La larga e infructuosa búsqueda de soluciones médicas
Eritromicina, corticoides, vitaminas E y C, superóxido-dismutasa, polivinil-pirrolidona, son algunos de los fármacos utilizados en el intento de combatir lo que primero fue neumonía atípica y hoy es todavía síndrome tóxico. Los niños afectados por esta enfermedad reciben una terapia basada fundamentalmente en baños y rehabilitación física y psíquica.Los primeros síntomas registrados entre los niños enfermos fueron, al igual que entre los adultos, de neumonía con afectación intersticial, acompañada de eosinofilia en sangre y lesiones pulmonares severas. Muchos de los enfermos que hubieron de ingresar en las unidades de vigilancia de los hospitales eran incapaces de ejercitar los músculos que les permitirían respirar: los músculos que mueven la caja torácica se atrofian y los enfermos mueren por insuficiencia ventilatoria muscular. La segunda fase de la enfermedad se ha caracterizado por la aparición de manchas rojizas en la piel (lesiones exantemáticasi) con picores (pruriginosis), especialmente en torax y extremidades). Estas lesiones se habían dado en la primera fase, pero continúan aún ahora. El cuadro de lesiones neuromusculares se concreta en la afectación de nervios periféricos, alteración de] tallo de las células nerviosas y pérdida de la sustancia que envuelve los nervios (desmielinización).
La mayoría de los enfermos han padecido y padecen calambres musculares que duran desde segundos hasta horas. Las manos sufren hormiguillo y una pérdida de fuerza e impotencia funcional dolorosa. Los dolores musculares en las piernas (mialgias) impiden el ejercicio y hacen que los niños se cansen enormemente cuando corren. También es frecuente la caída del pelo. Algunos niños que evolucionan peor ante la enfermedad sufren contracturas musculares que les impiden cerrar el puño, escribir o recortar papel. Por otra parte, los enfermos acusan picores en los ojos y garganta (síndrome seco) e incapacidad para tragar.
La atrofia de los músculos respiratorios hace que en algunos enfermos exista un cierto grado de invalidez que se intenta recuperar mediante ejercicios físicos (movilización del diafragma). La apariencia brillante, como acuosa, de la piel, es otra característica de la enfermedad. Hay en algunos casos una alteración de la estructura de la piel (sustitución del tejido normal por tejido fibroso) cuyo origen desconocen hoy los médicos. Los cuadros de hipertensión pulmonar se han visto en los niños mucho menos frecuentemente que entre los adultos (los afectados entre cero y catorce años presentan características menos graves que los de edades comprendidas entre quince y cuarenta años). El misterio para los médicos radica en cómo consigue el tóxico rebasar la primera barrera natural de desintoxicación, el hígado, sin afectarlo severamente, al menos en algunos casos. Tampoco son severas las lesiones del músculo cardiaco.
En la primera fase se intentó combatir lo que se creía una enfermedad vírica o bacteriológica con un antibiótico: la eritromicina. En algún centro se utilizaron grupos control, a los que se administraban placebos (cápsulas no rellenas de antibiótico), y se comprobó que no afectaba para nada el desarrollo de la enfermedad. La eosinofilia se combatió con corticoides, que, por otra parte, pueden tener una aplicación adecuada contra la hipertensión pulmonar que se produjo en los primeros momentos. La corticoterapia, sin embargo, es peligrosa a largo plazo y no se puede mantener a largo plazo toda vez que puede producir un síndrome derivado de la propia medicación (yatrogenia).
Respecto a las vitaminas E y C, no sirven en esta segunda fase. El superóxido-dismutasa, utilizado también, se dejó de usar cuando se descartó la teoría de oxidación por radicales libres. Respecto al polivinil-pirrolidona (PUP), se demostró que, si bien pudo ser útil en un momento de la enfermedad, no lo es ya ahora. Dos de las grandes incógnitas que se plantean a los médicos son derivadas del suero de los enfermos y de la pérdida de peso. El suero de algunos enfermos por el síndrome tóxico, puesto en contacto con células vivas, tiene en ocasiones capacidad para lesionar entre un 50% y un 10% de estas células de cultivo. La pérdida de peso, por otra parte, sigue siendo un misterio, ya que no se aprecia déficit de insulina, ni de hormona de crecimiento, ni de cortisol.
El factor psíquico de la enfermedad se caracteriza por situaciones de estrés que en algunos casos han coadyuvado en las enfermas jóvenes a la pérdida temporal de la regia. La angustia ante un futuro incierto se acrecienta en muchos casos por la información sensacionalista, especialmente aquella que hace referencia a pronóstico sobre el número de muertos qué se pueden llegar a producir y que, de una u otra forma, llega hasta los enfermos. Algunos médicos consultados estiman que la evolución negativa a la enfermedad no afectará a más de un 10% de los enfermos actuales.
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