"En Inglaterra, el grupo más conservador son los sindicatos, que se resisten a cualquier cambio"
"Hemos fracasado en lograr un progreso tan rápido como esperábamos, pero cuanto antes se independice esta empresa del apoyo del Gobierno, más seguro será el futuro de los que aquí trabajan", señaló a EL PAIS, lan MacGregor, escocés naturalizado estadounidense, de 68 años de edad, por cuyo traspaso pagó el Gobierno británico más de trescientos millones de pesetas al Freres Bank de Nueva York. McGregor, nombrado presidente de la Corporación Británica del Acero (BSC) en julio de 1980, espera que esta empresa nacionalizada deje de perder dinero en 1983. Tiene grandes posibilidades de conseguirlo. En tres años, la Corporación prescindió de 70.000 trabajadores
Cuando McGregor llegó a la presidencia, BSC, devastada por una huelga de trece semanas a principios del año, venía perdiendo 660 millones de libras anualmente. En menos de año y medio, ha conseguido reducir las pérdidas por más de la mitad, viéndose forzado, sin embargo, a pedir al Gobierno ochenta millones de libras además de la asignación de 350 millones de libras prevista para 1982-1983.En diciembre de 1980, presentó su plan de supervivencia. "Es un plan muy sencillo", explica McGregor, "teníamos que intentar identificar las oportunidades del mercado, teniendo en cuenta la capacidad de producción y las inversiones que hicimos en los últimos años". En dos años, la plantilla de BSC se ha reducido en 70.000 trabajadores, contando en la actualidad con unos 107.000 empleados, McGregor quiere despedir a 20.000 más.
Uno de los secretos del plan de McGregor ha sido la descentralización de las decisiones de la planificación. Al tener la empresa un amplio número de actividades identificables y separadas, "parecía apropiado organizar la compañía en grupos con un amplio grado, de autonomía. Ahora, la empresa está más bien estructurada desde el punto de vista del mercado que de la producción. Nuestras empresas vienen definidas por los productos que fabrican y los mercados que sirven", existiendo cuatro grupos fundamentales: sifones, acero general, forjaduras y vaciados y material para los ferrocarriles, "que tienen mercados separados".
La otra parte del plan está en la concentración de la producción de productos especializados -que llevan a un aumento de las exportaciones- y en una creciente activídad de las estructuras para la exploración y producción de petróleo en el mar, junto a los gasoductos. BSC confia asimismo en su proyecto para un túnel-puente en el canal de la Mancha, y en una actividad más clásica, como es la producción de barras reforzadas.
A principios de la década de los setenta, la producción de acero pasó en el Reino Unido, de veintisiete millones de toneladas a 37 millones de toneladas al año, una cifra que entonces pareció quedarse corta. Ahora, McGregor aboga por una optima capacidad productiva de 14,7 millones de toneladas anuales, volviendo a cubrir un 54% del mercado nacional -perdido en gran parte durante la larga huelga- cuando el consumo británico parece haberse estabilizado en torno a los veinte millories de toneladas anuales.
McGregor ha conseguido ya transformar dos acerías, las de Port Talbot y de Llaven, en Gales, en las más productivas de Europa. En su política de descentralización, McGregor insistió en la necesidad de rechazar los acuerdos salariales a nivel nacional, profiriendo las negociaciones locales en cada planta. "La mano de obra debería poder disfrutar de los frutos de su propio esfuerzo, y cuando aumenta la productividad, hay que tener una base para mejorar los salarios de las personas implicadas".
McGregor, antes de este cargo había ocupado, entre otros oficios, la vicepresidencia de otra empresa nacionalizada, British Leyland, que no se puede decir sea un orgullo nacional. No es sorprendente que contemple la privatización la BSC en el futuro, pero para ello necesita antes convertirla en una empresa rentable. No gusta de las nacionalizaciones, "pues no hay prueba de que estas industrias hayan producido mejores resultados que el sector privado", criticando además el hecho de que los dirigentes de una industria nacionalizada se ven sometidos a mayores presiones e influencias.
