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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La verja, como telón de acero

Felicito a EL PAIS por el estilo ético, honesto, objetivo, civilizado, con que viene tratando el asunto de la verja de Gibraltar, el segundo telón de acero existente en Europa. He pasado unos días en La Línea con ocasión de una conferencia que di en dicha ciudad, y he pulsado concienzudamente los sentimientos de sus habitantes en relación con la presente situación, derivada del incumplimiento de las promesas que acompañaron al cierre de la verja hace trece años.Los linenses tienen la impresión -nada descaminada- de que la España cavernícola les desprecia porque, pese a la altisonante campaña anglófoba que viene desplegando la Prensa reaccionaria, ellos -los linenses- siguen sintiéndose inasequibles al odio que esa Prensa predica. Los linenses no odian a los ingleses y sienten, además, una entrañable simpatía por los llanitos. Ni los ingleses ni los gibraltareños les han causado ningún mal. Durante nuestra última guerra civil, Gibraltar acogió con hidalga hospitalidad a los miles de republicanos andaluces que tuvieron que huir de su Patria para no ser fusilados por las tropas marroquíes y los fascistas azules, que llevaban al paredón a todo quisque sospechoso de ser rojillo, masón o librepensador. ¿Qué gana España sembrando ahora en el Sur el odio que antaño sembrara en el País Vasco, y cuya horrible cosecha de sangre tanto nos apena a quienes quisiéramos que nuestra Patria se librara de esa constante de salvajismo que ensucia tantas páginas de nuestra historia?

Tengo la impresión de que son muchos los linenses que proyectan apelar al Papa Juan Pablo II que interceda cerca del Gobierno, a fin de que se les indulte de la pena que llevan trece años purgando por el supuesto crimen de lesa patria de no poder odiar a sus pacíficos vecinos del Peñón. Quienes, por cierto -me refiero a los gibraltareños de origen español, genovés o maltés-, no podrán acudir a Sevilla en octubre a aclamar al Papa, porque la verja de la vergüenza les impide poder viajar por esta España que se autodefine democrática. /

Futurólogo.

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