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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La política y la ética en la RFA

CUATRO MILLONES de votantes del Estado de Hesse han demostrado el pasado domingo que el electorado de la República Federal de Alemania no está dispuesto a consentir que la política pisotee a la ética. Hace dos años, los liberales de Hans Dietrich Genscher obtuvieron el 10,6% de votos en las elecciones federales, con la promesa de apoyar una coalición con los socialdemócratas y al canciller Helmut Schmidt. Tan sólo diez meses después, Genscher empezó a hablar de la necesidad de un giro en la política, y prácticamente desde entonces se puso a trabajar contra el Gobierno del que formaba parte hasta llegar a la conspiración en los últimos meses.La opinión pública de la RFA habría sin duda comprendido y aceptado una ruptura de la coalición con las cartas boca arriba. Genscher podría haber expuesto claramente la imposibilidad de gobernar y de resolver la crisis económica con los socialdemócratas, pero prefirió la táctica del politicastro, de la conspiración y la intriga. Su juego quedó al descubierto con la huida hacia adelante de Schmidt, que se sintió traicionado por su propio vicecanciller y ministro de Asuntos Exteriores. Genscher y los liberales han sido víctimas de sus propios manejos, cayeron en su propia trampa. El electorado de Hesse vio muy claro todo el juego sucio de Genscher y ha dejado reducidos a los liberales a la categoría de grupúsculo sin representación parlamentaria con sólo un 3% de votos.

La respuesta de los electores de Hesse supone una bocanada de aire fresco en la vida política, cada vez más manipulada y controlada por los especialistas en tácticas y los expertos en cibernética. Hace dos semanas, los oráculos demoscópicos auguraban, con más o menos un 2% de error, que los socialdemócratas perderían un 10% de votos y los democristianos se aproximarían a la mayoría absoluta. Nada de esto ocurrió. Al final, el pueblo soberano, con las papeletas en las urnas, puso fin a todos los cálculos de los profesionales del uso y abuso del poder.

Genscher parece no haber aprendido la lección de Hesse y se mantiene obstinadamente en su postura de buscar una salida legal, pero no legítima, a la crisis, con la presentación de una moción de censura contra el canciller Schmidt. El voto de cuatro millones de ciudadanos habrá servido de poco si el próximo viernes se consuma el derribo de Schmidt. El democristiano Helmut Kohl puede llegar a ser el nuevo canciller a base de las maniobras parlamentarias que permite la Constitución, pero habrá conseguido el poder sin la legitimación popular que sólo pueden dar las urnas. La sensación de estafa al electorado aumentaría sin duda el número de los que consideran que el sistema político de la RFA está podrido y no queda otra posibilidad que apearse y sumarse a los sectores radicales, ecologistas y alternativos agrupados bajo la etiqueta de los verdes.

Las elecciones de Hesse suponen también un serio desafío para los socialdemócratas. El champaña que corrió el domingo en la sede del partido en Bonn podía atragantársele muy pronto al SPD si no acierta a definirse ante el reto que plantean los verdes. El movimiento alternativo en la RFA ha dejado de ser la chifladura de unos pocos chalados y empieza a adquirir un peso político capaz de hacerles saltar cómodamente las barreras del 5% a escala federal. La socialdemocracia alemana tiene que encontrar una respuesta al desafio de esta nueva contracultura. Willy Brandt y el SPD, que en la década de los setenta fueron capaces de integrar a una parte del naufragado movimiento estudiantil del 68, afrontan ahora la tarea de formar una nueva mayoría, diferente,de la que Genscher y Kohl buscan a base de componendas parlamentarias. La auténtica nueva mayoría tiene la misión histórica de ofrecer respuestas a la población de la RFA, angustiada por el miedo tanto a la crisis económica como al holocausto nuclear.

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