Continuo descenso de la participación electoral y mayoría de izquierda desde las primeras elecciones democráticas
La región andaluza ha mostrado un comportamiento electoral relativamente estable en las elecciones legislativas y locales celebradas hasta ahora. El conjunto de la izquierda ha representado alrededor del 50% del electorado en las diferentes consultas, mientras el centro y la derecha han perdido un poco de fuerza, quedando en el 38% en 1979. Las sorpresas han venido siempre por el lado del nacionalismo, que apenas jugó papel alguno en las primeras elecciones democráticas y posteriormente ha tenido comportamientos diversos según el tipo de consulta planteada, desde grandes éxitos hasta pérdidas sensibles del PSA en las últimas elecciones parciales celebradas. Todo ello bajo la pauta de una participación popular en continuo descenso, que sólo se quebró con las emociones suscitadas en la votación del referéndum autonómico del 28 de febrero de 1980.
En los primeros años de la transición a la democracia, la estructura del voto andaluz era más consistente que la de otras zonas de España. Las urnas de esta región reflejaban, mejor que otras, las variables socioeconómicas del electorado: el asalariado votaba a la izquierda, el propietario a la derecha; los bloques izquierda/derecha tenían fronteras nítidas y las fugas de votos se daban más bien en el interior de los mismos. Pero el referéndum autonómico del 28 de febrero acentuó las incógnitas sobre la traducción electoral del nacionalismo -cuyo máximo exponente ha sido el Partido Socialista de Andalucía (PSA)- y produjo el trasvase de votos centristas a otros partidos.De los resultados obtenidos en las elecciones generales de 1977 y 1979, así como en las municipales de ese mismo año -que son las tres consultas en que se ha registrado competencia directa entre fuerzas políticas- pueden extraerse varias conclusiones:
-Cierta caída del voto PSOE.- En medio de la actual oleada de expectativas optimistas para el PSOE, puede resultar extraña la afirmación de que la tendencia socialista en Andalucía ha sido más bien la de perder que la de ganar votos. Y sin embargo, números cantan: de los 1.040.402 ciudadanos que habían votado al PSOE el 15 de junio de 1977, más de 200.000 dejaron de hacerlo en las elecciones municipales del 3 de abril de 1979. En las parciales al Senado de 1980 los socialistas per dieron más electores, si bien consiguieron una buena recuperación relativa frente al resto de sus competidores.
-Pérdidas de UCD.- Unión de Centro Democrático fue el partido más votado en Andalucía en las elecciones municipales de 1979., Aunque el pacto de izquierdas redujo al mínimo la influencia y la infraestructura centrista en las instituciones locales de la región, lo cierto es que las listas de UCD e independientes asimilados superaron ligeramente el 32 % de los votos en el conjunto de Andalucía, frente al 30 % del PSOE.
Este ejemplo ilustra la realidad de que en Andalucía existía un amplio electorado centrista durante los primeros años de la democracia. Entre 1977 y 1979, UCD perdió votos en seis de las ocho provincias andaluzas (Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Huelva y Sevilla) y sólo obtuvo ligeros incrementos en Jaén y Málaga. Y en los comicios locales este partido continuó perdiendo votos, pero el descenso generalizado de la participación le permitió quedar como primer partido. Las parciales al Senado mostraron la desastrosa situación alcanzada por los centristas a finales de 1980.
-Ascenso relativo del PCE.- El 3 de abril de 1979, fecha de las elecciones municipales, el PCE disponía de casi medio millón de votos en una región cuyo cuerpo electoral activo sumaba poco más de 2,5 millones de ciudadanos. Frente a la tendencia a la pérdida, de electores, experimentada por PSOE y UCD, los comunistas ganaron 150.000 adeptos entre las primeras elecciones generales del 15-J y las municipales del 3 de abril de 1979. Nunca dejó de ser el tercer partido, pero su distancia con aquellos se redujo progresivamente.
-Altibajos del PSA.- La gran ,noticia de las elecciones generales del 1 de marzo de 1979 fue el fortísimo impulso del sector que levantó la bandera del andalucismo. El PSA había concurrido a las primeras elecciones democráticas en coalición con el partido de Enrique Tierno (el PSP) y por tanto sin una acusada imagen nacionalista. La coalición funcionó mal en las urnas y el PSOE no sólo obtuvo la primacía como primer partido, sino que afirmó claramente su imagen como fuerza socialista de gran implantación en Andalucía. El cambio de táctica del PSA en la siguiente convocatoria, acentuando el nacionalismo, resultó muy rentable a este partido: respecto a los votos obtenidos por la coalición PSA-PSP en 1977, los socialistas-nacionalistas de 1979 cua druplicaron su electorado en Huelva, triplicaron el de Sevilla (donde lograron 101.601 votos, casi tantos como el PCE y la mitad de los obtenidos por el PSOE) y doblaron los de Cádiz y Málaga, amén de ligeros incrementos en el resto de las provincias.
