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Tribuna:TEMAS PARA DEBATE:LAS CÁRCELES ESPAÑOLAS
Tribuna
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La 'ye-ye' y la ansiada libertad

Perdonará el lector que, en contra de lo que suele ser mi costumbre, escriba este artículo en primera persona. Es lo cierto que carezco de mejores recursos para poder trasladar a los demás la experiencia por mí vivida durante los últimos nueve meses. Una experiencia deprimente, triste y amarga que, sin embargo, ha servido para completar mi formación como fiscal y ha hecho posible que no pierda lo que nunca un fiscal ha de perder: la sensibilidad, riesgo evidente que corre todo miembro de la Magistratura que sólo conoce al preso el día del juicio, ignorando lo que acontece en el interior de las cárceles, lugar siniestro donde los haya.Muy posiblemente dentro de uno o dos siglos la sociedad de entonces considerará bárbara a la nuestra, por no haber sabido superar las cárceles, a pesar del avance en otros terrenos, sobre todo si se hace una comparación con los siglos anteriores. Pero es lo cierto que ningún sistema político de la tierra lo ha conseguido hasta el momento y no se vislumbra todavía un horizonte esperanzador que apunte hacia su desaparición. Produce escalofríos recordar a Cerdán de Tallada, Cristóbal de Chaves -con su famosa Relación de la cárcel de Sevilla- y Bernardino de Sandoval, tres clásicos en la materia que narraban los horrores de las prisiones españolas... en los siglos XVI y XVIL Se ha avanzado, claro, pero no tanto como sería lo deseable y exigible. En muchos aspectos, continuamos igual. La cárcel existe y es necesario por tanto afrontar el tema con realismo.

Quede claro en primer lugar que no olvido mi condición de fiscal y que no mantengo, por tanto, una postura impunista. No podemos olvidarnos de las víctimas de los delitos y no puede quien delinque- esperar de la sociedad una condecoración, aunque en ocasiones delinquen los que de ella condecoraciones han recibido.

Conversación con 600 presos

He visitado repetidas veces establecimientos penitenciarios donde se encuentran internos en situación de preventivos. Seis en total. Carabanchel (hombres y jóvenes), Yeserías, Hospital y Psiquiátrico Penitenciarios, y Alcalá de Henares. He hablado a solas, en un despacho, en ocasiones largo y tendido, con unos seiscientos presos. He de resaltar la corrección de todos ellos, casi sin excepción. Di también dos charlas seguidas de coloquio en el Centro de Jóvenes y en la Unidad de Jóvenes de Alcalá, coloquios a veces tensos y difíciles como fácilmente puede comprenderse. Son los más jóvenes los que más me preocupan, precisamente porque forman arte de nuestra juventud y por tanto de nuestro futuro. Los hay de todas clases y algunos parecen ya irrecuperables. Pero después de charlar con ellos se aprecia que la mayoría son muchachos como los demás, que han cometido hechos reprobables, ciertamente, pero que revelan en muchos casos falta de instrucción y de cultura y que han tenido escasas oportunidades en la vida, sin haber disfrutado de una vivienda digna, ni de un puesto escolar ni de trabajo. Que alcancen ese objetivo es la primera obligación de los poderes públicos, si realmente se quiere que disminuya la delincuencia y disminuya la población penitenciaria. Pero hay que ser justos y decir también que sólo una mínima parte de los sectores menos privilegiados cometen hechos delictivos y, en ocasiones, de menor repercusión social que los perpetrados por los más favorecidos.

He comprobado in situ el hacinamiento en muchos establecimientos. Piénsese que en Carabanchel no se puede albergar en condiciones normales a más de novecientos internos y residen allí en este momento 2.200. En el Centro de Jóvenes, cuya cabida no tendría que ser superior a 296 internos, hay normalmente unos cuatrocientos. No se cuenta, salvo excepciones, con celdas individuales. En algunos hay dormitorios con treinta o cuarenta camas, con los problemas que ello puede originar, fácilmente adivinables. No en todos los establecimientos disponen los internos de habitación íntima para poder hablar sin testigos con su pareja, y llevar en su caso a la práctica eso tan hermoso que hacen a todos los hombres iguales y por lo que merece la pena existir, el amor. Llama la atención el hecho de que no existan cocineros profesionales, y en uno de los centros hay un preso chino, al parecer excelente cocinero, pero no parece necesario resaltar que es deplorable que haya internos que estén esperando para mejor poder comer la llegada de otros presos que ostenten nacionalidad que se caracteriza por su buena cocina.

