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Sentimiento, sentimentalismo y sentimentalidad

Después de muchos años de seca escolástica racionalista vivimos una vuelta al sentimiento, como anunció proféticamente, tiempo ha, la excelente escritora y novelista Elena Soriano. Se interpreta este hecho como un triunfo de la esencia femenina frente a la racionalidad tecnológica del hombre, quien vive con mayor intensidad dramática el mecanismo alienador del trabajo. Es indudable que la mujer posee unos valores propios: ternura, debilidad, vulnerabilidad, desamparo, que enumera la psicóloga americana Jean Baker, y, por el contrario, el hombre aparece duro, dominador, seco, racional. Se propugna, pues, oponer la riqueza del sentimiento en la mujer a la lógica implacable masculina. El mensaje es claro: los hombres deben asimilar de la mujer los valores sentimentales necesarios para su desarrollo espiritual. Pero la estructura social burguesa invalida, en parte, esta antítesis metafísica sentimiento-razón, entre principio pasivo femenino y el principio activo masculino. No olvidemos que la mujer vive en una sociedad regida por intereses concretos y que la pureza originaria de su sentir aparece condicionada por el cálculo racional, por esa "Schmutzige judische Tätigkeit" (Marx) de sus sentimientos, que la deforman en parte, aunque no totalmente. Quizá por ello la mujer posee el don de la introspección intuitiva, razón pura incontaminada, y nadie quizá ha superado la sutileza de los análisis interiores de los sentimientos como mademoiselle de Lespinasse o madame de Sevigné. Pero creemos que la esencia de la mujer se realiza por completo en la ofrenda de sí misma, opfer, como dice Rilke en Cartas a un joven poeta, sacrificio que hace en aras de la unidad amorosa. Por esta razón, cuanto más fácil y entregada sea, más Pasa a la página 10

Sentimiento, sentimentalismo y sentimentalidad

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atractiva nos resulta, mientras la díficil e inaccesible, aunque puede sumergirnos en quijotescos idealismos ensoñadores o suscitar deseos furibundos, nos hiere y amarga sensiblemente. Si la mujer puede salvar al hombre de su soledad alienada y de su racionalismo utilitario, es por el sentimiento que se expresa en la donación ilimitada de sí misma. A su vez, el hombre podrá fortalecer la debilidad de la mujer, enseñándole a compartir un sentimiento racionalizado y vivido cordialmente. El sentimiento es puente que une, fusión auténtica, camino de perfección de la individualidad. En suma, es el ahondamiento dialéctico y discursivo de los afectos.

El sentimentalismo, por el contrario, es una privatización del sentimiento. Al complacerse en la pena, la congoja, la tristeza, la ansiedad y la angustia, es una forma egoísta de dolor que nos retorna a la primitiva condición pasiva y sufriente de la sensibilidad. Ya sabemos que en este estado primario del sentir somos víctimas del mundo exterior, porque vivimos afectados por las múltiples corrientes que nos hieren superficial u hondamente. Pues bien, el sentimentalismo nos aferra a este pasado, del que no podemos liberarnos, y nos melancoliza estatificándonos. Sentimentalismo es también vivir en una atmósfera en que estamos envueltos, como dice Agnes Heller en Theorie der Gefühle, y de la que se generaría el sentimiento individual. De esta forma, es infiel al método genético de su maestro Lukacs, pues disuelve en una delincuencia romántica la realidad concreta y objetiva de los sentimientos.

Ahora bien, esta vuelta al sentimiento no debe interpretarse como una reclusión en el monasterio de la vida privada, expresión de un desencanto ideológico para cultivar el jardín interior. No, el sentimiento exige un desarrollo continuo, una trascendencia liberadora, un proyecto de futuro. Nuestra vida sentimental es, por esencia, histórica, un drama revolucionario de rupturas violentas y de creaciones evolutivas pacíficas, lo que exige una rigurosa sucesividad. Cuanto más conscientes seamos de lo que sentimos, mejor analizaremos la raíz sentimental de nuestros actos, para llegar a ser hombres reales y auténticos. Sin embargo, el sentimentalismo, por demasía de sentir, nos priva de comprendernos, pues se convierte en quejumbre permanente del sentimiento y su estancamiento dolorido. Así, un verdadero romanticismo, como el alemán, no es sentimental, sino sentido. Realiza un esfuerzo consciente para llegar al hondón de los sentimientos. El weltschmerz (dolor cósmico) nace de este afán de conciencia desesperada de querer saber más y todavía más de sí mismo. Novalis, al afirmar que la filosofía es el poema de la razón, quiere decir que cuando se siente absolutamente se piensa con total claridad. Los románticos alemanes unieron las reflexiones más arduas y conscientes con los sentimientos más oscuros y ricamente desesperados. Siempre buscaron, a través de patéticas disonancias, la armonía perdida del ser humano.

En consecuencia, la raíz del sentimiento es la sentimentalidad. En su Metafisica, García Bacca la define con profunda exactitud: "Toda sentímentalidad, frente a un simple sentimental, posee por intrínsecos e inmediatamente fundidos caracteres o propiedades el sentido y lo sentido, sin predominio desequilibrado de ninguno de ellos". Pero estas sentencias teóricas debían ser comprobadas experimentalmente, y la psicología moderna, a partir de Leontiev, demostró la unidad de lo material-sensible con lo espiritual-sentido. En los laboratorios se ha comprobado que la audición trabaja interiormente, mediante el reflejo de búsqueda, sintiendo. Teplov, en Psicología de las capacidades musicales, prueba que oímos música para oírnos, porque el oído interioriza el sonido y, de esta forma, se convierte en el signo sonoro del sentimiento.

Dejémonos, pues, de sentimentalismos y no hagamos oídos sordos a la sentimentalidad, única vía para experimentar todos nuestros sentidos abiertos. Abandonémonos a ella sin pudibundeces ni frenos ascéticos, y disfrutemos del goce tranquilo de la riqueza panorámica del mundo, para sentir auténtica y realmente.

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