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SAN SEBASTIAN DE LOS REYES

Tres novilleros sin experiencia

Plaza de san Sebastián de los Reyes. 27 de febrero.Novillos de Hermanos Sánchez Arjona, mansurrones con el caballo y nobles en la muleta. Manolo Montes. Silencio. Palmas. Julián Maestro. Un aviso y vuelta por su cuenta. Palmas. Paco Machado. Vuelta. Aplausos.

Destacó en la brega el ex matador de toros Gregorio Lalanda.

Daba pena y rabia a un tiempo ver a tres chavales, con ánimo de triunfo, sin alcanzar el soñado paseo de las orejas de sus novillos ante el escaso público que se repartía por las gradas de la plaza de San Sebastián de los Reyes.

Y no por falta de estímulo por parte de los espectadores ni por las dificiles condiciones de los astados. El público, como casi siempre, había acudido a aplaudir y a pedir trofeos y lo:i novillos de Sánchez Arjona, terciados y mansetes se dejaban torear sin grandes problemas.

El obstáculo estaba en la lógica falta de experiencia de las jóvenes espadas, que seguramente se vestían de luces, alguno de ellos, por primera vez en esta temporada y que tampoco haji tenido tiempo, por su edad, para. aprender los secretos del toreo.

No es cosa de exponer a la luz los muchos defectos de los jóvenes espadas. Pero allguien tiene que decirles, por ejemplo, que torear no es salir a dar pases sin tono ni medida, que torear no es aprovechar los viajes del novillo y que jamás se debe codillear, porque cuando sus enemigos no sean tan inofensivos como los que tuvieron enfrente, alguno los puede mandar a la enfermería.

De los tres novilleros, el seguido con más interés y curiosidad era Julián Maestro, tal vez por el alarde publicitario que empapelaba las paredes del pueblo. Se trata de un torerito rubio y aniñado, más pendiente de la postura que de torear y mandar a sus novillos. Por culpa de este afán estético, se encontró con que aquéllos no se le cuadraban para la estocada y tenía que andar con ajetreos y sudores para conseguir meter el brazo. Si abandona la manía de componer la figurita y aprende a rematar los muletazos, puede llegar a torear con gusto.

Sus compañeros de actuación tienen menos escuela y menos sesiones de toreo frente al espejo. Pero ni despegan el brazo para mandar en la embestida ni tienen un sentido muy claro de las distancias.

Manolo Montes parece el más placeado y espectacular, sobre todo por el repertorio de espaldinas y rodillazos que sacó a relucir en el cuarto novillo. En el primero anduvo con cierta astucia y ratonería, probablemente, aunque manejable, no fue tan fácil como los demás. Paco Machado es un mozo alto y sosete. Es de esos toreros fríos, que jamás llegan al público, porque parecen no sentir ese duende que, quiérase o no, tiene que tener el toreo para levantarle a uno del asiento.

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