Las frases hechas
La cosa empezó en todo el mundo debido a lo que en prosodia se llama ley del menor esfuerzo, y se basa en que la pereza humana procura evitar trabajo innecesario al cerebro. Cuando se inventa una serie de palabras que fijan una situación, se crea la frase hecha, y con ella en los labios la inmensa mayoría de la gente no tiene que preocuparse de analizar una situación para dar un juicio. Con lo que cansa esto, especialmente en verano... Echemos mano de la frase hecha y cumpliremos con la obligación de contestar a ese señor o a esa señora que nos está comentando algo de lo que ocurre.(No hay que confundir la frase hecha con el refrán. Este es eterno desde que se ha incorporado al lenguaje, mientras que la frase hecha puede cambiar con las circunstancias y la moda. Hoy, por ejemplo, nadie dice adiós y sí hasta luego, aunque las posibilidades de encontrarse otra vez dos desconocidos sean mínimas.)
Si la frase hecha es, sobre todo, meteorológica es porque la inmensa mayoría de las; conversaciones que se realizan en los ascensores o en los vehículos públicos se refieren a lo que, siendo actualidad, no ofrece peligro de herir los sentimientos íntimos del prójimo. Nadie al oír "Parece que va a llover" salta: "¡Como budista, o como partidario del Atlético, no le tolero que me diga eso!". Lo normal es que conteste a esa frase aséptica con otra igualmente aséptica, como: "Sí, ya era hora".
En ese campo climático hay una serie de aseveraciones que generalmente son aceptadas como dogmas de fe por todos los contertulios presentes. Por ejemplo, el de "¡Qué calor hace en Sevilla.'", o el de "Para frío, el de Burgos". Pero también existen otras frases hechas que al principio eran heterodoxas y que, con el correr del tiempo, han acabado por ser tan de carril como las anteriores, a las que siguen de esta forma: "Pues ya ve usted, donde yo he pasado más calor en mi vida ha sido en Burgos".
El gran debelador de las frases hechas fue Miguel Mihura, con Tono, Laiglesia y demás colaboradores de La Codorniz de la primera época; cuando la censura no permitía atacar frontalmente a una España anquilosada, los humoristas de los cuarenta se cebaban en las expresiones tópicas de aquella misma sociedad. Al "Esa cara la he visto yo en alguna parte" de rigor, contestaba el aludido: "No creo, porque siempre la llevo aquí conmigo", y el dengue cursilón de la muchacha piropeada: "Eso se lo dirá usted a todas", se lo hacían aplicar los humoristas a las circunstancias más inesperadas. Por ejemplo, al bombero que urgía a una señora a huir del fuego, o el guardia que la avisaba de que el banco estaba recién pintado.
El estado de salud sigue al tiempo en el número de veces de utilización popular, tanto porque cada uno se siente simpáticamente identificado con el paciente como porque las experiencias, en muchos casos, son comunes. Así, la obsesión de "hay que evitar las corrientes", en lo que se refiere al resfriado, porque "en invierno ya se sabe", puede tener una variante también muy utilizada: "Los catarros de verano son peores". "¡Claro!", asegura de nuevo el coro, ¡como uno no puede abrigarse!". Del enfermo se puede pasar a quien lo cuida, su madre, quien, naturalmente, lo hará como nadie, "porque madre no hay más que una", mientras los hijos "no dan más que disgustos". Se me ocurre ahora que los hijos no reaccionan haciendo frases hechas de los disgustos que les dan a ellos los padres. Y eso que desde niños ya se les ha aplicado eso de: "Niño, no corras que te puedes caer", o "¿Cómo has podido ensuciarte tanto?", para seguir, más tarde, con el consejo: "Tienes que estudiar para que el día de mañana seas un hombre de provecho", pasando por "Lo que importa es tener un trabajo fijo".
Aunque los jóvenes, cuando acuden a los espectáculos, sí usan las frases hechas que han acuñado a lo largo de los años. Y así, los que van a las corridas aseguran, generación tras generación, que cuando "hay toros, no hay toreros, y cuando hay toreros, no hay toros", y los del fútbol insisten tenazmente en que "la mejor defensa es un buen ataque", para que el balón "bese las mallas" el mayor número de veces posible. Lo más bonito de las frases hechas es que a menudo van precedidas por un desengáñate. "Desengáñate, donde hay patrón no manda marinero".
Y ahora doy por finalizado el artículo, "porque lo importante es saber retirarse a tiempo".
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