La guerra irano-iraquí
Resulta asombrosa la facilidad con que la opinión pública y los medios de información parecen adaptarse a las posiciones de los vencedores, olvidando las auténticas raíces y motivos del origen de cualquier conflicto. En el caso de la guerra que desde hace casi dos años enfrenta a Irak e Irán, esta evolución de la opinión se ha hecho más evidente.Cuando las tropas de Saddam Hussein, el hombre que logró situar a su país a la cabeza del mundo árabe, decidieron ganar la partida por la mano atacando Irán, después de haber soportado durante meses, desde la llegada de Jomeini al poder, los insultos y agresiones contra Iralk, la mayor parte de esa opinión pública acogió con júbilo, o al menos con benevolencia, esta parada de pies al imán que se reía del mundo. Entonces, la Prensa mundial analizó las condiciones en que fueron firmados los acuerdos de Argel por Irak y las sucesivas violaciones de estos acuerdos por parte iraní, encontrando así justificación a la decisión del presidente iraquí. Entonces, también se recordaba la constante actitud agresiva de Jomeini, que pretendía, con la vieja táctica de encontrar enemigos exteriores, hacer olvidar la ruina moral y económica a que había arrastrado a su pueblo. Primero fue el sha el blanco de todas sus iras; luego, los rehenes norteamericanos y, finalmente, Irak, la nación que durante largos años fue cobijo del propio Jomeini, pese a los graves problemas que entonces le supuso frente al gendarme persa.
Hace veintidós meses toda la Prensa reconocía las numerosas ofertas de negociaciones lanzadas por Saddan Hussein (a los tres días de iniciada la guerra hizo la primera), su disposición de aceptar cualquier plan de paz, viniese de donde viniese, y su renuncia a cualquier ambición territorial sobre Irán. Esa misma Prensa se escandalizó por la colaboración militar entre Irán e Israel, probada en numerosas ocasiones, y que tuvo su punto culminante en el bombardeo israelí de la central nuclear iraquí de Tamuz.
Hoy, cuando esos dos países demuestran claramente su espíritu agresivo y expansionista (Israel declaró hace poco que su área de seguridad podía llegara Turqía y todo el norte de Africa, mientras que Irán amenaza con exportar su revolución a todo el mundo islámico), la opinión pública parece haber olvidado muchas cosas y de la misma forma que asiste indiferente al holocausto del pueblo libanés y palestino, con decenas de miles de muertos (cabe recordar aquí el alarde de comentarios provocados por la miniguerra de las Malvinas), se contempla, con cierto sarcasmo, esta especie de revancha del ayatollah Jomeini.
Creo que, en este mundo desquiciado e insensible que vivimos, se hace necesario un poco de tranquilidad y equilibrio a la hora de valorar los hechos y adoptar posiciones, y en esta labor la Prensa debe jugar un papel trascendental. /
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