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Egipto presiona a Israel para que cese su ayuda a Irán en la guerra contra Irak

La inesperada visita a Israel del ministro egipcio de Asuntos Exteriores, Kamal Hassan Ali, portador de un mensaje urgente del presidente Hosni Mubarak para el primer ministro israelí, Menajem Beguin, responde a un doble objetivo, según fuentes egipcias fidedignas: Desbloquear las conversaciones sobre la autonomía palestina, cuya reanudación impide la disputa sobre Jerusalén, y coordinar, en lo posible, la política de Egipto e Israel de cara a la guerra que enfrenta a Irán con Irak.

Este segundo punto es el que más preocupa, por ahora, a los dirigentes egipcios, que intentarán convencer a Israel de que cese sus ventas de armamento a Irán, señalan las mencionadas fuentes. En el mismo Israel la entrega de armas al régimen islámico del ayatollah Jomeini divide a la opinión pública y hasta al propio Gobierno, donde algunos ministros ponen en tela de juicio la política decidida por el ministro de Defensa, Ariel Sharon, con el acuerdo del primer ministro, Menajem Beguin.La posición israelí considera a Irak, enemigo jurado del Estado hebreo, distante tan sólo unos pocos centenares de kilómetros de sus fronteras, como el más peligroso de los beligerantes, frente a un Irán algo más lejano y cuyo líder, que desea también la desaparición de Israel, otorga la prioridad a la "purificación del mundo islámico", que empieza con el derrocamiento de los regímenes árabes laicos, entre los que destaca el del "traidor" iraquí Saddam Hussein.

La entrega de material militar israelí a Teherán ha permitido, además, reactivar las relaciones de Israel con el Ejército iraní al verse obligado Jomeini a liberar a algunos generales que estaban familiarizados con el manejo del armamento hebreo y que, ahora, se han puesto al frente de la campaña contra el invasor iraquí.

Ariel Sharon apuesta también por la sucesión de Jomeini cuando, acaso, hombres que han trabajado con los israelíes se hagan nuevamente cargo del poder y, frente a un panarabismo que tardará en resurgir, puedan estar tentados de aliarse con el Estado hebreo como ya lo hizo el sha en sus tiempos. Para los israelíes, Irán sigue siendo la primera potencia no árabe de Oriente Próximo.

Por todos estos motivos, Beguin y Sharon han optado por ignorar los ataques antisionistas de Jomeini y le han ayudado a pelearse contra los iraquíes.

Pero los que cuestionan esta opción no están faltos de argumentos. Para estos últimos se corre el riesgo de que el Ejército iraní penetre en territorio iraquí y se realice así el objetivo de Jomeini: derrocar al régimen baasista del presidente Saddam Hussein. Los chiitas, que forman entre el 50 y el 60% de la población iraquí, tomarían el poder bajo la protección del Ejército de Jomeini.

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La instauración de un régimen favorable a Jomeini en Irán originará la creación de un frente antisraelí, integrado por Teherán, Damasco y Bagdad.

Por último, ayudar a Irán equivale a respaldar a la "revolución chiita", cuya exportación a los países del golfo pérsico teme Estados Unidos con tanta mayor razón que Arabia Saudí no parece en condiciones de poder parar.

Estados Unidos, ahora disgustado por las ventas de armas israelíes a Irán, las aprobó en un principio cuando Irak acumulaba los éxitos militares contra el Ejército iraní. Pero desde entonces las cosas han cambiado y Washington se muestra preocupado por las consecuencias de una victoria militar iraní, que puede desestabilizar a Oriente Próximo.

Tras haber intentado convencer a Sharon, durante su reciente viaje a Estados Unidos, de que deponga su actitud, la Administración del presidente Ronald Reagan ha propiciado ahora algunas filtraciones para forzar un debate en Israel sobre la oportunidad de la ayuda a Irán.

Egipto, país al que Jomeini no ha perdonado el asilo brindado al sha durante su exilio, tiene también que hacer frente a una fuerte oposición integrista musulmana sunita y no desea, en absoluto, la expansión del integrismo chiita entre sus aliados objetivos del golfo.

El presidente Mubarak espera también que la creación de una coalición antiiraní, compuesta por Irak, Arabia Saudí, Jordania, los Emiratos Arabes Unidos y Egipto, le permitirá reintegrarse en la familia árabe.

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