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DECIMOCTAVA CORRIDA DE LA FERIA DE SAN ISIDRO

José Luis Parada reaparece y vuelve a nacer

Reaparecía en Madrid José Luis Parada y en Madrid volvió a nacer. Llevaba algunos años sin venir, porque contrata pocas corridas y permanece medio en el paro, como muchos de sus compañeros. Naturalmente no podía desaprovechar la oportunidad de verse en San Isidro, doblemente favorable, pues en cuarto lugar le salió un toro nobilísimo.Quiso empezar con un alarde y se fue a los medios, donde citó de largo, con la muleta plegada en la izquierda. Se arrancó fuerte el toro, desplegó la muleta el torero y aguantó el envite, pero salió del embroque volteado y revolcado de mala manera, mientras recibía pitonazos por todo el cuerpo.

Dió la sensación de que llevaba cornada, o más de una, pero ni un desgarrón tenía el vestido. Sin embargo, la cogida trajo sus consecuencias, porque había sido una paliza tremenda, y le dejó conmocionado. En la ingravidez de la inconsciencia le salieron con temple y mano baja varios redondos, y no ocurrió nada grave porque el toro pasaba de seda. Mientras, las cuadrillas correteaban alarmadas; quisieron retirarle del ruedo, le echaron agua por la nuca. Ensangrentado el rostro, desmadejado, pero con un pundonor y una vergüenza torera inusuales, Parada volvió al toro y acabó con él. Romerito y Joselito Calderón se lo llevaron en brazos a la enfermería.

Plaza de Las Ventas

30 de mayo Decimoctava corrida de la Feria de San IsidroToros de Murube, bien presentados, encastados e inválidos; tercero y sexto sustituídos por otros de Murteira Grave, bien presentados y nobles. José Luis Parda: Bajonazo descarado (silencio). Dos pinchazos y tres descabellos (ovación y pasa a la enfermería). José Luis Palomar: Tres pinchazos y tres descabellos (aplausos y también pitos cuando saluda). Bajonazo (aplausos y salida al tercio). Víctor Méndes: Estocada delantera caída (oreja). Estocada atravesada (petición y vuelta). Parte facultativo: Parada sufre contusiones en región cervical y hemitórax, puntazo en muslo, erosiones y conmoción cerebral. Pronóstico reservado.

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En el que abrió plaza, Parada había muleteado vulgar y con desarmes. Desaprovechó aquí un ejemplar noble que, por cierto, padecía debilidad perniciosa. En realidad, todos los Murube padecían debilidad perniciosa. La gente sigue enfadada y es lógico porque los toros continúan cayéndose. Aquello de que la ganadería brava sufre un mal endémico cuesta creerlo. La sospecha es que algo le ocurre al toro desde que sale del campo hasta que llega al ruedo. Si es trauma psíquico, agresión física o síndrome tóxico, lo ignoramos. Pero algo sucede.

Y como las caídas ya son hábito, a las reglas del arte de torear es preciso añadirles nuevos cánones. Suelen consistir en un manejo del engaño con la mano altita y que no moleste al animal. Así hubo de muletear José Luis Palomar a sus dos Murube, con más brevedad a su segundo, pues éste era inválido absoluto. Se le anotan unos ayudados por alto ganando terrero y media docena de redondos bien dibujados. En banderillas estuvo vulgar, y no mucho mejor Mendes.

Correspondieron los dos sobreros a este diestro y ambos resultaron nobles. En la faena de muleta al primero de ellos instrumentó con gusto no exento de pico piconero series en redondo, mientras por la izquierda el toro iba con la cara alta y hacía hilo. Pero como el público estaba embalado, aprovechando la feliz circunstancia de que mató a la primera, de que los pueblos de alrededor habían vaciado en Las Ventas parte de sus habitantes y de que el Pisuerga pasa por Valladolid, le dieron una oreja.

Mucho pico piconero volvió a utilizar en los derechazos al sexto, y pues de la andanada se lo reprochaban mediante señales acústicas (con un pito, queremos decir) se encaró con el mensajero y puso la muleta plana, pero al remate del pase se agarraba al toro, y no se sabe que es peor. Tras semejante demostración de impericia, la andanada continuó igual de insatisfecha y con el pito a toda marcha.

El triunfo de Mendes fue facilito, pero le iluminó su buena estrella y le vale de mucho; al fin y al cabo, se lo dio Madrid. En cambio, su compañero Parada, que también necesitaba el triunfo, salió estrellado y ahora está en un ¡ay!. Claro que puede contarlo, y eso ya es mucho para lo que pudo ocurrir.

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