y formula un conjunto de propuestas "destinadas a orientar su actuación política a la consecución de un Estado moderno y eficaz, cuyos objetivos sean, entre otros, el progreso, la solidaridad y la justicia". La decisión de "apoyar las reformas modernizadoras" en terrenos como "la nueva fiscalidad, la Seguridad Social, el sistema sanitario o la Administración del Estado" constituye un exponente de la elogiable preocupación del PNV por problemas de alcance global. De todos es sabido que la abstención propugnada por el PNV en diciembre de 1978 -tras un duro debate interno, en el que los supervivientes históricos de la generación de los años treinta propugnaron el voto afirmativo- en el referéndum constitucional fue uno de los momentos más desalentadores del período constituyente. El programa del PNV reconoce ahora que la Constitución "aportaba unos elementos de cambio democrático que suponían una transformación positiva sobre el sistema anterior".

El PNV, al tiempo, presta una especialísima atención al régimen autonómico vasco, cuya legalidad se asienta en el marco constitucional, el voto abrumadoramente mayoritario de las Cortes Generales y el referéndum popular del 25 de octubre de 1979. El Estatuto de Guernica, al que los grandes partidos de implantación estatal dieron su apoyo, significó en su día la feliz conclusión de un contencioso secular cuyos orígenes se remontan a las guerras carlistas. Como corresponde a un acuerdo nacido de un complicado consenso, el Estatuto de Guernica es, sin embargo, un texto abierto susceptible de diversas interpretaciones. Los pactos autonómicos entre UCD y PSOE, y más específicamente la LOAPA, no sólo significan, en opinión del PNV, un recorte anticonstitucional del Estatuto, que únicamente podría ser modificado -como establece el artículo 152 de la Constitución- mediante referéndum popular, sino que además constituyen la ruptura unilateral de un pacto histórico. A nadie deberá sorprender, pues, que la impugnación de la LOAPA, pendiente en estos momentos de una sentencia del Tribunal Constitucional, forme parte esencial de la campaña electoral del PNV. Pocas dudas hay acerca del considerable respaldo popular que disfruta la adversa interpretación dada por los nacionalistas a la LOAPA. El 60% de la población aprobó, en efecto, el Estatuto de Guernica, y la mayoría de la población votó, pocos meses después, un Parlamento autónomo en el que 42 de los sesenta escaños correspondieron a candidatos nacionalistas (PNV, HB y EE).

La articulación entre el compromiso de defender la. democracia y las libertades en toda España y la voluntad de afianzar las instituciones vascas de autogobiemo no es una tarea carente de dificultades, pero tampoco de realización necesariamente conflictiva. Si bien es verdad que en ocasiones no faltan motivos para reprochar al PNV un exacerbado particularismo, no es menos cierto que en otras circunstancias la prepotencia de las concepciones centralistas, incapaces de entender la unidad. española de otra forma que no sea la uniformidad, ha sido causa de no pocas incomprensiones. La condena de la violencia terrorista por el PNV queda afirmada rotundamente en su programa electoral, sin que nadie tenga derecho a poner en duda la convicción de sus pronunciamientos. El nacionalismo vasco, fuertemente arraigado en la población de Euskadi, plantea hoy la posibilidad de hacer compatible la defensa de la identidad vasca con la existencia del sistema de interrelaciones mutuas que define la existencia plural y democrática de la nacionalidad española.

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A su vez, el PNV no puede obviar la eventual contradicción que puede surgir entre su sincera apuesta en favor del pluralismo en el conjunto de la sociedad española y las incoadas tentaciones -no siempre conscientes- de asumir como partido la representación completa del País Vasco. Que el cordón con el fundamentalismo sabiniano no se ha roto completamente en el nacionalismo vasco moderado lo prueba la persistencia de una difusa concepción asimilacionista de lo vasco, que tiende a identificar pueblo vasco con pueblo nacionalista y olvida que la hegemonía parlamentaria actual del PNV descansa tan sólo el 22% de los votos sobre el censo. La comunidad política del País Vasco tiene que ser tan plural como la propia sociedad vasca es en la actualidad, de forma que el nacionalismo sea de integración, renuncie a buscar en un pasado mitificado las raíces del presente y acepte que Euskadi no es una realidad diferente a la de los individuos -cualquiera que sea su idioma, su ideología, su clase social y su voto- que hoy componen su población y viven y trabajan en su territorio.

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