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Ni el Gobierno ni la Iglesia desean que se politice el viaje del Papa a España

"El hecho de que el Papa sea líder religioso y jefe de Estado confiere su visita a España un carácter religioso y político. La personalidad de Juan Pablo II, en la que se mezclan el tradicionalismo en temas morales con la modernidad en asuntos socioeconómicos, contribuyen a la importancia de su viaje que, además, se produce en un momento de crisis de partidos y ambiente preelectoral", señaló Raúl Morodo en la presentación de la mesa redonda sobre El viaje del Papa a España, organizada por la Fundación para el Progreso y la Democracia.El jesuíta Martín Patino, provicario de la Diócesis de Madrid, pidió a los partidos y a la opinión pública un pacto de respeto para que se mantega el viaje dentro de sus justos límites, evitando demandas interesadas. "El Papa quiere hacer una visita pastoral y no es lícito dudar de ello". También reconoció que se puede manipular este acontecimiento, no tanto por la instrumentalización política, sino por otra mucho más sutil, protagonizada por católicos convencidos de que la Iglesia tiene que volver a formas hegemónicas del pasado.

Tanto Martín Patino como Joaquín Ortega Salinas, presidente de la comisión mixta que prepara el viaje papal, reconocieron que esta visita puede significar un fortalecimiento de la democracia. "La misma Conferencia Episcopal", reconocía Ortega Salinas, "se ha preocupado de una repartición equilibrada de la presencia del Papa en las distintas autonomías". El viaje es, en su opinión, eminentemente religioso y tarea de la comisión es evitar toda manipulación política.

Manuel Medina, profesor de Política Internacional, dijo que la actual crisis de ideologías está posibilitando la vuelta del tradicionalismo (la guerra religiosa entre Irán e Irak, o los nacionalismos en la guerra de las Malvinas).

Antonio Garrigues, ex embajador en la Santa Sede, señaló la originalidad de los últimos Papas, a los que calificó de "viajeros". Tras un recorrido por la historia de la Iglesia, llamó la atención sobre el tradicional asentamiento de los Pontífices en Roma, desde el Quo Vadis de Jesús a Pedro. Con Pablo VI, que quiso venir a España, aunque lo impidieron dificultades políticas, se reanudan los viajes paulinos que han encontrado en Juan Pablo II su máxima expresión.

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