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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Los empresarios

Somos, políticamente, el país más original del mundo, y si uno de nuestros inventos universales, en el diccionario político, ha sido la palabra "liberalismo" (Aranguren remonta otro concepto, "nacionalcatolicismo", a los Reyes Católicos), el último palabro, por ahora, que nos hemos sacado, es el psocialismo, que ya he glosado aquí. Pero no sólo son las palabras. También las conductas. Un suponer, los empresarios, que están haciendo campaña electoral directamente y ya nadie sabe si son unos billares para tenderos o un partido político.La CEOE y otras siglas, me refiero. Walter Benjamín, el golfo de la Escuela de Frankfurt (y por eso el más apasionante de sus filósofos), es reeditado en Alfaguara (Infancia en Berlín). Benjamín, judío y comunista, cortó el acoso nazi suicidándose y no sin antes decir que " sobre un muerto nadie tiene potestad". Para que Ferrer-Salat y Segurado dejasen de tener potestad sobre nosotros, tendríamos que estar muertos. Nos ganarían como adictos (la derecha siempre se adjudica el voto en blanco), pero nos perderían como mano de obra. Alberto Moravia (Plaza/Janés) ha hecho un apasionante libro/entrevista con Vania Luksic, donde dice que "la dictadura del proletariado se llama comunismo y la dictadura de la burguesía se llama fascismo". Los empresarios españoles, para no caer en fascismo (lo que supone mover las masas a su favor, cosa muy cansada, aparte de imposible), han decidido hacer política directamente, tras su ensayo glorioso en Andalucía.

Asisto al estreno del filme La Colmena, de Mario Camus, basado en la novela ya clásica de Cela. Yo lo llamaría La Telecolmena, ya que lo produce Televisión Española y pensando en serializarlo por la pantalla doméstica, ha despolitizado el libro, que por algo estuvo prohibido tantos años por la censura, durante el cuarentañismo, y hubo de ser publicado en América. Martín Marco, el protagonista, es un modesto intelectual de la República, hombre que colaboró en los folletones de El Sol, de Ortega, un rojillo que anda medio huido por Madrid, sin documentación, y que al final de la novela lleva en el bolsillo el periódico del día, aún no leído, con la requisitoria para su búsqueda o depuración. Como un serial de la tele no puede. terminar así, se le deja en sospechoso de la muerte de una vieja, en seguida puesto en libertad como inocente. Aquí nos hemos reído mucho, con risa retrospectiva, de la manipulación de Mogambo, que convierte eri hermanos incestuosos a unos amantes -cosas de la censura y el doblaje-, pero Televisión Española acaba de cometer un cohecho bastante más grave, con un clásico vivo y los estrenistas del Palacio de la: Música parecían muy satisfechos a la salida. Un mundo de empresarios -empresarios de cine y televisión, en este caso- ha muñido el desastre argumental, dejando en un piernas a un intelectual republicano que en el libro es metáfora de toda la inteligencia exiliada o represaliada con la guerra. Y el eje de la narración. Lo que los empresarios CEOE y otras siglas quieren hacer con nosotros es todo lo contrario: convertimos en rojos cuando sólo somos productores. Por eso denuntian la "politización" de los sindicatos, como si los sindicatos estuvieran para organizar demostraciones sindicales así llamadas, tipo San José Obrero, y coros y danzas en el Bernabéu.

Los empresarios, que siempre han encargado el trabajo sucio a los políticos, optan ahora por ensuciarse las manos, sartrianamente, y esto es el grave. síntoma de que ningún político ni partido ha ganado su confianza, cosa que deja descolgada la demagogia patronal de Fraga. Fraga se cree toda la derecha política. Pero ahora los empresarios se le escapan, porque ellos "no hacen política". ¿Qué hacen?

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