Huelva: la segunda colonización
"Cuando los socialistas, gobernemos Andalucía queremos convertir esta región en una especie de Japón español; es decir, en un territorio donde se atienda en primer lugar a la necesidad de inversiones, que acaso no sean cuantiosas, pero sí que precisen para su funcionamiento mucha mano de obra", me decía Alfonso Guerra, vicesecretario. general del PSOE, en el transcurso del vuelo Madrid Almería, en el que coincidimos en la noche del pasado día 5. Ese Japón ya está inventado en España: se denomina País Valenciano (o, perdón, comunidad valenciana). No cabe duda alguna de que, en efecto, dada la imposibilidad de emigración a otras regiones españolas e igualmente al extranjero y considerando que -después de Canarias- Andalucía sigue presentando. tasas de crecimiento natural o vegetativo casi tercermundista, la única solución -amén de un mejor reparto de la riqueza agrícola- pasa por la creación de una industria de poca inversión y, a la vez, altamente creadora de puestos de trabajo. La cosa no es, en absoluto, imposible. Pero tampoco es tan simple. Hace falta voluntad de querer ese tipo de industrialización para Andalucía. Y esa voluntad pasa porque sea asumida por el empresariado, por la burguesía andaluza.El tipo de industria que precisa menores inversiones y que, a la vez, es capaz de generar mucho empleo es todo lo contrario de lo que se ha hecho en este campo en Andalucía.
Acaso por ello no haya acertado en esta pequeña serie de la Andalucía más positiva al escoger como tema industrial el polo de Huelva. Claro que puedo -y acaso debo aducir en mi disculpa que Andalucía dista de ser una región industrializada (ha pasado de la agricultura a los servicios turísticos saltándose el escalón industrial), que los otros polos y planes especiales ubicados en el marco regional no son, como veremos, mejores que el onubense, y sobre todo que -sin duda de ningún género- Huelva, su industria y su polo de desarrollo son el ejemplo más acabado de la absoluta dependencia de Andalucía, de intereses y capitales ajenos a la región.
Los polos de desarrollo
Los polos de promoción y desarrollo creados en la época franquista por los tecnócratas no respondieron el deseo de lograr un reequilibrio regional. Se fundamentaron en dos cosas: ser un buen negocio para ciertos empresarios con la concesión de amplias facilidades crediticias y desgravaciones fiscales (y una vez logrado todo ello, muchos empresarios cerraron las fábricas: y, ahí el caso del Campo de Gibraltar, que constituye un verdadero escándalo: se invirtió sólo en infraestructura -a cargo del Estado- más de 13.000 millones de pesetas, y hoy el 40% de su población activa está en paro), y en segundo lugar, han servido en buena medida para ubicar en ellos industrias primarias, básicas, de primera elaboración que luego transportada a los grandes centros industriales dejaban allí, todo su valor añadido y multiplicaban los puestos de trabajo.
De la colonización minera a la industrial
Una gran parte de las industrias ubicadas en el polo onubense tiene su base en la minería de la zona del Andévalo, y concretamente en sus piritas.
España posee el 60% de las reservas mundiales de las piritas de hierro. Estas piritas son un sulfuro de hierro que por su contenido en azufre constituyen la base de fabricación del ácido sulfúrico, indispensable y esencial para la industria química en sus diversos aspectos: fertilizantes, abonos, explosivos, combustibles, plásticos, pinturas, etcétera. Pues bien, desde épocas lejanas la minería onubense ha estado en manos extranjeras, ha sido una minería absolutamente colonizada (y sigue siéndolo). En realidad, la minería andaluza, no sólo la onubense, ha sido de siempre expoliada y no explotada. Ya diferentes pasajes de la Biblia hacen referencia a las riquezas mineras de Tartesos: "Todas las copas del rey Salomón eran de oro, y toda la vajilla de la casa Bosque del Líbano era de oro macizo, porque el rey tenía en el mar naves de Tharsis y cada tres años llegaban esas naves cargadas de oro, plata, cobre..." (libro 1 de Los Reyes, capítulo X, versículos 21 y 22).
