Hubo provocación
La corrida estaba remendada con dos reses de Juan Mari Pérez, uno de los ganaderos inhabilitados por afeitar toros. Que el juez haya dejado en suspenso la sanción, no le redime ante los aficionados. Por eso la soprendente ocurrencia que ha tenido Chopera de comprarle sus pupilos para la feria se tenía que interpretar como provocación. Y hubo provocación. El público les echaba de la plaza, al ganadero y al empresario. Y como no podían conseguirlo, a quien puso de patitas en la calle fue al primer Juan Mari que saltó a la arena, pues además no tenía trapío y estaba cojo.Pero la provocación no empezó ahí sino con varios toros del marqués, que tenían unos pitones sospechosos. La sombra del afeitado ha vuelto a proyectarse sobre la fiesta, y precisamente en la "primera plaza del mundo", la que da y quita. Con acertada estrategia desde el prisma de quienes están interesados en que el fraude vuelva, porque lo que tolere Las Ventas,con más facilidad se tolerará en todas partes. Sin embargo, la afición madrileña no pasa ni una, y el atropello del afeitado, aún menos.
Plaza de Las Ventas
21 de mayo. Octava corrida de Feria.Cuatro toros del marqués de Domecq, bien presentados aunque varios de ellos sospechosos de pitones; mansos y nobles; Los dos últimos, de Juan Mari Pérez Tabernero, cuyo anuncio provocó gran escándalo; uno devuelto al corral, el otro manso. Quinto, sobrero de Nuñez Hermanos, terciado pero con trapío, astifino, con casta, manso, y noble. Rafael de Paula: ocho pinchazos bajisimos -primer a viso-, otro pinchazo, estocada corta atravesada, cinco descabellos,-segundo aviso, con retraso- y cinco descabellos más (bronca). Estocada corta atravesada, tres descabellos -aviso-y seis descabellos más (bronca). Pepín Jiménez, que confirmó la alternativa: estocada (ovación y salida al tercio). Bajonazo (vuelta protestada). El Soro, que confirmó la alternativa: pinchazo, otro hondo y dos descabellos (silencio). Seis pinchazos, dos descabellos-aviso- y un descabello más (pitos).
Con semejante corrida de complicaciones, manejos y escándalos, vinieron a confirmar la alternativa Pepín Jiménez y El Soro. Mal asunto, cuando el público está de uñas. No obstante, el público deMadrid sabe discernir y les abrió un amplio margen de confianza.
Los toros también. Les decían por lo bajini: "Aprovéchese y toréeme usted, que soy gente de or den". Pepín Jiménez hizo a los su yos faenas con acusados altibajos: junto a muletazos exquisitos, daba otros zarapastrosos. En el, primero cuajó un derechazo de frente con temple asombroso, un pase de pecho monumental, ayudados y kikirikíes; en el quinto, naturales de bonita factura. Y entre medias, mucho pase sin sentido. Como en su etapa de novillero, seguimos preguntándonos: ¿quién es Pepín? ¿El bueno o el malo?.
El Soro salió embalado, dio una larga de rodillas en la que el toro le pasó como un tren, por encima; hizo un quite por faroles; galleó por chicuelinas; imprimió especta cularidad al tercio de banderillas con sus saltos característicos al reunir. Y en ese tercio se acabó El Soro porque es un desmañado muletero, desde luego sin asomo de arte pero también sin técnica ni recursos. Lo cual puede no importar en su tierra, donde le jalean, pero para Madrid es dato fundamental. Fracasó rotundamente que no crea otra cosa.
El padrino, dicho, en el más familiar sentido de la palabra, era Rafael de Paula. Los ahijados harán bien si no siguen el ejemplo que les dio ayer.. Protagonizó un mítfn al escabechar a su primero que no se fue al corral porque el presidente Portolés tiene peluco de plomo y atrasa (con la extraordinaria se lo comprará digital), y en su segundo, el sainete del embrujo cuando no hay inspiración y lo gustituye por su caricatura. Quería, el hombre, pero no podía. Cuando acribillaba al toro del escándalo, Copano se ponía al costado- del animal, para aliviarle el volapié (que en la versión-de Paula es juyerafaé), pero ni por esas lograba meter la espada.
Por fortuna le lidió sus toros Andrés Luque Gago, siempre perfecto de colocación y magistral en la brega, el cual no necesita, para ser un gran peón, dirigir miradas lánguidas a su matador, ni cotorrearle, ni declarar en los periódicos que es el mejor, como hacen otros; ¿se entiende la indirecta?.
Babelia
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