Dizzy Gillespie y Stan Getz cerraron con 'suspense' el Festival de Jazz de Vitoria
La tercera y última sesión del VI Festival de Jazz de Vitoria, reservada para la actuación de Dizzy Gillespie y Stan Getz acabó resultando una de esas aventuras rocambolescas que llenan de vida el jazz. Dizzy y su trompeta estaban en el aeropuerto de París con un billete para Vitoria. Allí se encontraron con Stan Getz y su saxo tenor que lo tenían para Biarritz. "¡Cambia tu vuelo y vente conmigo. Luego tomamos un coche hasta Vitoria y así tendremos un viaje más entretenido!" dijo Getz. Y Gillespie que es hombre afable debió contestar ¡"O.K" y a Biarritz se fueron.Lo malo es que nada más llegar a destino Getz pensó que dormir una siesta le haría bien ante la preocupación de un Dizzy que temía por el buen nombre de su profesionalidad y que ante la modorra del otro optó por subirse a un 4 L rumbo a Alava mientras los organizadores comprobaban aterrados cómo la cinta del aeropuerto de Vitoria arrojaba el equipaje de un tal Gillespie sin que este personaje apareciera por ningún lado.
Llamadas nerviosas a Holanda, París y Biarritz la gente que va acumulándose en el Pabellón de Mendizorroza. La inquietud que aumenta y ¡Dizzy aparece a bordo de su 4 latas color verde puñetal. Ya el concierto está salvado pero ¿y Getz? (cuyo grupo de norteuropeos está en el local). Pues al parecer Getz se ha despertado a tiempo y también enfila la carretera hacia Vitoria.
El concierto empieza tres minutos tarde con el grupo de Getz haciendo una especie de entremés para distraer a la gente. Getz sigue sin llegar, pero ya todas las entradas a Vitoria tienen apostados coches de la policía foral con unos carteles de aeronaútica leyenda: "Míster Getz, follow us" (míster Getz, síganos).
Dizzy apareció en el escenario para calmar a una gente que no sabía lo que pasaba pero intuía algo raro. Tocó muy seriamente, consciente del embolado que se le venía encima. Y tal vez fuera el cansancio o la preocupación los que le hicieran fallar algunas notas. Nada importante. Sucede que Dizzy estuvo arriesgándose todo el tiempo como si no hubiera esuchado la palabra acomodaticia en los 65 años de su vida.
Durante el descanso, inquietud. ¡Hasta que los miñones nos traen a un Getz como ido que formula excusas rituales, se cuelga el saxo, sube a tocar y ¡lo que son las cosas! lo hace mejor, con intención, fuerza y compromiso; como no le habíamos escuchado jamás en directo y pocas veces en disco. Fue un set fabuloso al que siguió un interesante dúo de las dos figuras.
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