La normalización polaca
MIENTRAS LAS vísperas del primero de mayo se cobraban dos muertos en Oporto, miles de trabajadores polacos, miembros o simpatizantes de Solidaridad se echaban a las calzadas de Varsovia en una de las más notorias manifestaciones de contestación al régimen desde el golpe de Estado de Jaruzelski. En Moscú la tradicional parada de la Plaza Roja, tan lejos ya, pese a todo, del espíritu de aquellos obreros de Chicago masacrados en 1.886 por los hombres de la agencia Pinkerton, cumplió un año más su papel ya meramente ornamental y protocolario. En el resto del mundo, jornada átona e ininteresánte. Pero aquellos problemas laborales de Chicago, hoy agigantados y transformados, siguen movilizando a los hombres, aún cuando solo sea como pretexto para cuestionar amargas realidades nacionales, como la de Polonia."El orden reina en Berlín" fue un famoso artículo de Rosa Luxemburgo: famoso porque fue el último. Los militares de Noske, protagonistas de ese orden con que comenzaba a desaparecer alguna esperanza en Alemania, la asesinaron inmediatamente. El general Jaruzelskí proclama ya que el orden reina en Varsovia, hasta tal punto que pone en libertad a un tercio de los internados -la palabra presos es, naturalmente, desagradable y sin uso levantará el toque de queda y reanudará algunas libertades,por el camino de lo que, con otro eufemismo, llama normalización. El país no volverá a ser lo que era antes del golpe de Estado del general Jaruzelski, durante el año en que se fraguó un complejo movimiento de resistencia y de avance en torno al sindicato Solidaridad y a Lech Walesa. Pero tampoco se puede imaginar que sea como antes de antes: ese año fecundo no pasó en vano ni puede ser yugulado, y la gran manifestación de ayer parece una prueba de ello. Una serie de ideas y de posibilidádes comenzaron a fructificar; son muy difíciles de sofocar. Cuando un pueblo ve como posible materialmente lo que hasta entonces había creído imposible es ya difícil de contener. Hubo, ciertamente, una especie de consternación cuando se vio que la capacidad de resistencia polaca no llegaba a la lucha abierta contra el golpe de mano de Jaruzelski. Probablemente era una esperanza insensata. Un dirigente político sabe hasta dónde llegar demasiado lejos, y los dirigentes de Solidaridad tuvieron esa medida, También se pudo pensar que Jaruzelski acudía a un dramático recurso de última hora para eliminar males mayores; y quizá en el ánimo de algunos de los espectadores internacionales estuviera el deseo de que ese mal mayor -el de la invasión soviética o el de una represión sangrienta- se produjese para desequilibrar el orden -injusto, pero orden- mundial y justificar ideologías y actos paralelos. Todavía no ha naufragado del todo esta idea de Jaruzelski como hombre providencial o como patriota sacrificado: es, más o menos, la que forjó la imagen de Pétain aceptando un entendimiento con Alemania. No le evitó la deportación a perpetuidad en la isla de Yeu, y si salvó la vida fue por el respeto de otro general, De Gaulle, a una hoja de servicios. Será difícil -con harta razón- que cuando la normalidad auténtica regrese a Polonia pueda conseguir Jaruzelski que se le considere como un héroe del sacrificio por la patria. Jaruzelski será siempre el hombre que cortó el intento de liberación de su pueblo; de una doble liberación, la de un régimen que odiaba y la de una nación extranjera que la domina.
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