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Más de 100.000 agricultores franceses se concentraron ayer en París para protestar por sus condiciones de vida

Más de 100.000 agricultores franceses, según estimaciones sindicales, se concentraron ayer en París con el propósito de que todo el país se enterara de su situación mediocre, catastrófica en algunos sectores. Nunca se había conocido una manifestación agrícola de esta amplitud. En vísperas de las negociaciones de Bruselas, la semana próxima, sobre el aumento de los precios agrarios, el mundo rural francés coloca al Gobierno en una situación delicada, en la que, a las reivindicaciones estrictamente profesionales se suma el desamor de los agricultores por el "socialismo a la francesa".

La capital gala no se había visto en otra: millares y millares de agricultores llegados de todos los rincones del hexágono, con tractores, transportados por más de mil autocares y otros tantos coches individuales, y con siete vacas al frente como símbolo de su especificidad profesional.Esta manifestación fue convocada por el sindicato del ramo más potente del país, es decir, por el que, prácticamente, monopoliza al mundo agrícola: la Federación de Sindicatos de Explotaciones Agrícolas (FNSEA).

Otro sindicato, el de Jóvenes Agricultores, también apoyó la manifestación. Dada la representatividad de esas centrales, el desfile, anticipado explícitamente como "pacífico" se valora como un momento cumbre del mano a mano que mantienen el Gobierno socialista y la FNSEA desde que el presidente François Mitterrand, accedió al poder el mes de mayo pasado.

Los agricultores galos votan a la derecha

El mundo agrícola galo vota por la derecha, y en tiempos del giscardismo, como en los del gaullismo, mal que bien, las dos fuerzas se entendieron, sobre todo en los momentos críticos. Lo primero que hizo el actual Gobierno socialista fue reconocer a otras tres centrales sindicales agrícolas, minoritarias, y más o menos inclinadas hacia el poder actual.

Este gesto no hizo más que encrispar las relaciones, ya agrias, que confrontan a la FNSEA y a la ministra de agricultura, Edith Cresson, que no se muerde la lengua para afirmar que la actitud de los agricultores, fundada justamente en su penosa situación económica, está ahora activada por un componente político antisocialista.

El análisis táctico y estratégico de la guerra Gobierno- agricultores no le oculta a nadie los problemas gravísimos de los hombres del campo en este país.

Algunas cifras elocuentes: actualmente, los agricultores representan el 9% de la población activa y, dentro de algunos años, habrán bajado al 5%. Hace veinte años, un agricultor galo alimentaba a diez personas y hoy a veintinueve.

Hace quince años había más de tres millones de agricultores contra el millón y medio de 1982. Hace treinta años, los franceses gastaban el 42% de su presupuesto en alimentarse, y en la actualidad el 22%. En suma, por un lado, el consumidor gana y el productor del campo pierde. En los últimos diez años los beneficios de los agricultores disminuyen regularmente.

Este panorama negro es el que la FNSEA ha querido vocear ayer desde París. Y, esto, en vísperas de la reunión de Bruselas que debe fijar los precios agrícolas. Los franceses piden un aumento del 16,3%. y la Comisión ofrece el 9%. Y la actitud del Gobierno británico no ayudará a solventar las diferencias, pues presumiblemente, como ya se anticipa aquí, bloqueará de forma oficial todo compromiso posible.

Pero los agricultores no quieren que el Gobierno se refugie en los problemas comunitarios, sino que prepare soluciones nacionales que, de todas maneras, mientras exista la política agrícola común, no parecen fáciles. En resumen, una cuadratura del círculo agrícola-política.

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