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Encarnizados combates en los volcanes salvadoreños de Guazapa y San Vicente

Los combates más duros de la guerra civil salvadoreña se libran en torno a dos volcanes: Guazapa y San Vicente, ambos a menos de cuarenta kilómetros de la capital. Sólo entre el viernes y el sábado murieron no menos de treinta soldados en emboscadas guerrilleras realizadas en la zona próxima a estos dos volcanes. No hay informes sobre bajas de la guerrilla, pero pueden ser elevadas en la zona de Guazapa, sometida durante tres días a intenso bombardeo.

La batalla de Guazapa empezó el miércoles y aún no ha acabado. Fuerzas de asalto iniciaron el ascenso a la cumbre mientras era cortado el tráfico de automóviles particulares hacia Suchitoto. Sólo los autobuses interurbanos pasaban el control del Ejército, después de un cuidadoso filtrado, que incluía a periodistas extranjeros.Después de la ocupación de la cumbre por el Ejército y el ataque de la guerrilla, las laderas de Guazapa han estado sometidas al más intenso bombardeo aéreo de esta ya larga guerra. Aviones del tipo Fuga han soltado oleadas de bombas de hasta 250 kilos, que abrían cráteres de cien metros cuadrados.

Fuentes fiables de Suchitoto aseguran que la aviación salvadoreña ha utilizado bombas de fósforo blanco, que estallan en el aire y descienden como una bola de fuego.

Mientras Guazapa era batida desde todos los ángulos, la guerrilla emboscaba a pocos kilómetros de Suchitoto, en la aldea de Palo Grande, a una columna del Ejército, a la que atacó con cohetes de fabricación casera. Una persona que entró en Suchitoto dijo que vio diecisiete soldados muertos.

La batalla de Guazapa concentró durante tres días prácticamente toda la aviación disponible de la Fuerza Aérea y un mínimo de 1.500 soldados, incluido el batallón Atlacatl, formado por mil hombres entrenados en la lucha antiguerrilla por asesores norteamericanos.

Mientras el Ejército golpeaba con toda su fuerza en la zona, la guerrilla contratacaba en San Vicente, en un esfuerzo por reducir la presión sobre Guazapa. El ataque del viernes a la propia ciudad de San Vicente, capital del departamento, a 56 kilómetros de San Salvador, dejaba diez soldados muertos.

Otros cuatro combatientes del Ejército murieron a tiros el sábado, en el cercano pueblo de San Sebastián.

Justamente en San Sebastián había anunciado un mitin para el sábado por la mañana la ultraderechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que dirige el ex mayor Roberto d'Aubuisson. La comitiva del partido debía llegar en tres helicópteros que habían salido desde la base de Ilopango, pero los tres aparatos regresaron a la capital.

La comitiva de Arena pospuso el mitin de San Sebastián, pero a las dos de la tarde tomó el mismo camino, esta vez para cumplir otro compromiso electoral en San Vicente.

Poco después de Ilopango, la caravana se detuvo para cargar combustible. El mayor D'Aubuisson salió del coche, al parecer para arreglar el espejo lateral, y al entrar de nuevo sintió un escozor en la espalda.

Nadie escuchó un tiro, según han reconocido dirigentes del partido. El ex mayor tenía una herida que le recorría en sedal toda la espalda. Curado en la policlínica de la capital salió por su propio pie, pero el domingo tuvo que ser internado por un proceso febril.,

El domingo fue casi tranquilo en todo el país. Guazapa quedó en silencio. Soldados y pilotos se retiraron a sus bases para recibir la visita de sus familias.

El batallón Atlacatl se preparaba además para festejar su primer aniversario, que se cumplía ayer.

De pronto, a media mañana, las laderas de Guazapa empezaron a arder. Al principio era un incendio de medio kilómetro de frente, aproximadamente. Por la tarde el fuego empezaba a ascender.

Cerca del puente de Ore), sobre el río Lempa, se escucharon algunos disparos a media tarde y en la capital un grupo de civiles llevaba a cabo, a las ocho de la noche, una razzia en un barrio obrero situado encima de la colonia residencial de El Escalón.

Personas de paisano fuertemente armadas sacaron de sus casas entre quince y veinte jóvenes de edades inferiores a los veinte años. Sus madres, aterrorizadas, pedían entre sollozos a los periodistas que avisasen a la Cruz Roja para que fueran a protegerles. En sus manos exhibían las fotos de sus hijos secuestrados, y tal vez ya muertos.

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