Ha sido la enorme riqueza minera onubense (base de la cultura minero-industrial de Occidente y arca de los tesoros de los pueblos de Oriente y Occidente que hicieron coloniaje en su suelo: tartesos, fenicios, griegos, cartagineses, romanos) la causa del atraso económico y social de nuestros días. Porque aún hoy el capital extranjero, y más concretamente el inglés y francés, controla el 75% de todos los yacimientos de piritas ferrocobrizas de Huelva; desde que en 1873 se quedó con el total de las minas ferrocobrizas de Huelva la Riotinto Mines Company Ltd.
Así pues, de esta vieja expoliación minera sólo le quedó a Huelva el poner la mano de obra, y el gran pecado español, según Angel -Vián Ortuño, catedrático de Química Industrial, es que nuestra nación sólo se limitaba a obtener azufre, despreciando los otros muchos elementos que contienen nuestras piritas: "En una tonelada de pirita típica española", dice Vián Ortuño, "hay tres grupos de elementos: los macroconstituyentes, es decir, los más abundantes, que son el azufre (48,5%) y el hierro (43%). Los mesoconstituyentes, con cantidades pequeñas, y los microconstituyentes, con cantidades ínfimas. Aun así, en el segundo grupo una tonelada de pirita nos da 20 kilos de cinc, 10 de plomo, 6,5 de cobre, 4,5 de arsénico, 0,2 de antimonio, y 0,1 de cobalto, y en el tercer grupo obtenemos 70 gramos de selenio, 50 de cadmio, 20 de plata, 15 de talio y 1 de oro".
Pero España ha hecho escaso consumo interior hasta épocas recientes y sólo se dedicó a la obtención de azufre, vendiendo al extranjero las cenizas, donde están el resto de los minerales mencionados.
Desde esta perspectiva hay que entender, dicen Narbona y Román, la decisión, tomada en 1964, de dotar a Huelva de un polo de desarrollo. Era una decisión perfectamente coherente con el principio general informador de toda la política regional -si es que como tal la hubo- del período desarrollista, de promover la actividad industrial localizando los polos no en las áreas deprimidas que más requiriesen un tratamiento político-económico selectivo para estimular su desarrollo, sino en las áreas deprimidas que presentasen las características más compatibles con el modelo de crecimiento sectorial recomendado desde el exterior (por el Banco Mundial y el FMI) y aceptado en el interior, y más Pavorables a los intereses de determinados grupos económicos que en muchos casos, como era el de Huelva, se hallaban ya asentados en la zona antes de la aparición de los polos (porque eran las sociedades nacionales multinacionales que explotaban ya la minería y sus derivados). Ahí radica la explicación fundamental, según los profesores de teoría y política sevillanos Román y Narbona de la pobreza de los resultados alcanzados en materia de desarrollo regional.
Como han escrito los profesores José Ramón Cuadrado Roura y Villena, "Andalucía como entidad y como pueblo ha permanecido al margen de las actuaciones regionales decididas a nivel central, y los posibles logros positivos alcanzados pueden y deben considerarse como hechos aislados que no han supuesto un cambio profundo en las estructuras regionales ni en la relación de dependencia con que se plantea el desarrollo de Andalucía con respecto a las regiones españolas más desarrolladas".
La elección de Huelva respondió a una serie de motivos especialmente importantes para la expansión de esos grupos más progresivos del capitalismo español, y coincidió además con el momento en que las inversiones extranjeras encontraron grandes facilidades para su penetración en España. En Huelva se unía a la decisiva presencia de riquísimos yacimientos mineros la existencia de un puerto de aguas profundas que permitiría el acceso de buques de gran calado, la disponibilidad de un importante caudal de mano de obra sin grandes cualificaciones, pero barata y poco conflictiva, así como una situación geográfica conveniente tanto por su proximidad a los fosfatos (del Sahara entonces o de Marruecos) y su relativa proximidad a los países suministradores de petróleo.
