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Toma y reconquista de San Sebastián

Los cadáveres de dos guerrilleros arden a la entrada de San Sebastián, un pueblo de 5.000 habitantes,a 60 kilómetros de San Salvador.Bajo un sol de plomo, a escasos metros de allí está la iglesia donde los insurrectos que desencadenaron una ofensiva el domingo por la mañana consiguieron penetrar por la tarde.

"Permanecimos encerrados en nuestras casas todo el día, sin poder salir y sin tener nada que comer", cuenta, al día siguiente una mujer de unos treinta años, cansada, sin dientes y vestida con un vestido azul descolorido.

"En mi casa nos pasamos todo el día llorando, porque han matado a mi marido y a mis dos hijos", añade.

"¿Quién los mató?"

"La guerrilla".

"¿Por qué?"

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"Porque dieron 'pasta' a los soldados para que les vendiesen comida".

"¿Esto ocurrió ayer?

"No, en octubre. Mi último hijo nació el mismo día del entierro de su padre".

La gente, intrigada por la presencia de un extranjero, se reagrupa en la plaza del mercado. Una mujer señala con el dedo su casa, en la otra punta de la plaza.

"Ayer", afirma, "hicieron lo mismo allí. Puede, si quiere, ir a ver el cadáver. Todavía no lo han enterrado. Le cortaron la nariz y las dos orejas.

"¿Por qué,"

"Dio dinero y comida a los soldados"

"¿Los militares le obligaron a ello?"

Las mujeres levantan los hombros en silencio y después una de ellas se decide a hablar: "¿Qué quiere usted que hagan los campesinos?"

"¿Y cuando son los guerrilleros los que vienen a pedir dinero y comida?"

Sigue un silencio, y la misma mujer vuelve a tomar la palabra: "¿Qué quiere usted que hagan los campesinos?"

En el cuartel general de la Guardia Nacional, el subteniente Miguel Angel Meriéndez, que manda el cuartelillo, confirma que el primer ataque de envergadura desencadenado contra este pueblo empezó el domingo, a las cuatro de la mañana, y finalizó esa misma tarde, cuando sus hombres consiguieron rechazar a los guerrilleros.

Menéndez cuenta que el sargento que mandaba la Guardia murió. "Salió del cuartel para intentar desalojarlos de la Iglesia, en cuyo campanario se habían pertrechado varios tiradores. Siete soldados también fallecieron".

"Los asaltantes", precisa, "eran entre trescientos y cuatrocientos, armados de fusiles Fal y Galil, lanzagranadas y, ametralladoras M-60. Me llegaron refuerzos y helicópteros, a los que el nutrido fuego enemigo impidió aterrizar".

"¿Intenta usted perseguirlos?"

"Por ahora, no, sólo cuando se llevan a cabo operaciones especiales. Ahora nos limitamos a efectuar patrullas.

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