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Aproximación al 'margen'

Henry Kissinger explica en sus Memorias que no había un Nixon único y verdadero, sino diversas personalidades opuestas pugnando por la preeminencia dentro de un mismo individuo. "Uno era idealista, reflexivo, generoso; otro era vengativo, mezquino, emotivo; uno era discursivo, filosófico, estoico; otro era impetuoso, impulsivo, errátil". Y añade Kissinger que "jamás se podía estar seguro de cuál de esos Nixon era el dominante de una reunión a otra".Lo que Kissinger escribe es atinado, pero tiene un defecto de ingenuidad: ese no es sólo el caso de Nixon, sino el de cualquier ser humano. Lo que ocurre es que algunos hombres concilian mejor que otros su sistema de antagonismos, su espacio interior, su margen de ambivalencia, y consiguen alcanzar, al cabo de un proceso de autodiseño, una cierta espontaneidad, una cierta originalidad, más allá de los mecanismos de defensa. Pues bien; llamo margen a ese espacio interior hecho de factores antinómicos, irreducible al esquema estímulo-respuesta, y que potencialmente está en todo ser humano. Se trata de una metáfora. Hablo de margen para soslayar nociones más venerables, pero más reduccionistas: persona, sujeto, alma, yo. El margen es libertad-en-el-condicionamiento, cruce entre identidad y ajenidad, paradójica indeterminación que procede del choque entre determinismos heterogéneos (ante todo, los determinismos del sistema innato y del aprendizaje).

Hay que jugar los naipes que nos han servido, solía decir Ernesto Hemingway. En efecto: cada uno de nosotros dispone -o es dispuesto por- un margen desde el cual se puede reinventar la propia vida. El juego siempre es inédito. El hombre que envidia la manera de ser de otro, que desearía tener las virtudes de otro, demuestra que no alcanza a jugar sus propios naipes, que no vive desde su margen; que apenas tiene margen. Lo relevante es que, sean cuales fueren los naipes que a uno le sirven, cabe jugarlos de manera propia, en interacción con el medio ambiente. Cada cual puede realizarse de manera propia y diferente, es decir, originaria.

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Conviene captar los aspectos liberadores de la noción de margen y de su correspondiente filosofía de la ambivalencia. Una filosofía de la ambivalencia no puede privilegiar ningún valor. No hay valores absolutos. Por ejemplo: en un ser humano jamás se da aisladamente el ser fuerte, inteligente, valiente, honrado, diligente. Todas estas son palabras (abstracciones) que enmascaran una estructura más honda y más real. Cuando decimos de un hombre que es fuerte, inteligente u honrado, estamos incurriendo en una abstracción unilateral. Lo que cuenta no es sólo la fuerza, la inteligencia o la honradez, sino también los respectivos polos opuestos que cada uno de estos vocablos configura. Cuenta la ambivalencia, y a partir de ella, el diseño propio de los antagonismos. Si un hombre no fuese, a la vez, débil, limitado y tramposo, no sería fuerte, abierto y honesto. De este modo, cada cual puede diseñar su propia identidad sin tener que imitar (ni envidiar) a nadie. Cada cual se define por una peculiar estructura de valores antitéticos. De no ser así tendrían ventaja los puros fuertes, o los puros inteligentes, o los puros astutos. Pero estos tipos puros no existen. No hay hombres fuertes y hombres débiles: hay diferentes maneras de combinar la propia fuerza con la propia debilidad.

Conviene superar de una vez el lenguaje ingenuo y reduccionista que todavía distingue entre fuertes y débiles, inteligentes y necios, cuerdos y locos, vencedores y perdedores. La ambivalencia es complejidad, y la ventaja motivacional de una filosofía de la ambivalencia es esta: todo el mundo puede encontrar, diseñar su propia imagen, su espacio no mimético, su adaptación creativa el ecosistema, su irreducible parcela de creación y libertad. Llama entonces la atención cómo todavía solemos considerar como una frustración el hecho de que haya una distancia, un gap, entre lo que queremos y lo que podemos. Llama la atención la ingenuidad de este planteamiento. Lo que procede es volver del revés el concepto de frustración y considerarlo: precisamente como posible margen. Lo que visto desde un lado es frustración, fisura y gap, visto desde el otro es margen, espacio de maniobra. Los conceptos de distancia, fisura, gap deben perder su tono peyorativo. Se ha calificado al hombre como a un ser de carencias. Al hombre le faltan, efectivamente, pautas fijas de acción. Mejor dicho, el hombre tiene pautas fijas de acción, pero tiene también su correspondiente carencia de pautas fijas de acción. Ahora bien; en esta dialéctica (entre lo que tiene y lo que no tiene) reside su peculiar creatividad. Lo que diferencia a los hombres entre sí no son sus talentos, sus virtudes o sus defectos, sino la calidad y amplitud del margen, el espacio de maniobra, la capacidad de respuesta imprevisible.

Aproximación al margen significa conjugar creativamente lo biológico y lo cultural, lo innato y lo adquirido, lo que se tiene y lo que no se tiene. Aproximación al margen es plantarle cara a las contradicciones que nos constituyen; ocupar los espacios vacíos que constantemente va generando la vida. Cualquier político, y cualquier miembro de una familia, sabe muy bien que en cuanto se produce un nuevo espacio, alguien buscará la manera de apoderarse de él. Pues bien; entrar en el margen es no permitir que los demás se apoderen de uno, es no estar poseído, es ponerse a vivir por cuenta propia.

Procede, entonces, una inversión de planteamiento. Un hombre puede ser tanto más creativo cuanto mayores sean sus tentaciones, sus antagonismos y sus gaps. Dígase lo mismo de una cultura. El mundo está cada vez más poblado de gaps. Cada tejido del cuerpo social sigue su propia lógica autónoma generando infinidad de desfases secundarios. Ejemplo clásico: la ciudad y la sociabilidad urbana se han desintegrado en beneficio de las exigencias prioritarias de la industria del automóvil. Pero esa industria, ahora, ya está en crisis. El caso es que una cierta desmembración es inherente a la época. La parcelación del saber es irreversible. La inflación de símbolos (de la cual la inflación monetaria es sólo un caso particular), las lógicas heterogéneas que conviven malamente, todo nos amenaza. Cada cual habla su propio lenguaje, y la tentación solipsista-narcisista es permanente. Ahora bien, todo esto que a primera vista es muy frustrante, si se le da la vuelta, es la condición de posibilidad de una cultura nueva, cultura mucho más interrelacionada, con un ordenamiento mucho más aleatorio y estimulante de los antagonismos generados por la evolución acelerada. Tal es el trasfondo de un nuevo paradigma todavía en sus balbuceos: paradigma de la conciencia ecológica generalizada, paradigma de la sofisticación pluralista.

La aproximación al margen es el comienzo de una nueva adaptación a la era de la hipercomplejidad, el comienzo de una antropología al fin ecosistemática.

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