Nadie amenaza al régimen marroquí, pero nadie le aplaude
Durante años, un ejercicio de moda preferido de los marroquíes era transmitir al extranjero su resignación de pueblo sufrido. Aquella resignación ha sido sustituida en el presente por un pesimismo muy concreto que nada tiene de esnob. ¿Cuál es el futuro? Un diplomático extranjero afirmaba recientemente en Rabat: "Nadie amenaza al régimen marroquí, pero nadie le aplaude".Los poderes públicos han perdido una buena. parte de su credibilidad. El ciudadano permanece indiferente cuando se le habla de proyectos económicos, se le quiere transmitir esperanzas de democratización, se sugieren los éxitos internacionales o se le promete que se impedirá la subida salvaje de los precios.
Se sabe de antemano que los proyectos no se completarán y que los precios subirán irremisiblemente porque ningún Gobierno parece ya capaz de imponer el cumplimiento de sus propias decisiones, como si fuese imposible lograr una actuación eficaz y responsable de una Administración macrocefálica. En Marruecos, un país de libre empresa, el Estado tiene bajo su control casi el 80% de la economía.
Veintiséis años después de la independencia, los pobres son más pobres; el nivel de vida, más bajo, y los problemas básicos de educación, alfabetización, salud pública, empleo, desarrollo económico e incluso territoriales o de fronteras no han sido solucionados
Una buena parte de la burguesía marroquí, laque con más o menos destreza intenta agrupar el partido RNI del cuñado del rey, Ahmed Osman, hoy convertido en oposición por decreto, percibe el presente con una inquietud inusitada.
La experiencia democrática iniciada en 1977 fue interrumpida drásticamente después de los sucesos de Casablanca de junio de 1981. Los líderes de la oposición socialista están en la cárcel.
La mayor parte de los líderes sindicales socialistas están también presos, y su sindicato, la CDT, se ve impedido de ejercer ninguna función porque sus locales siguen clausurados por la policía.
Ahora se cree que Abderrahim Buabid, secretario general de la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USIT), podrá ser objeto de una medida de gracia real el próximo 3 de marzo, aniversario de la independencia y del trono.
La oposición teme, sin embargo, que, aunque Buabid sea realmente liberado -para el 3 de marzo, de todas maneras, habrá purgado ya la mitad exacta de su condena de un año-, la vida política no volverá a normalizarse.
Se trata de un razonamiento totalmente lógico, porque si los aumentos de precio de mayo de 1981 originaron las huelgas y disturbios de junio, que llevaron a la represión y eliminación de la CDT, y los acuerdos sobre el Sahara de Nairobi II (agosto 1981) acarrearon la detención de los líderes socialistas, todos los problemas de entonces se han agravado.
Los precios siguieron su marcha ascendente sin ninguna contrapartida salarial. A los acuerdos de Nairobi II vinieron a añadirse las recomendaciones de Nairobi III (febrero 1982), que, aunque no preconizan el diálogo directo de Marruecos con el Polisario, son igualmente difíciles de aceptar por la oposición marroquí.
Pero aparte del Sahara y la situación económica, la concesión de facilidades militares a Estados Unidos, y la posible promulgación de un código de inversiones de puertas abiertas al capital extranjero, son nuevos argumentos que militan en contra de la normalización de la vida política.
Un fenómeno todavía embrionarlo, pero de posibles consecuencias importantes, que origina la actual ausencia de capacidad de expresión del disentimiento, es el auge lento pero extensivo del integrismo islámico en Marruecos.
Son numerosos los imanes que han sido detenidos por predicar en las mezquitas en contra de los poderes públicos, los que se han manifestado por las calles contra el consumo del alcohol, que sacrificaron el cordero la pasada pascua cuando el rey Hassan II, en tanto que emir al munimin (príncipe de los creyentes), había ordenado que por la sequía, él sólo sacrificaría el cordero por todos.
La situación interna, sin embargo, plantea un nuevo problema constitucional. En 1981 debieron celebrarse elecciones legislativas, que no tuvieron lugar porque una enmienda constitucional aprobada a mediados de 1980 permitió prorrogar por dos años el mandato de la Cámara.
Se ha dicho que la ayuda norteamericana y francesa adquieren ahora el carácter de rescate del sistema.
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