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Crítica:CINE : 'ROCKY III'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Si segundas partes fueron malas ...

Es tan escasa la imaginación del actual cine norteamericano que se cuentan ya por docenas las películas que explotan con simpleza algún éxito anterior. Si las series sobre James Bond o la Pantera Rosa cumplen su cita anual como si de las fiestas de Navidad se tratara, las nuevas versiones de mujeres panteras, greases, viernes y trece, startreks y galaxias forman también legión.En cambio son cada vez más escasas, aunque respetables y a veces excelentes, las películas de EE UU que se arriesgan a ensayar nuevos asuntos. La novedad se va marginando; la capacidad de inventar se degrada, desaparece.

Ya no hace falta talento; el mérito está en el ingenio. ¿Qué hace un guionista cuando debe repetir por tercera vez la misma película? ¿Cómo logra, además, dejar abierta la puerta a una posible cuarta entrega?

Rocky III

Guión y dirección: Sylvester Stallone. Fotografía: Bill Butler. Música: Bill Conti. Intérpretes: Sylvester Stallone, Talia Shire, Burt Young, Carl Weathers y Burgess Meredith. Acción. Norteamericana, 1982. Locales de estreno: Lope de Vega, Juan de Austria, Benlliure.

Los responsables de Rocky III han encontrado una fórmula fácil: comprenden que hay un público joven dispuesto a consumir cualquier película que le ofrezca un buen número de escenas violentas, y si Rocky es un boxeador esa posibilidad está plenamente asegurada. Bastan, pues, unos cuantos combates pare rellenar la hora y media de proyección que exige la media industrial, y todos tan contentos.

Ausencia de talento

Esos combates están filmados con brillantez, con una impresionante sensación de autenticidad, pero también con una ausencia total de talento. Una de las claves que hoy merece respeto en el cine clásico de Hollywood es la de dar rotundidad a sus guiones: las anécdotas se narraban a través de situaciones, de conflictos dramáticos, dejando poco o ningún espacio a la información verbal, lateral y fría.Sin embargo, tomando ahora Rocky III como referencia, nos encontramos en el polo opuesto: nada hay que contar y, en todo caso, lo que haga falta se dice, y en paz. Es decir, no hay situaciones, sino verborrea; no hay personajes, sino tipos; no hay historia, sino paisajes.

Trucos viejos para hacer funcionar la adrenalina del espectador, que cae de nuevo en la trampa de creerse el combate entre un negro y un blanco, entre un fuerte y un débil, entre el hombre de derechas que es Rocky y un feo agitador que simboliza el peligro social que el cine norteamericano ha utilizado siempre como enemigo. Es decir, nada.

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