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Crítica:OPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El gran momento de Alfredo Kraus

La vuelta de Alfredo Kraus, ausente de los festivales o temporadas de ópera de Madrid, ha revestido caracteres de acontecimiento, en un concierto realizado por iniciativa de IBM y con el patrocinio y la presencia de la Reina Sofía.El Real se llenó de un público entusiasta que desafió el calor madrileño y se olvidó de las transmisiones del Mundial-82. Y en medio de un ambiente caldeado desde el primer momento -Kraus fue recibido con una ovación de tres minutos-, asistimos a una altísima, definitiva lección de bien cantar.

Toda la actuación del excepcional tenor constituyó -una vez más- un contínuo hacer música y una exhibición de técnica completa y admirable. Diría más: Kraus es un intérprete verídico del mismo modo que es un hombre auténtico, amigo de la verdad en la vida y en el arte: exigente consigo mismo hasta límites máximos y despojados de fútiles vanidades y enojosos exhibicionismos.

Alfredo Kraus

Orquesta de RTVE. Director: García Navarro. Obras de Gounod, Massenet, Donizetti, Verdi, Berhoz y Mascagni. Teatro Real. 29 de junio.

Cultura de la garganta

Nadie busque, en cuanto escribimos, ni comparaciones ni el "¿contra quién va ese aplauso?", de tan arraigada tradición española. Hablamos de lo de hoy y nada más: de ese cantante fuera de serie que, desde hace un cuarto de siglo, enaltece nuestra lírica por el ancho mundo. El valor de Kraus sobrepasa lo individual para hacerse escuela. Si mañana, en nuestro país, no queda viva y actuante la "escuela de Kraus" habremos cometido, entre todos -por capricho, silencio, desinterés o lo que sea-, un pecado contra la cultura española que también se hace en la garganta y el saber (sin olvidar ningún término) de los llamados divos.

Entre los saberes de Alfredo Kraus cuenta uno principalísimo: saber con precisión el repertorio que le conviene pero desde él y solamente desde él, cantar y enseñar a cantar. Una actuación de Alfredo Kraus vale un gran curso de técnica trascendente: del cante, lo que incluye todos los aspectos del arte vocal desde la prodigiosa dicción hasta el dominio de la voz, pasando por una magistral articulación y un fraseo modélico.

Kraus tiene 55 años y los confiesa en la misma nota biográfica del programa. No canta como siempre, no domina la voz como siempre, no hace música como siempre: está mejor que nunca. La unidad de color en todos los registros, la flexibilidad de modulación, la capacidad para jugar las intensidades, el ímpetu para atacar los agudos, la afinación verdaderamente instrumental, son prodigiosas. Más aún porque no constituyen un fin, en sí mismas, sino el medio para mejor servir a la música. El triunfo apoteósico de Kraus es, como fue desde el principio de su carrera, el triunfo de la perfección cuya presencia se toma evidente y despierta el más puro entusiasmo convertido en interminable aclamación.

Los fragmentos franceses -Fausto, Manon, Romeo y Julieta- y los italianos -Donizetti, el belcantista, y el Verdi de La traviata- fueron seis creaciones, tan análogas en su calidad como variadas en la intencionalidad. El españolismo directo de Ruiz de Luna, la evocación a Fleta de la jota de El trust de los tenorios, o la insuperable cavattina de Rigoletto, prolongaron un programa que, si por voluntad del público fuera, no habría concluido todavía.

Hubo bravear multánime y voces aisladas, para decir a Kraus que el público madrileño no lo olvida y que, en definitiva, tiene derecho a esperar la presencia de Kraus en nuestros escenarios. Que el cantante tenga asegurada una actividad incesante fuera, de España no quiere decir que dejemos de escuchar a Kraus en su país. El gran momento de la lírica española debe ser no sólo conocido, sino vivido aquí en todos sus nombres ilustres sin exclusión de ninguno. Los organizadores de la próxima temporada de ópera tienen la palabra y el deber de atender los deseos de la mayoría.

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