"La retirada del Sinaí es nuestra última concesión", según Sharon
El ministro de Defensa israelí, Ariel Sharon, declaró ayer, en un mensaje leído en todas las unidades del Ejército, que la retirada del Sinaí era la última concesión de Israel. "No habrá mas concesiones israelíes", dijo Sharon en el mensaje, retransmitido por todas las emisoras de radio. "Tenemos ahora", agregó, "que curar nuestras heridas y dedicarnos al desarrollo del país y, sobre todo, a poblar el Golán, Cisjordania y Gaza".
"Las ruinas de Yamit son el tesfi monio de nuestra voluntad de paz. Ningún ejército árabe ha conseguido destruir una ciudad israelí. Y eso que no han hecho ellos, lo hemos hecho nosotros. Hemos tenido que destruir Yamit con nues tras propias manos para respetar los términos y plazos del tratado de paz, para evitar que se derrame sangre judía".En el semáforo, al lado mío, el chófer de una camioneta escucha igualmente la radio con lágrimas en los ojos: "Les hemos devuelto todo. Los pozos de petróleo, las pistas de aterrizaje, las carreteras del desierto. Todo. ¿A cambio de que? Un pedazo de papel. Me pregunto si...".
Nuestro hombre, como cientos de miles de israelíes, se pregunta si marece la pena. Si la pérdida del Sinaí, con sus 61.000 kilómetros cuadrados -tres veces la superficie de Israel-, vale una promesa de paz. Para la mayoría de los israelíes, acostumbrados desde la infancia -algunos, desde varias generaciones- a estar en guerra con países árabes vecinos, la paz es, desde luego, el bien supremo al que,resulta casi imposible creer.
Los israelíes efectúan una servicio militar obligatorio de tres años de duración y otros cuarenta días al año hasta la edad de 55 años Hacer la guerra o, por lo menos, prepararse para ella forma parte de la vida diaria.
Tras cincuenta años, o incluso 75 años, de implacable hostilidad -la oposición árabe al regreso de los judíos al país de nuestros antepasados empezó antes de la fundación del Estado hebreo-, no se puede pedir a los israelíes que se olviden de golpe de los viejos reflejos.
Los israelíes se tienen que acostumbrar a pensar, razonar en función de esta paz que, por ahora existe, sobre todo en el papel, aunque no se dude de la voluntad de paz de los dirigentes egipcios. "La paz no existe todavía en nuestros corazones ni en los de los egipcios", reconoce el coronel Raanan Gissin, desde la quinta generación en Israel, doctor en estudios estratégicos y convencido de que, a pesar de todo, el Estado hebreo tiene razón en "apostar pbr la paz", aunque conlleve numerosos riesgos estratégicos".
El coronel Gissin cree en la "extraordinaria capacidad de adaptación del pueblo judío". "Durantegeneraciones hemos conseguido sobrevivir gracias a nuestra facultad de adaptación. Y esto también es válido por lo que a nuestra vida en Israel se refiere.
En el drama de Yamit -el enfrentamiento entre los colonos y el Ejército, así como la destrucción de las casas-, sólo se ve muchas veces el fanatismo de los ocupantes, pero se olvida muchas veces que su rotunda oposición a la evacuación del Sinaí se explica por su profunda desconfianza a la paz con Egipto".
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