La Bolsa, espejo oscuro
La jornada de ayer en las bolsas españolas merece un análisis algo más profundo que el del simplismo de cargar la responsabilidad de las bajas experimentadas por la inmensa mayor parte de los valores contratados a la histeria de unos inversores asustados ante la posibilidad de un triunfo socialista en las próximas elecciones generales.Por supuesto que tal posibilidad influye en todos los mercados de valores. Aunque no sea más que por la indefinición de un programa económico, la inconcreción de las posibles líneas de acción ante las opuestas opciones de unos y otros dirigentes del PSOE y la dificultad intrínseca de encontrar una salida a la crisis económica no sólo desde una óptica socialista, sino también desde una línea de continuidad centrista o un grito conservador en la futura política económica.
Los ejemplos de Francia y Grecia, por un lado, o del Reino Unido y Estados Unidos, por otro, están suficientemente cercanos en el tiempo como para que nadie pueda olvidar que no existen fórmulas mágicas para salir de la recesión, al margen de la ideología de los partidos que gobiernan.
Que la bolsas son un termómetro de la situación económica y de sus expectativas es, en todo el mundo, una verdad a medias. Pero en el caso de España, por la escasa dimensión tradicional de este mercado, por la heterodoxa estructura financiera de las empresas y por las todavía no olvidadas consecuencias del tránsito irrepetible del artificioso boom de los primeros años de la década de los setenta hasta los primeros meses del pasado año, pensar que la Bolsa refleja de algún modo la situación económica del país puede ser un grave error y, sobre todo, precisa de no pocas precisiones.
Para empezar, sería innecesario recordar que cuando se habla de Bolsa -y de sus índices como reflejo de una situación- se está hablando de renta variable, es decir, de capital de riesgo. Y obvio es, igualmente, señalar el rotundo giro que en los tres últimos años ha experimentado el ahorro y la inversión en nuestro país. El crecimiento de la demanda de títulos de renta fija -aun a riesgo de que ésta apenas compense el deterioro de la inflación- y la aparición de nuevos activos financieros han supuesto para el mercado de acciones un impacto económico y técnico tan importante o más que la permanencia de una situación económica que no encuentra salidas a la crisis o la aparición de nuevos riesgos políticos como consecuencia de una convocatoria a las urnas en unós momentos en los que un determinado partido parece haber tomado la salida con clara ventaja, según algunas encuestas.
Sobre esta base de insuficiencia de la capacidad de ahorro personal yempresarial, con el handicap que supone la tendencia generalizada hacia las inversiones sin riesgo y con rentabilidad garantizada; con la impagable colaboración de un déficit público que se financia compitiendo deslealmente en un mercadoque él mismo regula y condiciona; con la expectativas de un crecimiento económico nulo o insignificante en nuestra economía -y en la de los países con los que más directamente nos relacionamón-, con una insuficiente generación de beneficios por parte de las empresas; desaparecida la posibilidad depagar al accionista con ampliaciones de capital, en lugar de con dividendos, con el desivíode recursos hacia los nuevos activos financieros de renta fija, y con la posibilidad de influir en las cotizaciones por parte de unos pocos operadores especializados, lo extraño no es que las bolsas españolas hayan descendido ayer entre dos y tres puntos. Lo raro es que todavía subsistan, porque todo alrededor -incluidos naturalmente los factores políticos- actúa con ellas. ( ... )
1 de septiembre
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