Hay quien no quiere trabajar en su interior, pero otros que así lo desean no pueden hacerlo, como sucede entre quienes disfrutan de libertad. Hay numerosas deficiencias en la labor pedagógica, en las bibliotecas, etcétera, siendo de resaltar la labor que, en este sentido, lleva a cabo en el Centro de Jóvenes la Diputación de Madrid. Las deficiencias de las instalaciones son grandes. No se cumple plenamente la ley Penitenciaria, sencillamente porque no se puede cumplir. Son todo males heredados del pasado -en que todo se silenciaba- pero que es necesario remediar con rapidez para demostrar que alguna diferencia tiene que existir entre la dictadura y la democracia. Y eso que, aunque parezca mentira, la mayor parte del presupuesto ridículo de Justicia lo consume prisiones.

Bolígrafos en el estómago

He hablado con muchos presos que tenían en sus estómagos bolígrafos, relojes, alambres de tamaño respetable con las puntas dobladas, mangos de cucharas, gafas... tragado todo ello en posturas complicadísimas, algunos a punto de ser intervenidos, con el fin de protestar por su situación o por no ser trasladados al centro de origen. Quienes carecen de sensibilidad afirman que lo hacen simplemente para fastidiar y crear situaciones conflictivas, pero no se negará que en la mayoría de los casos revelan un estado psíquico no muy estable y, en ocasiones, un estado de desesperación considerable. Uno de ellos me dijo en el hospital que se había autolesionado varias veces y que pensaba hacerlo de nuevo. Ni qué decir tiene que traté de disuadirlo, tratando de convencerle de que no sólo perjudicaba su salud, sino también del impacto que ello produciría nuevamente a sus padres -tenía veinte años- que vivían por ello en una constante zozobra. A los cinco minutos me dijo el director que se lo habían llevado en una ambulancia a una clínica, con un alambre clavado en el vientre. Difícil de olvidar.

Recuerdo a un muchacho joven que, conteniendo las lágrimas, me narraba cómo al despertarse se encontró ahorcado a su compañero de celda. Con frecuencia aparecen presos ahorcados por causas que no siempre revelan las investigaciones, lo que habría que hacer en profundidad.

Otro joven, con la cabeza baja, contábame avergonzado cómo había sido objeto de abusos deshonestos por no acceder a requerimientos de la mafia de la droga, sin querer hablar más ni que se persiguiera el hecho por temor a represalias. He comprobado también, en otros, señales y cicatrices, causadas según unos por otros internos, al ser detenidos o por golpes recibidos durante los últimos motines. En estos casos siempre me figuraba que estaba presente en las entrevistas Víctor Hugo...

Asesinatos frecuentes. Silencio sepulcral por parte de los internos, por razones obvias. Tantas y tantas cosas imposibles de reflejar en un articulo... Nada nuevo para el lector que sigue esos acontecimientos a través de la Prensa, pero cosa diferente el vivirlo de alguna manera en la cárcel.

Una situación kafkiana

Todo ello origina un volcán en el interior de mi conciencia como fiscal y dudas que me asaltan por todas partes. De un lado tengo claro que hay que perseguir el delito y al delincuente, de otro, no puedo dejar de tener en cuenta el lugar en donde el preso se ve confinado.

Veo también con alarma cómo últimamente ha habido un incremento en las prisiones de personas sujetas a la nefasta ley de Peligrosidad, cuya abolición está anunciada, pero que intereses ocultos desean que siga en vigor. Todavía hay quienes piensan que un juez -gran trampa de la ley- puede acabar con la prostitución. ¡Ay si yo estuviera seguro que con medidas de seguridad no existirían vagos ni mendigos! No pararía de solicitarlas, aunque dejaría de ser fiscal y ya no viviría donde vivo, sino que, por aclamación, residiría en la Moncloa. Pensar además que un drogadicto, no delincuente, se va a curar en un establecimiento penitenciario, donde encima se trafica con drogas, es el colmo del optimismo, de la ingenuidad o de la hipocresía. Travestis que se autoqueman y alguno muere. ¡Cúmplase, cúmplase esa maldíta ley, pero qué falta de sensibilidad, señor, qué falta de sensibilidad ... !

De otro lado, muerto de risa está en un cajón del Congreso el proyecto de nuevo Código Penal desde hace dos años, sin explicar las razones. Disminuiría con su aprobación la población penitenciaria, al sustituir al impresentable que hoy padecemos, pero... Tras los últimos motines se prometió una reforma parcial del Código que los presos esperan ilusionados y por ello preguntan constantemente al fiscal. Pero tampoco sale adelante. ¿Por qué? Las promesas o se cumplen o no se hacen. Luego todos son prisas para encontrar soluciones donde no se pueden encontrar. Vendrán nuevas promesas y así sucesivamente.