Empleo, emigración, rentas
Ya un libro financiado por el Banco Industrial de Cataluña (La industria andaluza, escrito por Carles Camps en 1978) dice que "el polo de Huelva se ha caracterizado por la consolidación de un complejo industrial de base polarizado en tomo al sector químico y en mucho menor grado en el sector de metales básicos, porque, pese a que se ha producido una cierta concentración de rentas y población en el área delimitada por el polo, la escasa absorción de mano de obra, la dimensión (y sofisticación) de las empresas instaladas y su carácter no regional han incidido en unos escasos resultados cualitativos". Es decir, el tipo de empresas que se ha instalado, de enormes dimensiones y también de enormes inversiones (más de 25.000 millones de pesetas sólo en los diez años de duración para acogerse a los beneficios del polo) tuvo como contrapartida social la creación de tan sólo 6.008 puestos de trabajo. Y, por consiguiente, Huelva ha seguido siendo una provincia emigrante aun en los años de pleno apogeo del polo (de 1964 a 1972 se crearon esos 6.008 puestos de trabajo, pero emigraron 39.266 onubenses). "No podía haber sido de otra forma", dice Cristina Narbona y Carlos Román, "dado que el sistema de incentivos establecidos para las empresas del polo favorecía claramente la canalización de las nuevas inversiones hacia las producciones de tecnología sofisticada que implicaban la utilización de procesos técnicos ahorradores de trabajo. No es casual el hecho de que el empleo medio por establecimiento sea -en la mayoría .de las industrias del polo de Huelva- sensiblemente inferior a la media nacional".
En cuanto se refiere a la renta per cápita -según los estudios que sobre la renta nacional de España y su distribución provincial realiza el Banco de Bilbao-, Huelva ocupaba en 1977 el puesto cuarenta. En 1962 -antes de crearse el polo- ocupaba el puesto 32; en 1973, finalizado en 1972 el plazo de vigencia oficial, el puesto 39. Así pues, para los onubenses el polo no ha significado ni despegue económico ni social.
La calidad de vida
La utilización de otros indicadores menos convencionales, como, por ejemplo, los que pueden hacer referencia a la mejora o empeora miento de la calidad de vida o, en general, de los costes sociales del desarrollo económico en Huelva, nos llevaría -dice Narbona y Román- a conclusiones todavía mucho más pesimistas. Sin ánimo de entrar en aspectos tales como a acentuación de los desequilibrios demográficos de la provincia, el progresivo abandono y empobrecimiento del medio rural, la casi total incomunicación con el resto de Andalucía (a excepción de con Sevilla), los crecientes problemas de hacinamiento humano en la capital, la precariedad de los servicios asistenciales, hay un aspecto que no por más tópico debe ser olvidado. Nos referimos, claro es, al tema de la contaminación. Ha habido determinadas ocasiones en que los censores que miden la contaminación atmosférica en la ciudad de Huelva han arrojado valores de hasta 6.087 microgramos por metro cúbico, cuando la tolerancia o nivel de peligrosidad máxima no rebasable establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de cuatrocientos microgramos. Concretamente, entre enero y octubre de 1978 se produjeron 35 días de situación no admisible y nueve de situación de emergencia. No es, pues, de extrañar que en un informe de Naciones Unidas se afirma que Huelva puede convertirse en la ciudad más contaminada de Europa. (Acaso sólo le pueda hacer la competencia en tan indeseable ranking la ciudad de Avilés).
Absoluto control químico extranjero
Aunque en una primera aproximación pudiera parecer que la presencia de los intereses extranjeros en el polo es escasa, porque las cifras de participación directa de capital extranjero son, efectivamente, bajas. La inversión exterior directa no es, ni mucho menos, el único indicador a tener en cuenta.
Según los conocidos profesores Juan Muñoz, Santiago Roldán y Angel Serrano en su obra La internacionalización del capital en España, publicada en Cuadernos para el Diálogo en 1978, Explosivos Río Tinto está directamente presente en Huelva en la extracción y tratamiento de minerales, en la obtención de productos químicos, de abonos, en el sector petroquímico, en el sector servicios, etcétera, y controla además la actividad de numerosas empresas de menores dimensiones. La participación directa del capital extranjero en el grupo de minería, pero Explosivos Río Tinto tiene vinculaciones a través de sus filiales, de sus clientes y de sus proveedores, con multinacionales de la entidad de Shell, Texaco, Rhone-Poulenc, Formica y Snia. Por su parte, Explosivos Río Tinto tiene contratos de asistencia técnica para la adquisición de nueva tecnología con Toyo Engineering, Gulf, Texaco, Río Tinto Zinc y Tioxide Internacional, y es cliente de la internacional de publicidad Publicitas Internacional.
