_
_
_
_

La obra de Pollock, expuesta en el Pompidou, refleja la vida legendaria y trágica del pintor

Con varias semanas de retraso, debido a la huelga de los equipos de limpieza, se abrió por fin al público la exposición de Jackson Pollock en el Centro Cultural Georges Pompidou, felizmente prorrogada hasta mediados del mes de mayo. Se trata de una amplia retrospectiva, que exhibe por primera vez algunos cuadros y otros vuelven a sorprender con fuera extraordinaria, y que refleja, en la progresión de su pintura, la vida legendaria y torturada del gran pintor contemporáneo.

Más de sesenta obras, montadas siguiendo un orden perfectamente cronológico, forman esta magnífica muestra, que justifica por sí misma un viaje a París, sobre todo teniendo en cuenta que algunas de las telas, como Lavender Mist, (National Gallery, de Washington) han sido prestadas por primera vez, y otras, como Number 32 (museo de Düsseldorf) o Autumn Rhythm: Number 20 (Metropolitan Museum of Art, de Nueva York), no se desplazarán nunca más, dada su gran fragilidad.Generalmente, hablar de Pollock significa referirse al mito y la leyenda que, sobre todo tras su trágica muerte en 1956, parece inseparable del artista. Pero es también, y con mucha más razón, hablar de la tragedia del hombre reflejada irremediablemente en toda su obra. Ya desde sus primeros cuadros de los años treinta (donde comienza la exposición), cuando todavía la pintura era para él un laberinto informe, en el que no se divisaba su horizonte propio, condicionado por la enseñanza de su maestro, T. Hart Benton, aparece este carácter profundamente expresionista, desgarrado e incluso torturado, consecuencia de una real angustia de vivir ("El problema no es pintar: el problema es saber qué hacer cuando no pinto"), puesto de relieve en su Autorretrato, de ojos grandes, exageradamente abiertos, casi infantiles, como espantados ante el espectáculo del mundo, la fantasmagórica caravana de Going West que parece atravesar penosamente el túnel del tiempo, o The Flame, cuyos rojos intensos crean un espacio irreal y parecen herir el cuadro desangrándolo. (Mucho más tarde, en 1949, en Out of the web: Number 7, la figura lacerada deja en carne viva el soporte del lienzo).

Lejanos entusiasmos

El desafio que fue la obra y la vida de Pollock se revela ya en la primera parte de la exposición, en que aparecen más o menos claras, confusas o asimiladas las influencias de los surrealistas, en general y de Masson, en particular, además de Kandinsky y, sobre todo, "los dos pintores que más admiro", Picasso y Miró, además de los muralistas mexicanos y su admiración, nunca negada, por las calidades plásticas del arte de los indios de las reservas ("Esta influencia no es intencional, sino probablemente consecuencia de recuerdos y lejanos entusiasmos").Los problemas económicos, no resueltos a pesar de su trabajo en la WPA Federal Arts Proyect, las sucesivas curas de desintoxicación alcohólica y el psicoanálisis emprendido, fueron durante años el cotidiano de este artista, en una continua lucha por dejar surgir, como un torrente, su poderoso inconsciente mediante una iconografía personal, desgarrada, agresiva, torturada y arquetípica (mandalas, totems, matrices, serpientes, figuras de mujer...), cantera de un arte donde la imagen aparece poderosa, no velada todavía por el flujo y reflujo del dripping, como en Guardians of the Secret (1943), un lobo apaciblernente tumbado, pero vigilante, en la horzontal de dos personajes guerreros que fimitan el cuadro, atravesado el todo por un grafismo rápido, desencadenado, sinuoso, que será una constante en toda su obra posterior.

Pintar lo que se es

Comienza así un proceso de olvido, de desembarazarse del saber aprendido, porque no se trata de ilustrar sentimientos, "sino de expresarlos", dejando de lado las normas, la belleza o la fealdad o cualquier clase de ortodoxia técnica. Pintar es descubrirse a sí mismo -"Todo buen pintor pirita lo que es"-, y el gesto se impone convirtiéndose en forma y color. No hay croquis ni proyectos: la pintura se aborda directamente; el lienzo, extendido sobre el suelo, es un espacio en el que actuar, la obra no es ya representación, sino acontecirniento. El movimiento, espontáneo, pero controlado, queda inscrito en el lienzo gráficamente; no hay límites ni centro, la tensión se acumula por igual en todas sus partes. La línea realizada con la ayuda de un pincel bien cargado, un palo o incluso una jeringa se agita, se encabrita, se enreda en formas cósmicas que poseen la tela al ritmo del movimiento del artista; cuando el trance, el íntimo e intenso contacto entre la obra y el hombre desaparece, la obra está acabada.Poco importa que otros, Merrild, Max Erns o Masson, emplearan, aunque de forma muy limitada, el procedimiento antes que él: ninguno lo llevó hasta sus últimas consecuencias, en ninguno de ellos se dio esta simbiosis fundamental entre pensamiento y acción; para ninguno, salvo para Pollock, significó un paso definitivo; sólo él se lanzó a la desesperada, sin protegerse, corriendo el riesgo de encontrarse al borde de lo irremediable, al final de un callejón sin salida. Continuar por esta vía era copiarse a sí mismo, repetir indefinidamente este gesto, por fundamental irrepetible, era privar de sentido a su obra. La convulsión que supusieron para Pollock los cuadros de su llamada "época clásica" no le permitió jugar con su pintura, porque pintar "es querer ser", y esta fue, en definitiva, su batalla fundamental.

La victoria final

A partir de 1952, la imagen aparece de nuevo, poco importa el que, como afirma su viuda, Lee Krasner, aquélla estuviera únicamente velada en sus drippings, pero es una figura destrozada. Contra la opinión de muchos que se negaron a ver en Pollock otra cosa que un pintor abstracto, frente a los teóricos de tumo que consideraron este resurgimiento como regresión, fiel consigo mismo, siguió su camino, el corto camino que le quedaba ya por recorrer. Es la época de sus pinturas negras, líricas y terribles a la vez, pero también de, Greyed Raimbow y The Deep, casi una premonición. A partir de 1953, Pollock abandonó prácticamente la pintura y, una vez más, el alcohol impuso su dictadura.¿Accidente o suicidio? Muchos son los que comparten la opinión de Robert Motherwell: "Es difícil de decir, pero es probable que Pollock se haya finalmente destruido".

La huella que Pollock ha dejado en el arte no se limita a la abstracción. Para A. Kaprow, fue el padre del happening, pop-art, minimal y conceptuales reconocen su deuda, y el body-art y el patter painting y las performances, planea la sombra del artista.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_