Alianza Popular, en Andalucía
El autor describe el panorama electoral que se dibuja en Andalucía a unas semanas de las elecciones, y pondera los comportamientos del partido del Gobierno, supuestamente inquieto ante la capacidad de convocatoria de Alianza Popular.
Un reciente recorrido por tierras andaluzas, donde todas las confrontaciones políticas están al día ante la proximidad de sus comicios, me ha hecho constatar, una vez más, la clara, imparable y rotunda ubicación de las bases electorales en campos, bien definidos.De una parte, el viejo y trasnochado espectro de una ideología marxista con pronunciadas aristas, heredero de aquel que se señaló en el primer tercio de siglo, y junto a éste, otro sector con el mismo bagaje ideológico, pero de perfiles más difuminados por las pinceladas de tonos grises extendidas por el secretario general del PSOE, amén de las confusas aseveraciones de Rojas Marcos que, al margen de su rebuscado andalucismo, no sabe dónde está ni dónde situarse.
Enfrente, ambientando la otra orilla, la clara y rotunda oposición a la teoría socialista. Con esto y un pequeño recuerdo testimonial al PC por la costa gaditana podría contemplarse, a nuestro juicio, el definitivo cuadro político andaluz del día.
Pero es el caso que, analizando un poco sobre ese conjunto de opinión que hemos dado en denominar no marxista, existe un amplio eco que aglutina decididamente a las bases que aún no figuran en Alianza Popular hacia los marcos de esta formación política, de tal forma que, a pasos agigantados, vienen a constituir ciertamente un solo y coherente centro de opinión.
No hay que decir que, detectado este movimiento, todas las presiones, promesas e incluso amenazas del partido que gobierna, se vierten abundantemente sobre sus filas para aislarlas del contagio político exhalado por Alianza. Este contagio salta, sin embargo, todas las murallas, y bien puede decirse que la marea, impulsada por la ola de llamada a la responsabilidad lanzada por Fraga, va logrando tal unidad de criterio, que podría afirmarse redondeará en cifras muy altas las opciones parlamentarias de AP, a quien las encuestas verificadas de encargo niegan el pan y la sal.
¿Dónde radica, pues, la razón del antagonismo que pregonan existe entre las fuerzas no marxistas de Andalucía y de España entera? ¿Dónde ha de encuadrarse el verdadero quid de la cuestión?
¿Voto del miedo?
Estimamos que tras las razones que el recuento electoral de Galicia ha ofrecido en otoño último, donde se demostró la coincidencia en las bases, y las que se abren ahora como posibles resultados a cuantos desean recorrer a lo largo y ancho las provincias andaluzas, sólo cabe una reflexión a la pregunta, y es esta: el temor por parte de los dirigentes de UCD, ya sean ex presidente de Gobierno o de partido, o quienes ocupan ahora esos u otro cargos, de verse engullidos por AP, que está calando como partido muy mucho en la esperanza de los españoles, y, lo que resulta más grave para aquéllos, ver disuelta su personalidad política, cual azucarillo en un vaso de agua, por quienes, con mayor capacidad, más fortaleza, mayor ímpetu e infinita mayor credibilidad ante los españoles han de asumir la responsabilidad de enderezar los cauces de España, porque, entre otras útiles pertenencias, guardan entre sus haberes la más vieja práctica en cuestiones políticas, pues, aun sin finalizar el régimen anterior, habían comenzado a promover ya la que en aquel tiempo resultaba inevitable transición.
La abstención
Nos queda, finalmente, el supuesto de abstención que ha venido tarando indefectiblemente, hasta la fecha, todos los procesos electorales. Debemos manifestar, sin embargo, sobre esta circunstancia, que los años de rodaje político han producido su efecto, y hemos podido comprobar un deseo mucho mayor de participación.
Así, incluso cierto sector, que hasta ahora se limitaba para mostrar su presencia, en promover masivas concentraciones, ha pedido a sus militantes cambien esa presencia por la más efectiva participación del voto en las urnas. En cuanto al voto del miedo, tan hábilmente manejado por UCD en anteriores confrontaciones, tienen hoy, al menos en Andalucía, auténtico efecto de boomerang. Es decir, hoy lo que produce no sólo miedo, sino auténtico pavor, es votar al partido del Gobierno, que, a lo largo ya de cinco penosos años, se mostró débil, consensual, inoperante y estéril.
El riesgo
Este es el riesgo que resulta preciso denunciar para que las bases sepan hoy en Andalucía, y mañana en España entera, a qué atenerse. Que el explicable temor de unos pocos a ser anulados no sirva en esta ocasión de trampa para impedir que arribe a buen puerto un país que está experimentando en sus cuadernas más entrañables de paz, trabajo y esperanza profundos desgarrones.
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