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El Museo Español de Arte Contemporáneo prepara un espacio para los nuevos cuadros, de Salvador Dalí

El Museo Español de Arte Contemporáneo (Ciudad Universitaria, Madrid) realiza estos días los preparativos para albergar en su espacio los tres nuevos cuadros de Salvador Dalí, dos de ellos adquiridos por el Estado y un tercero, Los tres enigmas gloriosos de Gala, regalado por el pintor. Los preparativos de colocación de las citadas obras están a punto de concluir. Este acontecimiento, que enriquece los fondos de aquella institución museística, es un punto de partida para hacer un recorrido por los fondos y las perspectivas inmediatas del MEAC, que a pesar de sus diversas crisis tiene planteado ante sí un porvenir que coincide con el de las artes de vanguardia en España.

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El Museo Español de Arte Contemporáneo estrena con la temporada un nuevo montaje de sus colecciones permanentes. La fortuna del resultado venía determinada por algo que es por todos conocido: la preexistencia de unos fondos que no son, ni muchísimo menos, una representación ideal de la plástica española del siglo XX. Un exceso de paja, ciertas lagunas, una insuficiente presencia de la obra de algunos de nuestros más grandes artistas son males que no pueden ser escamoteados de la noche a la mañana, sino sólo remediados paulatinamente con iniciativas como la de la reciente adquisición de varios Dalí.El juego que el museo ha sabido darle a esa limitada baraja, a juicio de los críticos, arroja por primera vez un resultado coherente. El recorrido visual, que se abre con La tertulia de Pombo, de Solana, y se cierra con el Político largo, de Pérez Villalta, tenía como reto el alcanzar, por encima de las limitaciones de espacio y contenido, una descripción digna de nuestro arte en este siglo. Y la empresa se ha llevado a buen término mediante una cuidada selección y disposición de las piezas. El itinerario va destacando, por el lugar o la extensión, una serie de personalidades fundamentales (Solana, Picasso, Dalí, Gargallo, Julio González, Miró, Bores ... ), con el necesario contrapunto de otras menores, pero ineludibles a la hora de hacer inteligible el discurso. En otras ocasiones, la unidad temática de un espacio no viene dada ya por una presencia única, sino por el conjunto de artistas que participan en una misma tendencia: así, la Escuela de Madrid o la aventura abstracta de los cincuenta.

Pese a que el montaje sigue, en lo fundamental, un orden cronológico, se ha sabido dotarle de una cierta flexibilidad que, sin borrar la idea de sucesión, pueda romperla en ocasiones para conseguir un efecto que favorezca la contemplación de una pieza determinada o establezca un contraste sugerente. Así pueden entenderse tanto la fragmentación en el tiempo de la obra de Picasso o Canogar como la disposición unitaria de esa magnífica colección de piezas de Julio González en la gran vitrina central. La ausencia de rigidez, la cuidada insistencia en el resultado escénico parece uno de los aciertos mayores del proyecto, por cuanto consigue sacar el mejor partido a estas piezas, sin caer por ello en el error de intentar ocultar carencias o desequilibrios como el de un solo Gris y un solo Tàpies a trece Benjamín Palencia.

El actual montaje no posee un carácter permanente, sino en cuanto a criterio de seriedad en la elección de obras y en la racionalidad de su disposición. De hecho, y pese a la mucha morralla que se amontona en los fondos del museo, no todo lo bueno ha sido expuesto, aunque, a la inversa, sí sea de interés cuanto está a la vista. Un buen número de piezas fundamentales habrá de quedar siempre presente, como esqueleto determinante de esta historia, y otras irán sustituyéndose con el tiempo para conseguir, si sigue mediando el rigor crítico, una comprensión enriquecedora de nuestra creación contemporánea. Esa situación de provisionalidad de lo expuesto se acentuará a medida que el recorrido nos va acercando hacia el presente. No en vano criterios y decisiones son ahí mucho más provisionales, juicios sobre un discurso que aún está en desarrollo. El espacio dedicado al arte de los últimos veinte años, obligadamente limitado, aconseja una casi continua movilidad de su contenido.

Motivos de atracción

Si el interés del montaje convierte este museo en un nuevo museo, se teme que no sea tanto este el mayor motivo de atracción para el público como la próxima inclusión en él de las recién adquiridas obras de Dalí. Si los Dalí que ya poseía el museo (Muchacha de espaldas y Muchacha en la ventana) eran piezas de calidad indiscutible, no resultaba, sin embargo, por su carácter muy temprano, significativas de la trayectoria del pintor. Ahora, con el Arlequín del período cubista, el Senicitas, que anuncia su esplendor surrealista, y el recientísimo Los tres enigmas gloriosos de Gala, el pintor quedará representado con mejor justicia. Las obras tienen ya reservado el lugar que pronto ocuparán en el recorrido.

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