La dependencia de la industria
La industria del acero, indica McGregor, depende del crecimiento de las economías, pues sólo una pequeña parte del acero producido es utilizado en el consumo privado, mientras dos tercios están destinados a inversiones de capital. "Desde mediados de la década de los setenta, las economías industriales han crecido muy poco, y por tanto, la fortuna de la industria del acero ha dependido del muy desigual consumidor particular". Por ello, Europa ha tenido una industria del acero desmedida en función de su uso interno cuando la exportación se hace más difícil con la competencia de paí ses en vías de desarrollo. "Esta si tuación se ha visto exacerbada por el hecho de que el mercado americano, donde tradicionalmente Europa venía vendiendo un 15% del acero consumido, se ha visto sembrado de dudas en las dos últimas semanas, al acusarnos los productores americanos de importar acero a precios que no reflejan los verdaderos costes"."El hecho", indica el presidente de BSC, "es que los precios del acero en Europa no han reflejado en los últimos cinco años el constante aumento de los costes. Ahora se trata de corregir esto. Los precios han aumentado modestamente, esperando que los productores recuperen sus costes". McGregor llegó a la presidencia de BSC de la mano de sir Keith Joseph, a la sazón ministro de Industria y uno de los grandes inspiradores del thatcherismo. Ahora, piensa que no hay alternativa a la política de Margaret Thatcher. "Es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido, salvo una total bancarrota del país y una enorme bajada en el nivel de vida, si se hubiese proseguido la pérdida de competitividad de la industria británica. Mucha gente hubiera tenido que emigrar, esta isla sólo puede sobrevivir, no con sus recursos internos en agricultura o minería, sino como los japoneses, adquiriendo materias y produciendo bienes sofisticados. Si la señora Thatcher y su Gobierno no hubiesen venido a hacer lo que están haciendo, cualquier otro Gobierno se hubiera visto obligado a hacer lo mismo". "En este país conservador", opina McGregor, "no hay grupo que lo sea más que el movimiento sindical, que se resiste al cambio. Esto no significa que el empleado individual se resista, si la dirección se lo explica bien, Pero hay una creciente dicotomía entre éste y el sindicato al que pertenece".
Los trabajadores, representados
McGregor gusta de tener informados a sus empleados sobre sus planes. De hecho, los trabajadores están representados en el consejo de administración de la empresa. Cuando en 1980 presentó su plan de superviviencia, McGregor tuvo bien cuidado en que fuera bien explicado, con la ayuda de métodos audiovisuales, acería por acería, antes de dirigirse al Gobierno en busca de dinero. A pesar de los monumentales recortes en la plantilla y de la oposición de los líderes sindicales, en enero de 1981, un 78% de los trabajadores de BSC aprobaron el plan McGregor. lan McGregor estudió metalurgia en Glasgow (Escocia), y durante la segunda guerra mundial el Gobierno británico le destinó para servicios especializados en Estados Unidos, donde se instaló para 35 años pues allí "las oportunidades aparecían mayores, y en un grado razonable, lo fueron".La reputación de McGregor como uno de los grandes empresarios de nuestro tiempo se forjó en los años sesenta, cuando forzó una agresiva expansión de las empresas donde trabajaba, a pesar de los malos augurios económicos que reinaban en la época, desfavoreciendo este tipo de experimentos. Director de LTV, el tercer procuctor de acero de Estados Unidos, consiguió que su subsidiaria Jandl produjera trece millones de toneladas al año con tan sólo 37.500 empleados. Comentando el hecho de que en el Reino Unido las mentes más preclaras suelen dedicarse a una carrera en la Administración pública antes que en el comercio o en la industria, McGregor culpó de esta situación al sistema educativo británico que "parece alejar a a la gente de estos últimos campos.
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