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La invasión israelí de Líbano

Israel ataca Beirut con bombas de fragmentación

Las explosiones de las bombas despertaron de nuevo ayer de madrugada a Beirut: como si el alto el fuego decretado el viernes no hubiese entrado en vigor. Pero ayer, según la agencia palestina Wafa, eran bombas de fragmentación las que estallaban. Con la misma intensidad que el viernes -la jornada más sangrienta de la guerra, con un balance de 207 víctimas y 647 heridos, en su mayoría mujeres y niños-, Israel bombardeó todo el día, por tierra, mar y aire, la periferia sur de la capital libanesa y el casco urbano de Beirut, posiciones de las fuerzas palestinas, libanesas progresistas y chiitas, e incluso sirias.

Las zonas evacuadas de Beirut se amplían de hora en hora, mientras aumenta la densidad de habitantes en los barrios aún a salvo de los bombardeos.Los ejércitos sirio y judío respetaron escrupulosamente, sin embargo, el alto el fuego bilateral, dejando a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y a sus aliados libaneses solos frente a la Fuerza Armada Israelí (TSHAL) que, aunque no haya entrado en Beirut, sigue reservándose esa posibilidad, como lo demuestran sus ataques sobre Bir Hassan y Jalde, por donde pasan dos posibles ejes de penetración a la ciudad.

El sentimiento que predomina en las filas de los milicianos palestinos oscila entre la decepción y el orgullo. Decepción, por la escasa solidaridad manifestada por el mundo árabe, que, con la única excepción de Siria, ha contestado hasta ahora con meras condenas verbales a los llamamientos del líder de la OLP, Yasir Arafat.

Pero incluso Siria, en opinión de algunos diarios libaneses, a pesar de haber perdido en esta guerra de seis días de duración más de doscientos hombres y 62 aviones, la cuarta parte de su fuerza aérea, ha caído en la trampa israelí al aceptar un alto el fuego sin retirada inmediata judía, que pone en tela de juicio la solidaridad sirio-palestina.

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Los israelíes no parecen haber conseguido, en cambio, resquebrajar la colaboración palestino-libanesa a pesar de sus bombardeos del viernes sobre barrios libaneses de Beirut, con los que esperaban, sin duda, agudizar la hostilidad de los civiles contra la OLP.

Al contrario, las relaciones entre combatientes libaneses y palestinos, que experimentaron antes de la invasión un cierto deterioro, son ahora óptimas, y, en cierta medida, el propio Gobierno libanés parece combatir la decepción palestina ante la indiferencia árabe.

Por último, la OLP expresó también una cierta desilusión, a través del número dos de Al Fatah, Abu Iyad, a propósito de la actitud de la URSS. "Hubiésemos deseado una intervención más decisiva en los primeros momentos", declaró el dirigente palestino.

El orgullo palestino está motivado por una simple constatación: Israel ha necesitado el mismo número de días para conquistar el sur de Líbano, defendido principalmente por la OLP, que para derrotar, en junio de 1967, a tres poderosos ejércitos árabes (Egipto, Siria y Jordania). Esto no quita para que la TSHAL haya destruido gran parte de la infraestructura militar palestina, causando a la OLP cerca de 2.000 bajas militares sobre un total de 17.000 combatientes.

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