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Tempestad en Israel

Aparentemente al menos, el primer ministro israelí, Menájem Beguin, ha ganado por escasa ventaja su primera batalla parlamentaria tras la matanza de Beirut. Ayer, en la Kneset (Parlamento), por un margen escaso (48 votos a favor, 42 en contra), Beguin logró neutralizar la iniciativa de la oposición para crear una comisión de encuesta sobre el genocidio de los campos palestinos. En el curso de los largos y acalorados debates, un ministro de su Gabinete (el de Energía) presentaría su dimisión."Usted ha logrado aislar internacionalmente a nuestro país, ha potenciado la nueva ola de antisemitismo que asola Occidente y ha boicoteado la paz. Usted ha traicionado el honor de Israel", dijo en el curso del debate el líder de la oposición laborista Shimon Peres, que, a su vez, sería acusado por Beguin de aprovechar una desgracia nacional para hacer campaña política. Mientras cambiaban tan agríos comentarios, en Nazaret, en Gaza y en Tel Aviv, diversas manifestaciones recorrían las calles para protestar por el crimen consentido.

El Gobierno israelí ha logrado salvarse hasta ahora; pero la crisis de conciencia que en estos momentos atraviesa la opinión pública de aquel país apenas comienza. La victoria de Líbano puede convertirse en una derrota moral, tan inesperada como decisiva, máxime cuando los que promovieron la invasión y permitieron la matanza siguen aferrados a una intransigencia que convierte al actual Gobierno judío en un bunker irreductible.

Hay un aforismo que dice: "Nadie mata sin herirse a sí mismo".

Puede perfectamente aplicarse a Menájem Beguin y sus seguidores, para quienes la operación Paz para Galilea puede clausurarse con pérdidas irrecuperables. Beguin, Sharon y los ejércitos ocupantes han tolerado una acción que todavía horroriza al mundo. Y algo más. El mismo ministro Sharon ha reconocido que las fuerzas judías permitieron que entraran en el campo de refugiados los libaneses que realizaron el exterminio. El precio que, tarde o temprano, deberán pagar será muy alto.

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