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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Las Fuerzas Armadas y un Gobierno de izquierda / y 2

La realidad es que el 23 de febrero el Ejército tuvo en sus manos todos los resortes para dar un golpe de Estado y no quiso darlo. Los porqués de ello han sido analizados, y resaltan el papel desempeñado por el Rey en aquella ocasión. Pero justamente ello coincide con las constantes históricas a las que antes aludí: jamás ha dado el Ejército en España un golpe contra la Corona. No lo dará nunca, al menos sponte sua, por propio impulso.No existe, pues, hoy, no tiene por qué existir, incompatibilidad o enemistad digamos previa o preconcebida entre la izquierda y el Ejército. Tampoco deberá tolerarse que algunos la inventen, la fabriquen, situando en el camino puntos de fricción. Las Fuerzas Armadas no tienen razones históricas ni sociológicas que induzcan al temor o al resquemor. Tampoco son la guardia pretoriana de los poderosos o de los ricos, ni tienen por qué ponerse de parte de la economía de mercado o de la otra, ni defender estatalizaciones u oponerse a ellas, ni intervenir en el pleito ideológico derivado de la bipolarización, ni tomar partido a favor o en contra de los obreros, o de los empresarios, o de los terratenientes, o de los sin tierra, o de los inversionistas, o de la enseñanza religiosa o laica, o del divorcio, o de la familia que reza unida, etcétera, etcétera.

Las Fuerzas Armadas están por encima de la política partidista y, por tanto, de las particularidades que izquierdas o derechas pudieran introducir en la vida nacional a través del ejercicio constitucional del poder.

Además de todo eso, la derecha, que cantó siempre loas y florilegios a los ejércitos, también es cierto que se reservó con egoísmo las ventajas reales y materiales y no dio a los hombres de uniforme más privilegios que los que cada uno, profesional y personalmente, conquistó a pulso. Salvo en aquellas épocas periclitadas en las que se encontraban generales en los consejos de administración, no sé qué mimos pudieran alegarse para deducir que el personal castrense tenga preferencias por este o aquel partido. Acaso en las paradójicas situaciones que pudieran darse en España bajo otro signo, distinto del que gobernó hasta ahora -y del que aún gobierna-, los miembros del Ejército sean profesionalmente mejor tratados y considerados que lo son hoy y que lo fueron en el pasado.

'Noli me tangere'

Los puntos de fricción que pueden aparecer sabemos cuáles son. También debemos saber que no resultan inabordables. Se refieren, en primer término, al mantenimiento de la unidad nacional, por cuyo quebranto el Ejército no pasará nunca; pero esto no es privativo del estamento militar, porque en defensa de ese principio nos encontramos todos los españoles. En otro plano está el terrorismo, que deviene de las mismas raíces, porque el terrorismo español no se basa en las razones del antiguo anarquismo revolucionario o en la lucha de clases; no tiene más plataformas que el separatismo. El orden público y la seguridad ciudadana acaso sean otro motivo noli me tangere para las Fuerzas Armadas, y también la preocupación de que se mantenga el estilo occidental de vida y, sobre todo, que no se produzca el avasallamiento de quienes no comulguen con los credos del nuevo poder.

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Problemas no resueltos

Esa media docena de puntos -y otros, como el paro, que previsiblemente es generador de malestar social- son problemas que la derecha no sólo no ha resuelto, sino que los gobiernos que se han sucedido, que no puede decirse hayan sido izquierdistas, han hecho conflictivos, con sus torpezas, vaguedades e ineptitudes. Pudiera ocurrir -seguramente es lo que va a ocurrir- que la izquierda acierte al dar a estos problemas un tratamiento ecuánime, responsable y serio, con lo cual se reafirmará la idea de que no existen realmente puntos de colisión entre los valores que el Ejército entiende como intangibles y los que habrán de defenderse desde la sustantividad de la democracia -y desde la pretensión primaria de consolidarlapor los poderes que se alojen en la carrera de San Jerónimo y en la Moncloa.

En fin, para terminar: contrariamente a lo que algunos sustentan, muchos tenemos la convicción de que el período que se avecina va a profundizar más sobre compatibilidades y comunicabílidades que sobre lo contrario.

Esa convicción no se funda sólo -al menos es mí caso- en pálpitos o intuiciones, sino en el análisis de los precedentes históricos combinados con la realidad que tenemos a la vista. "Es falso", escribió Ortega, "decir que la historia no es previsible. Innumerables veces ha sido profetizada. La idea de que el historiador es un profeta al revés resume toda la filosofía de la historia".

Eso es lo que nos permite asegurar que ocurrirá ahora, la convergencia de tiempos idénticos ya vividos: la Corona, las Fuerzas Armadas, la voluntad popular libremente expresada. Todo en conjunción con el lema Cúmplase la voluntad nacional, lema que no fue una sentencia de ningún civil, sino precisamente de un español con entorchados, el general Espartero.

Víctor Salmador es escritor y periodista.

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