No obstante, el crecimiento del PSA puede calificarse de irregular: duplicó largamente su electorado entre las primeras y las segundas elecciones generales, hasta sobrepasar los 300.000 votos en el conjunto de la región, y después perdió 80.000 en las municipales, esto es, en el breve lapso de tiempo transcurrido entre el 1 de marzo y el 3 de abril de 1979. Conviene tener en cuenta que el PSA no presentó candidaturas en la cuarta parte de los municipios, lo cual matiza las pérdidas de voto apuntadas.
-Caída importante de AP.- La franja de la derecha que en 1977 concurrió a las elecciones bajo la forma de Alianza Popular, y en 1979 como Coalición Democrática, se redujo de forma importantísima: de los más de 200.000 adeptos del 15-J quedó en 39.000 en las municipales de 1979. Como en el caso del PSA, es necesario aclarar, que Alianza Popular tampoco presentó candidatura en muchas localidades.
Después del 79
Todos los sondeos y estudios electorales coinciden en que el mapa político andaluz cambió sustancialmente a partir del referéndum autonómico del 28 de febrero de 1980. Desde entonces no se ha convocado ninguna nueva elección -salvo las parciales al Senado en Sevilla y Almería- por lo que se carece de datos fiables sobre la evolución del respaldo a cada partido. Sin embargo, el referéndum citado produjo tan evidente ruptura de la disciplina de voto centrista que apenas puede dudarse de que anunciaba transformaciones de importancia.
Después del doble proceso electoral de 1979, algunos de los datos más significativos son los siguientes:
-Quiebra de la disciplina de voto de UCD.- El llamamiento del centro-derecha a la abstención en el referéndum del 28 de febrero de 1980 se saldó con un gran fracaso. Aunque formalmente la izquierda y los nacionalistas perdieron el referéndum, el éxito político que supuso la consulta para los partidos del sí sólo fue posible, según autorizadas interpretaciones, por la desobediencia de una parte del electorado centrista a las recomendaciones abstencionistas de su partido. También Alianza Popular se había distanciado del referéndum, pero su escasa implantación en la región y su modesta posición como cuarto partido de nivel nacional -faltaban aún más de dos años para las elecciones al Parlamento gallego, punto culminante del despegue fraguista- hizo que la responsabilidad de la derrota política de la abstención recayera, casi por completo, en el Gobierno de Adolfo Suárez y en la dirección del partido centrista.
Las primeras estimaciones realizadas tras el referéndum del 28 de febrero de 1980 relegaron a UCD al papel de cuarta fuerza en Andalucía. Si se comparan las diferencias entre la abstención (y el voto en blanco) registrada el 28 de febrero de 1980, y el respaldo que UCD y AP habían obtenido en los comicios generales de 1979, se observa que más de medio millón de ciudadanos habrían sido infieles a estos partidos. Pero tampoco debe concederse relevancia absoluta a tales ejercicios de traslación automática, cuyo valor se limita a marcar una tendencia.
-Importante reducción del voto centrista en las parciales.- Las elecciones parciales al Senado del otoño siguiente demostraron que la estimación sobre la fuga de votos del centrismo era acertada, al menos en las provincias afectadas, que fueron Sevilla y Almería. El PSOE ganó los tres puestos en disputa. Los grandes derrotados fueron UCD, que se hundió en Sevilla y perdió la mitad de sus electores en Almería, y el Partido Socialista de Andalucía (PSA), que cedió 63.805 votos en Sevilla y apenas pudo compensar esta situación con sus ligeras ganancias en Almería. El PCE perdió votos, pero la mayor parte de su electorado le fue fiel.
-Cierta recuperación de la derecha.- Alianza Popular no ha demostrado hasta ahora que sea un partido importante en Andalucía, aunque las parciales al Senado pusieron de relieve cierta recuperación, al ganar votos cuando los demás sufrieron bajas generalizadas por la abstención (que fue del 57% en Sevilla y 55% en Almería). Más escasa aún es la fuerza electoral de la extrema derecha, si bien puede atribuirse a este sector buena parte de los votos negativos, nulos y en blanco (más de 250.000) que obtuvo el referéndum de ratificación del Estatuto.
Crecimiento de la abstención
Esta evolución del voto muestra que el electorado de la derecha y del centro se redujo progresivamente en Andalucía, mientras los partidos de izquierda y los nacionalistas aumentaron su influencia, compitiendo en ocasiones entre sí. Pero el análisis andaluz sería incompleto sin tener en cuenta el progresivo incremento de la abstención a lo largo de las diferentes consultas. Y aunque en las legislativas de marzo del 79, por ejemplo, votaron más personas que el 15 de junio del 77, los censos han ido creciendo y en consecuencia la abstención es mayor.
Con la participación se jugó en Andalucía en el referéndum de iniciativa autonómica, del 28 de febrero de 1980. La maniobra de sumar la absténción del electorado de centro-derecha a la progresiva apatía del una parte de los andaluces terminó en un fracaso para el Gobierno, como es conocido. Pero a su vez fue la única consulta en que se quebró la tendencia al descenso de la participación. Sin tener en cuenta las elecciones parciales al Senado (que afectaron sólo a dos provincias), la abstención en Andalucía, que apenas rebasaba el 20% en las elecciones del 15 de junio de 1977, era ya del 38 % en las municipales del 79 y sobrepasó la cota del 46 % en el referéndum de ratificación del Estatuto, en octubre de 1981.
