Lucha, luego existe
Esta es, sin duda, la categórica respuesta que todos los panameños -sea cual sea su personal ideología política- pueden dar a la inimaginable pregunta -"¿Existe Panamá?"-, que recientemente fue divulgada desde la primera página de uno de nuestros más notorios diarios nacionales.Verosímilmente, se publicarán pronto datos y argumentos muy sólidos para fundamentar una contestación de esa índole, no sólo en España, sino también allende el Atlántico, que no nos separa, sino que nos une más a iberoamericanos y españoles, conscientes de un inescindible destino histórico.
En todo caso, es la respuesta que con sobriedad y sencillez, pero desde lo más hondo de nosotros mismos, nos sentimos impulsados a difundir los firmantes de estas líneas, miembros de una Asociación de Amistad Hispano-Panameña, que hemos tenido el honor y la alegría de conocer, en contacto personal y directo, las hermosas tierras y las nobles gentes de esa hospitalaria nación, entrañable hermana benjamina de España.
No importa que dicha infeliz pregunta fuera formulada por un brillante escritor, de ilustre apellido, y miembro además de la Real Academia de la Lengua: ni que podamos atribuirla a un instante de despiste o de sopor -¡también Homero dormitaba de vez en cuando!- y no a malquerencia. (La presunción de inocencia es un conocido principio general de Derecho, elevado ahora a rango constitucional, y del que no puede privarse a nadie, y menos a los periodistas, que por profesión escri ben casi siempre en agobiante carrera contra el reloj.
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A pesar de estas circunstancias atenuantes, nos resistimos a guardar silencio porque Panamá merece -y en estas horas con singular fundamento- que su imagen no sea erosionada por nadie y que todos los españoles sepamos mejor cuál es la ejemplar batalla que ese pueblo y sus representantes en los organismos internacionales están librando desde hace decenios por afirmar su propia y plena independencia, no sólo política, al tiempo que contribuyen a la de los demás pueblos de Iberoamérica.
Otras personas se ocuparán de corregir los datos erróneos y las interpretaciones Ínexactas o fragmentarias que se contienen en el artículo de referencia, en torno al difícil proceso histórico que llevó a Panamá a separarse de la gran Colombia, y analizarán con el debido rigor la rica contextura étnica y espiritual de esa nación, tan joven como madura, fruto de la convergencia, en lo geográfico y en lo humano, de sangres y de eulturas distintas, pero con patente prevalencia del factor hispánico, del que nunca reniega.
Lo que aquí ahora nos basta -y nos urge- es recalcar, por obvio que resulte, que Panamá existe con creciente plenitud, hacia dentro y hacia fuera.
Lucha, en efecto, por resolver en el interior de sus fronteras viejas desigualdades sociales y por avanzar en busca de nuevas estructuras realmente democráticas, bajo el impulso de su joven presidente, Arístides Royo, doctor en Derecho por la Universidad de Salamanca, decana de España, al mismo tiempo que estimula el diálogo entre los diferentes partidos políticos y asociaciones, sindicales con el fin de abrir esos caminos de solidaridad, de justicia y de paz.
Y en el plano exterior, que es el que en este momento más nos concierne, Panamá combate tenaz y bravamente contra arcaicas dependencias de diversa índole en servicio de un nuevo orden internacional, no sólo económico, sino también jurídico y político. Y en esa lucha está empeñado todo Panamá, porque sus mujeres y sus hombres, discrepantes sobre unos u otros problemas de carácter interno (como es logico en cualquier Estado no totalitario), se sienten firmemente unidos en sus anhelos de auténtica independencia y en sus legítimos reivindicaciones nacionales.
Es una lucha sin armas de guerra y sin sangre, porque hay afán de concordia y de solidaridad humana en el alma de los panameños; pero es lucha de temple heroico, porque hace falta mucho vigo íntimo y mucha fortaleza externa para seguir eliminando las ilegítimas servidumbres que dimanaron de la concesión del canal y las que aún genera el imperialismo capitalista.
Sólo merced a este temple, Panamá puede ir cumpliendo en libertad real el papel básico que le asignan, a la par, su situación geográfica y su visión de la vida y del mundo.
El insigne jurista panameño Rómulo Escobar Bethancourt, doctor por las universidades de Panamá y de Madrid, de renombre y talante progresista, brindó al mundo un valioso testimonio escrito sobre la penúltima fase de esa epopeya, en su incitante libro Torrijos: ¡colonia americana, no!
En esa línea, Panamá, bajo la guía hoy de su presidente Arístides Royo, que asume la voluntad convergente en este punto de todo su pueblo, se esfuerza, con singular brío, por obtener el respeto de Estadós Unidos de Norteamérica y de otras grandes potencias, a la personalidad y a los derechos básicos de las diversas naciones de Centroamérica y por contribuir a la instauración de una paz verdadera, en aquel sangriento foco de violencias y opresiones. Por si fuera poco, Panamá lucha también en este momento, mano a mano con España, en la cumbre de las Naciones Unidas, para que termine la sangrienta tragedia de las Malvinas, no por la fuerza de las armas, sino por el peso de la razón y del diálogo.
Si un gran europeo, símbolo de la modernidad, pudo decir: "Pienso, luego existo", con mucha mayor justificacion un pueblo puede gritar hoy, para ser bien oído: "Lucho, luego existo". Y en ese grito está el principal signo de identidad histórica de Panamá, la pequeña y gran nación del mundo hispánico. / Por la Asociación de Amigos de Panamá:
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