En el polo se han localizado también otras empresas con participación directa o indirectamente vinculadas al capital extranjero. "La presencia más o menos evidente", dicen Narbona y Román, "de intereses extranjeros en Huelva es paralela -sobre todo en las actividades del sector químico- a su presencia a nivel nacional: la penetración directa de capital extranjero en el sector químico español en su conjunto es muy elevada. Si consideramos un inductor más significativo: el llamado ámbito de relación del capital extranjero, o cociente entre el capital de las empresas con presencia mayoritaria o minoritaria de capital extranjero sobre el total del capital del sector, se llega a la cifra del 70%, lo que indica que, de hecho, es el capital extranjero el que controla a la industria química en España. El indicador es también muy elevado para otros sectores presentes en el polo de Huelva, como es el caso de las industrias metálicas básicas, las extractivas, las de papel y derivados..."
En resumen, para los citados profesores de teoría y política económica de la Universidad de Sevilla puede decirse que los intereses extranjeros están muy presentes en Huelva. Ahora bien, no se trata aquí del ejemplo típico de estrategia de las empresas multinacionales que operan directamente en actividades con baja intensidad de capital, aprovechando una mano de obra abundante y barata, y con una producción fundamentalmente orientada hacia la demanda final. El caso de Huelva responde a una estrategia diferente basada en la connivencia con los grupos más avanzados del capitalismo español, que son precisamente los de mayor integración con el capitalismo internacional. No se trata, pues, de una colonización al estilo tradicional de la economía española por parte del capital extranjero, sino de una progresiva alianza o asociación de intereses entre el gran capital español y el capital internacional.
La transformación
Rubrica lo dicho el estudio del economista Manuel Delgado Cabeza en su obra, que acaba de aparecer, titulada Dependencia y marginación de la economía andaluza al poner de manifiesto que en Andalucía se asienta la industria química de base (la región suministra más del 30% del total nacional). Sin embargo, las siguientes fases de transformación -las que crean más puestos de trabajo y dejan mayor valor añadido- no tienen lugar en Andalucía. Así lo indican los porcentajes de participación en química intermedia (2,2%) y química de consumo final (2,1%). Cataluña y el País Vasco acaparan en gran parte las sucesivas fases de elaboración, y se especializan sobre todo en la producción química de consumo final.
Ya aparece así, más claramente dibujada la imagen de la división regional del trabajo: en Andalucía se localiza la producción industrial de ciertos productos básicos en procesos productivos de bienes más complejos. Andalucía cubre la primera parte del proceso; las fases sucesivas y la culminación del ciclo se realiza en otras regiones. Las industrias de esas otras regiones cuentan de este modo en gran medida con sus industrias auxiliares en Andalucía. (A su vez esas industrias con casas matrices en otras regiones están altamente penetradas por el capital extranjero).
Hay, pues, dice Delgado, una clara dependencia en la forma que la industrialización reviste en nuestra región en cuanto que en ella se ha producido un ajuste estructural a las exigencias de acumulación en otras regiones y no un auténtico proceso de industrialización autocentrado. Por otra parte, una industrialización de esta naturaleza genera necesidades de importación de bienes de equipo que se aceleran con el crecimiento dentro de este tipo de especialización. El signo negativo de la balanza comercial andaluza viene ante todo condicionado por estas importaciones. Después de casi veinte años de "política de desarrollo convencional", dicen Román y Narbona, "la realidad económica andaluza es un magnífico ejemplo tanto de la falacia que entraña la aplicación indiscriminada del modelo de crecimiento industrial capitalista en un área deprimida, como, lo que es más importante, de las implicaciones negativas subyacentes que ese modelo comporta".
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