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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

En contra de la confesión

En la sección Cartasal director del pasado día-28, he podido leer un escrito firmado por Juan Marco Luna que me ha llenado de admiración y asombro. Admiración hacia la dirección de EL PAIS por el grado de tolerancia que hace falta tener para dar a la luz semejantes proposiciones. Asombro porque aún haya quien pretenda salvarnos con semejantes prácticas. Se refiere el comunicante a la necesidad de que, ante la próxima visita del papa Wojtyla, todos nos confesemos.Respetando las ideas del señor Marco Luna, le diré que la confesión, tal como se practica entre los católicos, no tiene ningún fundamento evangélico. Cierto que, si los textos no mienten, Jesús dijo a sus discípulos: "Todo lo que perdonárais en la tierra será perdonado en el cielo"; pero, de eso a la interpretación de confesionario hay un abismo. Jesús, en efecto, perdonó a los pecadores y se sentó a sus mesa con gran escándalo de la elite judía de su tiempo. ¿Pero qué significaba perdonar los pecados?

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Significaba nada más y nada menos que librar a aquellas gentes marginadas del complejo de culpa, del estigma de pecadores con que habían sido marcados por la sociedad. Perdona a los pecadores y condena a los perfectos, a los hipócritas. Esa era la buena nueva que traía a los humildes, a los marginados; a eso se refería el mandato a sus discípulos, no a las prácticas de confesionario, en las que a uno se le obliga a declararse culpable.

¿Qué diría Jesús, por ejemplo, de las prácticas de confesionario a que se somete a los niños desde que tienen uso de razón, cuando él los declaró a todos inocentes? ¿Suscribiría las palabras de Teresa de Cepeda cuando en una carta a su hermano Jerónimo le aconsejaba para, sus hijos el colegio de la Compañía de Jesús, porque allí "los confiesan de ocho a ocho días y hacen tan virtuosos que es para alabar al Señor"? Poner de rodillas a un niño ante un confesor para declararse culpable puede ser muy útil para fomentar la docilidad y el sometimiento, ¿pero contribuye a hacer hombres virtuosos?

No pretendo juzgar a los confesores, sino el método, más aún, la instrumentación que se puede hacer de él. Yo, en mis años mozos, tengo la desagradable experiencia de un confesor que me preguntó si hablaba mal del régimen./

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