La sombra de Proust sobre el 'Intermezzo' de Miguel Angel Coria
Miguel Angel Coria: Intermezzo
Otras obras de Dvorak y Schubert
Orquesta Nacional. Director: W. Torkanowsky. Solista: Lluis Claret. Obras de Coria, Dvorak y Schubert.
Teatro Real. 12, 13 y 14 de febrero.
Un estreno de Miguel Angel Coria y las actuaciones del violoncellista Lluis Claret y el director Werner Torkanovsky dotaban de gran interés el programa de la Orquesta Nacional. El director berlinés (hijo de alemana y ruso y educado en Israel) reside ahora en Estados Unidos y allí despliega una importante actividad, que extiende, en sus numerosas giras, a los principales centros musicales europeos.Hay que decir en su favor que el montaje de Intermezzo, la nueva obra de Coria, fue excelente, tanto que, aún tratándose de director invitado, llevó la partitura de memoria y extrajo de ella todas las sutiles sonoridades y resonancias intelectuales que comporta.
Porque, como sucede en el comentario introductivo de Coria, Intermezzo obedece a secretas sugestiones literarias. De ahí que imagine en la nota de programa una historia apócrifa en torno a un manuscrito llegado a manos del autor, en la que los protagonistas de El hombre sin atributos, de Robert Musil, enlazan con la proustiana madame Verdurin.
Lo que no quiere decir artificio en los resultados, cuando estamos ante una simple y buena artesanía musical, tan evidente en este encargo hecho a Coria por la ONE, como en sus anteriores composiciones. Siempre breves, como Intermezzo, a veces nos asalta la duda si no serán cortas, esto es, si la naturaleza de las ideas dominadas por gustos neoimpresionistas no reclamaban dimensiones mayores que las habituales en el músico madrileño. Coria obtuvo una excelente acogida y recogió muchos aplausos en unión de sus intérpretes
Bosque poblado
Lluis Claret (Andorra, 1951) prolonga la gran tradición violoncelística española y, concretamente, catalana. Su arte -en lo técnico, en lo interpretativo- alcanza cotas máximas de perfección y elegante expresividad a partir de una extraordinaria belleza de sonido. El Concierto de Dvorak encontró en Claret un traductor que, aún dominando las muchas dificultades de su parte hasta hacerlas inadvertibles, supo estar al servicio de la más alta, intimista y efusiva expresividad musical y, al mismo tiempo, librarse de cualquier peligro retórico. El gran triunfo -al que colaboraron la orquesta y Torkanowsky- obligó a Claret a un bis, que fue el Canto de los pájaros, de Casals.
En fin, la sinfonía grande de Schubert. Ese bosque enorme poblado de valores musicales y significaciones premonitorias, pues sin esta obra sería difícil explicar la existencia de un Bruckner, por ejemplo. La versión, de Torkanowsky, sin caer en superficialidad, tendió a aligerar el vuelo de una lírica incesante, propia de quien había creado los más bellos capítulos de la historia del lied. En definitiva, una excelente interpretación, tocada con matices originales y dotada de una extraordinaria capacidad de comunicación.
Babelia
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