Estupefactos extranjeros me visitan con frecuencia en la cárcel. Allí son internados no por hechos delictivos, sino que por diversas razones están pendientes de expulsión por orden gubernativa, a pesar de existir resoluciones judiciales que proclaman de conformidad con el dictamen del ministerio fiscal que tales arrestos contravienen lo dispuesto en el artículo 25 de la Constitución. Será necesario demostrar ya de una vez y públicamente quiénes son los auténticos jefes de la Policía Judicial y a quién tiene ésta que obedecer.

Meses y meses sin ser juzgados

Se quejan muchos presos al fiscal de la actuación de sus abogados. Que pasan meses y meses sin verlos. Que incluso en ocasiones los conocen el día del juicio. Que no los tienen al corriente del curso de la causa, ignorando si el sumario está en la Audiencia o no, cuál es la petición fiscal, que les piden dinero para cosas increíbles, etcétera. El gran respeto que profeso a tan digna profesión me impide revelar públicamente más detalles y, entre otras razones, porque lo que sin duda es una minoría no puede empañar el merecido prestigio de tan noble institución.

Y, mientras tanto, los juicios orales se retrasan y retrasan hasta la desesperación, no siempre por motivos justificados. Lo mismo sucede con las suspensiones el día del señalamiento, debido a múltiples razones. Pero una cosa es cierta, aunque nos duela. No se puede tener a personas en situación de preventivos tres, cuatro y, excepcionalmente, más años a la espera de un juicio. La práctica demuestra, que, quien llega en esas condiciones, se presenta ante el tribunal más en calidad de condenado que de simple acusado por el fiscal. La rutina y la no siempre adecuada interpretación de los artículos 503 y 504 de la ley de Enjuiciamiento Criminal está dando lugar a la identificación de la prisión provisional con la pena, lo que nunca debe suceder.

Sin perjuicio de las soluciones que deben tomar con carácter de urgencia los otros poderes del Estado, el Consejo General del Poder Judicial debe adoptar las pertinentes para investigar a fondo -Causa por causa si necesario fuere- las verdaderas razones que producen los retraso y que, en ocasiones, roza el escándalo. Deberá también adoptar el Ministerio Fiscal las que a él le incumben y las propias el Colegio de Abogados. Sólo en el presente año judicial que agoniza ya, con la tristeza y aburrimiento de siempre, se han suspendido en la Audiencia 190 juicios -con procesados presos o en líbertad- por no asistir los letrados y por causas no siempre justificadas. Todos hemos de asumir nuestras responsabilidades.

Es imprescindible de otro lado multiplicar el número de jueces de vigilancia, llamando la atención el hecho de no mencionar la ley Penitenciaria ni el Reglamento al ministerio fiscal, siendo así que tiene éste como una de sus obligaciones más importantes velar por los derechos y garantías de todas las personas, estén privadas o disfruten de libertad

Los funcionarios de prisiones

Funcionarios de prisiones. En ocasiones hay un funcionario cada 150 internos. Tienen muchos problemas para desempeñar su función, que es la de mejor atender y no reprimir al interno. Deberá lo que sin duda es la mayoría, velar por el prestigio del Cuerpo ante actos reprobables de la minoría. Prestigio que se alcanza por el respeto que se consigue en el ejercicio de aquélla, nunca con el temor, siempre con el buen uso y no el abuso de la autoridad de que están investidos y, en todo caso, denunciando siempre todo aquello que pueda dañarlo por la conducta de algunos. En caso contrario se cae en el peor de los corporativismos. Y sabido es que, cualquiera que sea el Cuerpo, el corporativismo es nefasto porque está en contra del progreso y lo que en contra del progreso está, está en definitiva en contra de la libertad.

Creo, por lo demás. conveniente- y así lo he expresado a quien debo hacerlo- mi relevo en la función en su día encomendada. No para que un fiscal sustituya a otro y que sin duda lo haría mucho mejor, sino para que todos los fiscales vivan la experiencia de visitar los establecimientos penitenciarios. La responsabilidad ha de ser compartida por todos.

Pero no perdamos el optimismo. En el argot carcelario, sin que nadie me lo haya sabido explicar bien, se conoce a la pena de cuatro años, dos meses y un día, de frecuente aplicación por los tribunales, con el nombre de la ye-ye. Muchos presos saldrán para no regresar jamás. Otros, un 30% según las estadísticas revelan, vuelven otra vez iniciando viajes de ida y vuelta entre la ye-ye y la libertad, la libertad y la ye-ye... Que los poderes públicos adopten las medidas precisas y brinden, sobre todo a los jóvenes que abandonan la ye-ye, los medios necesarios para que también ellos, como nosotros, puedan debidamente valorar la libertad.

La palabra que, junto a la de mujer, es la más bella y hermosa de cuantas existen en nuestro diccionario y en todos los diccionarios de los continentes que en el mundo han sido y son.

Juan José Martínez Zato es fiscal de la Audiencia Territorial de Madrid y coordinador de causas con presos preventivos.

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