Es verdad que este último fue el menos significativo para medir la evolución de la participación. Realizado en un clima de escaso apasionamiento político y sin enfrentamientos significativos entre los partidos, las diferentes campañas se plantearon con tibieza, tanto por el hecho de que la aprobación de la consulta requería sólo mayoría simple de votos afirmativos, como por la coincidencia con las primeras elecciones al Parlamento gallego. Votó el 53,49 % del censo, porcentaje superior a la consulta galaica -pese a que esta última ponía en juego la competencia entre partidos-, pero inferior al 64 % de ciudadanos con derecho a voto que acudieron a las urnas andaluzas el 28 de febrero del año anterior.
Tanto la participación electoral como la evolución del voto parecen lejos de haber alcanzado una fase estable en Andalucía. A ello ha contribuido, sin duda, el variado carácter de las consultas efectuadas desde el 15 de junio de 1977: dos convocatorias de elecciones generales, una de elecciones locales, una de elecciones parciales al Senado, un referéndum constitucional (al que precedió el de la reforma política) y dos referendos autonómicos.
Entra dentro de lo posible, y aún de lo probable, que los resultados de las próximas elecciones al Parlamento autónomo produzcan algunos cambios respecto a la situación anterior.
Las próximas elecciones: un sistema muy proporcional
El 23 de mayo es la próxima convocatoria a las urnas en Andalucía. Su carácter autonómico no oculta la extraordinaria importancia de estos comicios para la política general del país, y lo más interesante es precisar si el electorado asimilará estas votaciones a unas elecciones generales, o seguirá actuando de acuerdo con pautas más claramente autonómicas.
De cara al 23 de mayo, cabe resaltar un dato: el sistema previsto garantiza bastante bien la proporcionalidad entre las distintas candidaturas, al menos en el interior de cada una de las provincias. Por tanto, las principales opciones en competencia tendrán la oportunidad de ver relativamente bien traducida su fuerza electoral a los escaños del Parlamento andaluz.
Esta buena proporcionalidad relativa proviene, esencialmente, del número de diputados a elegir en las diferentes provincias, que son los siguientes: Almería y Huelva, once cada una; Jaén, Granada y Córdoba, trece cada una de ellas; Cádiz y Málaga, quince cada una; y Sevilla, dieciocho diputados. Los estudios más solventes sobre sistemas electorales han llegado a la conclusión de que, por encima de diez diputados, se obtiene una representación bastante proporcional. En las anteriores comicios legislativos se eligieron menos personas por cada circunscnipción y hubo aún mucho voto disperso entre pequeños partidos (alrededor del 6 % del total). Ahora se eligen más diputados por cada provincia -en virtud de las previsiones del Estatuto- y quizá funcione menos el voto disperso. Por tanto, la radiografia del estado de opinión del electorado será mucho más precisa.
Supuestos movimientos "a la griega"
Las valoraciones de cada partido sobre las elecciones del 23 de mayo no se fundamentan tanto en la evolución observada hasta ahora como en las encuestas posteriores. Hace ya tres años que no se producen elecciones en Andalucía -dejando al margen las parcialés al Senado de 1980- y desde entonces los únicos indicios son suministrados por sondeos y análisis. Expertos -del PSOE creen observar buenas perspectivas para su partido y no descartan, incluso, un movimiento a la griega o a la francesa, es decir, un gran desplazamiento del electorado hacia el área socialista, aunque la cúpula política de este partido hace frecuentes llamadas a moderar el triunfalismo (Obtuvieron el 36 % en 1977, su mejor resultado hasta ahora). Desde otras áreas se les conceden también posibilidades a los socialistas, pero sin alcanzar cotas tan importantes.
Medios centristas se muestran prudentes sobre las posibilidades de UCD, si bien estiman que la recta final de la campaña les permitirá desempeñar un buen papel. El PSA parece haber perdido una parte de sus electores de años pasados, pero puede tirar del voto joven, y algunas encuestas recientes le conceden considerables posiciones. La fuerza del PCE es una incógnita, tras la crisis sufrida y los problemas internos en su propia organización andaluza, una de las más fuertes de todo el partido; la buena infraestructura de que disponen en Andalucía sirve a los expertos comunistas para valorar las posibilidades del PCE en las próximas elecciones, mientras otros partidos tienden a resaltar más la importancia de su crisis interna.
Finalmente, Alianza Popular está mejor arropada ahora por- su imagen nacional, pero su infraestructura andaluza es débil. Esta última es muy inferior a la que tenía en Galicia, que tan excelentes resultados proporcionó a dicho partido en las correspondientes elecciones al Parlamento autónomo.
La mayor parte de los porcentajes de voto se ofrecen redondeados, debido a que en ocasiones no coinciden los datos de las diversas fuentes (organismos de la Administración y equipos electorales de los principales partidos).
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