300 periodistas extranjeros desafían las bombas en Beirut
Si se exceptúan las inmediaciones de la Embajada de Estados Unidos en la capital libanesa, las bombas de las fuerzas armadas de Israel han alcanzado todo Beirut, incluidos los hospitales, las sedes de las representaciones diplomáticas y residencias de embajadores, y, por supuesto, varios edificios de Prensa libaneses y extranjeros, todos ellos alejados de cualquier eventual objetivo militar.La situación llegó a ser tan insostenible, que, tras el masivo bombardeo israelí del miércoles 4 de agosto, en el que resultaron dañadas las sedes de los diarios libaneses An Nahar, Al Nida, L'Orient-Le Jour, de las agencias France Presse y United Press International, de la Radio Nacional Francesa, del primer canal de la televisión gala, de los semanarios norteamericanos Time y Newsweek y del hotel Commodore, donde se aloja la Prensa internacional, cinco de los ocho rotativos libaneses que se editan en Beirut oeste optaron por dejar de publicarse, al tiempo que decenas de periodistas extranjeros abandonaban la ciudad sitiada.
No deja de ser un milagro que ese "miércoles sangriento", como lo calificó la Prensa libanesa, ninguno de los numerosos periodistas que se encontraban en los mencionados edificios resultase herido, como también es sorprendente que sólo haya que lamentar hasta ahora dos muertos en las filas día la Prensa, ambos cámaras de televisión, y cuatro heridos ligeros.
Eliminar los testimonios de la tragedia
El objetivo israelí, el miércoles 4, era evidente: reducir al máximo los testimonios sobre la tragedia padecida por el medio millón de civiles que aún vivían en la capital cercada, según aseguraban los responsables palestinos.
Pero, a pesar de la falta de papel y de la escasez de combustible con que alimentar al grupo electrógeno que permite funcionar a las rotativas, a pesar de que las líneas de los teletipos están cortadas desde hace tiempo y que las explosiones obligan, de cuando en cuando, a interrumpir el trabajo para correr a un refugio, tres periódicos -As Safir (izquierda), Al Liwa (izquierda propalestina) y Al Nida (comunista)- siguen aún saliendo diariamente a la calle en Beirut oeste, aunque con menos páginas que de costumbre y una tirada reducida que no supera los 8.000 o 10.000 ejemplares, porque su difusión ha sido de facto prohibida en el resto del país por el Ejército israelí.
La Prensa libanesa árabe o francófona vinculada a la Falange Cristiana, aliada del invasor israelí, sigue, sin embargo, vendiéndose libremente en los quioscos de Beirut oeste y nadie teme, aparentemente, ser visto comprándola en plena calle.
Donde por más dinero se vive peor
Mientras algunos periodistas describen largo y tendido la trágica situación que atraviesa la capital cercada vista desde el tejado del hotel Alexandre, en el sector cristiano de Beirut, sin haber prácticamente pisado Beirut oeste, otros que creen que el principal acontecimiento está dentro siguen la guerra desde el hotel Commodore, en el corazón de la ciudad.
Desde que empezó la invasión israelí, el hotel Commodore se ha convertido, probablemente a causa del bloqueo alimenticio y energético que sufre Beirut oeste, en el hotel del mundo donde por más dinero se vive peor.
Para ahorrar combustible del grupo electrógeno, el aire acondicionado ha sido cortado hace tiempo, los ascensores han dejado de funcionar, los bares neveras han sido retirados de las habitaciones, el agua caliente es inexistente y en su lugar sale de los grifos un líquido sucio, al tiempo que los precios se han disparado, hasta el punto que pasar la noche cuesta 8.900 pesetas, la comida está en 3.800 y la botella de agua mineral en 550.
A pesar de estas incomodidades, el hotel Commodore, con agua salada para lavarse, comida y luz eléctrica para escribir por la noche, es un paraíso comparado con el resto de la ciudad, sometida desde, el 3 de julio a un estricto bloqueo por el Ejército israelí, que impide la entrada de alimentos y corta el suministro de agua y electricidad.
Nervios al rojo vivo
El Commodore es el único hotel cuyos télex y teléfonos siguen funcionando, aunque a veces sea necesario esperar varias horas hasta conseguir la comunicación. Para intentar obtenerla antes, algún periodista impaciente de algún medio audiovisual norteamericano no dudó, en algún momento de urgencia, en dar al telefonista de la centralita una propina de hasta mil dólares (110.000 pesetas).
Con los nervios al rojo vivo tras las largas noches de bombardeos ininterrumpidos que impiden dormir, y luchando diariamente con un télex o un teléfono que no se decide a enlazar con Europa o Estados Unidos, los periodistas resisten a su manera el sitio de Beirut oeste, por lo que el diario propalestino Al Liwa les agradeció la semana pasada, en un editorial, que brindasen diariamente su testimonio sobre "uno de los cercos más inhumanos de la historia".
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