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Rotundo fracaso de la 'cumbre' de la Comunidad Económica Europea celebrada en Bruselas

Soledad Gallego-Díaz

"El logro más importante de esta cumbre ha sido evitar la ruptura". Esta triste declaración del presidente del Gobierno italiano, Giovanni Spadolini, resume el fracaso de la reunión de jefes de Estado y de Gobierno de los diez, que finalizó ayer en Bruselas, tras dos días de discusiones, sin haber conseguido acuerdos importantes para hacer frente a la crisis económica y, peor aún, con un nuevo enfrentamiento entre Francia y el Reino Unido. El presidente francés, François Mitterrand, ha sido meridianamente claro: "No aceptamos la última propuesta sobre la contribución británica al presupuesto de la CEE ni como base de discusión".

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Una declaración de intenciones

Todas las esperanzas abiertas la pasada semana desaparecieron como por ensalmo y nuevamente el horizonte de la CEE se ensombrece, precisamente cuando celebra su veinticinco aniversario. La negativa francesa ha provocado la inmediata respuesta de la primera ministra británica, Margaret Thatcher, que por primera vez ofreció en su conferencia de Prensa un aspecto cansado: "No creo que sea posible llegar en estas condiciones a ningún acuerdo sobre el aumento de los precios agrícolas". Mientras tanto, en las calles de Bruselas varios miles de agricultores, llegados sobre todo de Francia, manifestaban su cólera.Malhumor europeo

El malhumor de los dirigentes de Europa quedó patente también en las declaraciones del presidente de la Comisión Europea, Gaston Thorn, autor de la propuesta que rechaza París: "Estamos más lejos que antes de la cumbre de lograr una solución para los problemas internos de la CEE". Thorn advirtió que los funcionarios de la Comunidad no son magos que puedan sacar cada día de su sombrero nuevas proposiciones como si fueran conejillos blancos.

Pese a que todas las miradas se dirigen hacia él como responsable del portazo, François Mitterrand conservó la calma y una cierta ironía en sus declaraciones. Para Francia está muy claro que Margaret Thatcher no va a salirse con la suya.

Son ahora los ministros de Asuntos Exteriores, convocados para el próximo sábado en Luxemburgo, quienes deberán intentar lo imposible: encontrar la solución a un problema que se prolonga desde hace ya dos años, y hacerlo lo más rápidamente posible para que sus colegas de Agricultura puedan, a su vez, contentar a los agricultores europeos.

Lo curioso es que la cumbre ha hablado poco del problema británico. Bastó que la primera ministra lo suscitara y que Mitterrand le respondiera secamente con una negativa rotunda. El resto de las largas horas de discusión se ha dedicado al examen de la situación económico-social de los diez, capítulo en el que el balance es también escaso.

La República Federal de Alemania -que rehusó servir de intermediario entre Londres y París- defiende ahí sus propios intereses: no está de acuerdo con la profundización del sistema monetario europeo ni con una política de inversiones comunitarias que relance el consumo para combatir el paro, tal y como sugiere François Mitterrand.

Un único punto de acuerdo entre los diez: el compromiso de mantener durante los próximos cinco años un programa para los jóvenes, de forma que todo muchacho o muchacha que llegue al mercado de trabajo tenga o su primera experiencia laboral o la posibilidad de continuar, gratis, su formación profesional.

Los resultados de la cumbre del paro (once millones en la CEE) son, pues, escasos en lo económico. No se puede decir lo contrario tampoco del capítulo político. Los diez no dieron luz a ninguna nueva iniciativa para Oriente Próximo, América Central o las relaciones Este-Oeste.

El comunicado final se limita a condenar la expulsión de los alcaldes palestinos de Cisjordania, recordar la invasión de Afganistán y prometer un aumento de su ayuda económica a Centroamérica.

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