Un bioquímico norteamericano descubre en la leche materna una droga idéntica a la morfina
Un bioquímico norteamericano, el doctor Eli Hazum, de los laboratorios Wellcome (California del Norte), ha descubierto la presencia en la leche materna de elevadas cantidades de una droga cuyas propiedades bioquímicas, farmacológicas e inmunológicas son idénticas a las de la morfina. Dicha sustancia existe también en la leche de vaca, por lo que su procedencia se atribuyó, en principio, a diversas plantas, como la hierba o la lechuga. Sin embargo, las últimas investigaciones han demostrado que no se trata de una sustancia vegetal, sino de una verdadera droga interna, autosegregada de modo natural por la mayoría de los mamíferos.
Desde 1975 se conocía la existencia en el organismo de algunos animales (todos ellos mamíferos, y entre ellos, el hombre) de ciertas sustancias muy parecidas, tanto en estructura como en función, a uno de los derivados del opio: la morfina. Las denominadas endorfinas y encefalinas son producidas por el cerebro y la médula espinal y su acción morfinomimética se refiere, principalmente, al efecto analgésico que ejercen. Efectivamente, el lugar específico de esta acción se encuentra en las vías y centros nerviosos relacionados con la percepción e integración del dolor, lo que se demostró al estimular eléctricamente dichas zonas cerebrales y observar que la analgesia inducida se acompañaba de un aumento en la concentración de estas sustancias.Hasta el momento se había demostrado que la producción de endorfinas y encefalinas se incrementaba en situaciones muy determinadas, con el fin de inhibir o mitigar el dolor. Por ejemplo, a medida que avanza la gestación y se acerca la fecha del alumbramiento, las ratas van disminuyendo su sensibilidad al dolor. Y no sólo esto: estas drogas endógenas, que actúan como neuromoduladores, hacen que sea posible la formación de leche tras el parto, ya que aumentan la producción de la hormona implicada en este proceso: la prolactina.
Con el descubrimiento realizado por el científico norteamericano Eli Hazum parece que este efecto concomitante a la gestación se extiende también a los seres humanos. Así, la presencia de endorfinas en la leche materna tendría sentido y podría explicar, además, por qué los bebés, después de mamar, dan la sensación de estar drogados y quedan sumidos en un profundo e instantáneo sueño. Esta capacidad de provocar el sueño es propia de la morfina y constituye uno de los muchos efectos de las endorfinas y encefalinas.
Su acción como sedantes y analgésicos no se restringe, sin embargo, a mujeres embarazadas; se encargan también de que las víctimas de accidentes, a pesar de sufrir lesiones graves, no sientan en un principio dolores. Esta respuesta de¡ organismo, denominada shock de accidente, conlleva además una disminución de la presión sanguínea y un retardo del ritmo cardiaco, gracias a la acción de dichas sustancias. Asimismo, los mecanismos fisiológicos de la acupuntura, la sofrología, la hipnosis y el faquirismo parecen estar basados en la producción de endorfinas y encefalinas: en todos ellos se produce una enorme disminución de la sensibilidad al dolor y se ha comprobado que, si previamente se administran sustancias que bloquean la acción de estas drogas endógenas, estas experiencias no se manifiestan.
Esperanza para la psiquiatría
En este sentido, se ha visto que en las personas que han sufrido un desengaño amoroso la producción de endorfinas queda inhibida temporalmente, y ello supone un obstáculo más para mitigar su depresión. Una píldora a base de endorfinas artificiales está siendo experimentada por un grupo de científicos norteamericanos para combatir precisamente esta melancolía ocasionada por las cuitas amorosas. La psiquiatría actual está empezando también a conceder gran importancia a estas morfinas endógenas, ya que sutiles alteraciones en la regulación de su biosíntesis podrían ser la causa de muchas enfermedades mentales Los enfermos esquizofrénicos, por ejemplo, presentan cantidades anormalmente altas de estas sustancias en el organismo.Actualmente, el empleo de sustancias de acción similar o de otras que inhiben la acción de endorfinas y encefalinas en el tratamiento de enfermedades mentales parece estar dando mejores resultados que los obtenidos con los fármacos hasta ahora utilizados. Incluso los tratamientos de las drogodependencias se basan en estas sustancias: el dolor y la ansiedad que produce el síndrome de abstinencia (estar con el mono, según el argot) se suprimen al someter al drogadicto a determinadas corrientes eléctricas que estimulan la liberación de endorfinas.
La respuesta, sin embargo, es negativa. Son tan bajas las cantidades de endorfinas y encefalinas que poseemos, y tan rápida su destrucción por enzimas cerebrales específicas, que es imposible que exista dependencia de las mismas. Esto no sucede, en cambio, con los opiáceos vegetales (morfina, heroína...), ya que su degradación interna resulta mucho más difícil y su efecto es más persistente. Además, nuestras morfinas endógenas no realizan su función fisiológica continuamente, sino que el mecanismo sólo se pone en marcha en situaciones y momentos ocasionales. Lo que actualmente se plantean los especialistas es en qué medida es responsable cada individuo de la producción y liberación de sus propias drogas morfinomiméticas y si se trata de una más de las potencias y capacidades ignoradas de nuestro propio cerebro.
La distribución de las endorfinas y encefalinas y de sus receptores neuronales en el organismo corresponde, fundamentalmente, a las regiones integrantes del sistema límbico, como el hipotálamo, la amígdala y otras, zonas cerebrales que juegan un papel preponderante en las actividades relacionadas con la conducta alimentaría, emocional, sexual, de defensa, de aprendizaje y de la memoria. Pero, por otro lado, también se encuentran en la médula espinal y en los centros nerviosos del dolor. Así pues, la investigación acerca de la capacidad del hombre de fabricar sus propias drogas está resultando de gran ayuda para desvelar un gran misterio que entraña el cerebro humano: cómo éste regula y determina el comportamiento del hombre.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.