60 millones de anglicanos, repartidos en 27 iglesias
«Mucho ha costado, sin duda, establecer la libertad en Inglaterra; al ídolo del poder despótico se le ha ahogado en mares de sangre; pero los ingleses no creen que han comprado demasiado caro el tener buenas leyes». Así escribía Voltaire en sus Cartas inglesas de 1734, incluyendo, entre los costes de la libertad, la ruptura con Roma.El anglicanismo no nace con la carga ideológica del luteranismo y del calvinismo: quiere ser, en primer lugar, la Iglesia del pueblo inglés. Enrique VIII, al proclamarse jefe supremo de la Iglesia del Reino Unido, no reivindicaba funciones propiamente espirituales, sino afirmar, frente al Papa, que también era un jefe temporal, que ningún extranjero tenía derecho alguno de jurisdicción en el reino. Al romper con Roma no pretendía romper con el catolicismo.
Hoy, la Iglesia anglicana representa a sesenta millones de personas repartidas, en veintisiete iglesias.
El anglicanismo es tradicionalista en su liturgia y estructura, de ahí que no hayan sorprendido las filtraciones del informe final de la comisión internacional británica-católico romana, donde se dan grandes pasos hacia la reunificación. Es verdad que en el tema de la infalibilidad o el sacerdocio de las mujeres las posturas están alejadas; sin embargo, se empiezan a superar los escollos en cuatro puntos fundamentales: el concepto de derecho divino, el papel del obispo de Roma, el sentido de la jurisdicción universal y la interpretación de los textos bíblicos sobre Pedro. Pese a las reservas oficiales de ambos lados, algo empieza a cambiar entre Londres y Roma.
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