¡Los muertos, a la calle!
Un reciente texto de la Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herría se pronunciaba sobre la situación de "nuestros presos" concluyendo que "quien desoye el grito de amnistía puede estar seguro de estar desoyendo la interpelación de Dios". Frente a ello, el autor de este artículo, presidente del Parlamento Foral de Navarra, denuncia la manipulación del evangélico y recuerda a las víctimas de esos presos para los que se solicita libertad.
Hace muchos años que estamos oyendo y leyendo el grito de "¡Los presos, a la calle!" (¡Presoak kalera!). En las últimas semanas ha vuelto a resonar por todas partes. A cualquier persona sensata y sensible, si no llega a conmoverle, ha de hacerle, al menos, reflexionar.Es un grito que viene de lejos. La atención y la preocupación por los presos ha sido siempre, de un modo u otro, un quehacer principal en los mandamientos éticos de las confesiones religiosas y un punto imprescindible en los programas de los movimientos y grupos políticos.
Pero este grito -que desde siempre, pero sobre todo desde mi breve estancia en la cárcel, me llega muy adentro- corre el peligro, en circunstancias como la nuestra, y si no viene precedido de otros gritos más urgentes, de sonar -ya hace tiempo que está sonando- a odio, a guerra y a muerte. Que es lo contrario de su objetivo original.
Cayó hace unas semanas en mis manos un texto homilético, escrito y enviado por la llamada Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herría. Como de costumbre, la Coordinadora no da los nombres de los coordinadores. El texto acaba de ser copiado casi literalmente en ciertas celebraciones recientes.
La tal Coordinadora dice sentir la imperiosa necesidad" de pronunciarse sobre el tema de las cárceles y de los presos: "nuestras cárceles y nuestros presos". Su fe cristiana les urge "a la solidaridad con los pobres, con los marginados, oprimidos y reprimidos de la sociedad", y les pone en sus labios la palabra. Tras hacer un análisis jurídico-político de la situación al uso en ciertos medios -políticos, declaran que "la postura de Jesús y el aliento de los profetas, que se recoge en toda la Biblia", les impulsa también como cristianos a atender "estos dramáticos hechos y a denunciarlos con la máxima energía". Tras seleccionar unos cuantos textos bíblicos, entendiéndolos a su medida, elogian las huelgas de hambre hasta la muerte . "son un acto de máxima responsabilidad y radicalidad ante la injusta y abandonada situación que padecen"-, y nos recuerdan que los presos y su situación no sólo "nos interpelan, sino que nos evangelizan también". '
Concluyen: "Se requiere, por tanto, una amnistía permanente, que debe comenzar por afrontar los problemas sociales y políticos que crean el problema de los presos y su represión. Derogar las leyes represivas es parte esencial y elemental de esa amnistía. Quien la reclama está en la mejor línea evangélica. Quien desoye este grito de amnistía puede estar seguro de estar desoyendo la interpelación de Dios".
Nada más y nada menos.
Manipulación de la persona de Jesús
Lo peor de textos como éste no es lo que dicen, sino lo que, intencionadamente, dejan de decir. Hay que reconocer que la situación de muchas cárceles y de muchos presos en España es harto penosa. Desde las Cortes Generales, a las pequeñas gestiones de cada día, muchos de nosotros hemos denunciado esas situaciones y algo estamos haciendo para corregirlas y superarlas.
Pero en este texto, como en otros muchos del género, se mutila -se falsea, por tanto- no sólo la verdad global de los hechos, sino hasta "la postura de Jesús" y "el aliento de los profetas", a quienes se invoca y tras los cuales se denuncia y se interpela.
Ni una sola vez se hace la más mínima referencia a la organizada y orquestada campaña de exterminio, de secuestros, de extorsiones, de amenazas, ante la cual, por lo visto, la fe cristiana de esos señores los deja ciegos, sordos y mudos. Ni se recoge un solo texto, tan abundantes en el Viejo y en el Nuevo Testamento, contra el asesinato y la violencia. Ni se menciona movimiento y grupo terrorista alguno, que son los que llenan las cárceles y producen los presos. ¿Cómo iban a mencionarlos, me dirá alguien, si algunos de esos grupos son para los autores de la homilía instrumentos providenciales de la liberación del pueblo vasco trabajador?
Entristece y escalofría tamaña cobardía y torpeza. Aún es más recio de sufrir la manipulación de la persona de Jesús, indiscutible maestro de la no violencia, por quienes no sólo condenan, sino hasta parecen justificar de una u otra forma actitudes y actuaciones violentas.
¿Imagina el lector lo que texto como éste, repetidos, repartidos e impartidos una y otra vez, han podido y -pueden significar en la vida de Euskal Herría? ¡Por cierto, aun que el mal es tan viejo, no dijeron sobre él una palabra los cuatro obispos vascos en aquella célebre y celebrada pastoral!
Cuando los autores de textos como éste y sus amigos predicado res y celebradores de tales mensajes pidan y griten, con el entusiasmo y tenacidad que les carácteriza, que los muertos y los que aún están vivos salgan a la calle, les escucharemos y leeremos, al menos con respeto, lo que nos digan y es criban sobre la situación de las cárceles y los presos.
¡Los muertos, a la calle!
Los centenares de asesinatos día tras día, fría, sañuda, implacablemente, por quienes hoy están en las cárceles o paseándose por Francia y por América. Los centenares de industriales, taxistas, guardias civiles, militares, policías, compañeros de UGT, de Comisiones, del PSOE, del PCE, del PNV, de HB, de EE, de UCD y de AP... ¡a la calle!
¡A la calle sus madres, sus novias, sus esposas, sus hijos, sus amigos, sus hermanos! ¡A la calle sus ideas y opiniones, sus convicciones y opciones, aunque nos parezcan erróneas o disparatadas! ¡A la calle sus partidarios, sus colaboradores, sus simpatizantes, aunque, en el peor de los casos, les espere un tribunal!
¡A la calle todos los que por miedo, por amenazas, por rnotivos de seguridad, ya no pueden salir a la calle! ¡A la calle los huidos, los amedrentados, los extorsionados, los vigilados!
¡Los muertos, a la calle! ¡Y los vivos que pronto pueden estar muertos! ¡Los vivos que están ya en alguna lista blanca de muerte negra, con la indiferencia, la complacencia, la complicidad o la colaboración de muchos que gritan, piden, exigen la amnistía permanente!
¡Los muertos, a la calle! ¡Los vivos, a la calle!
Y cuando los autores de tales homilías y sus secuaces se atrevan a decir esto, aun sin necesidad de invocar a Jesús y a los profetas. Cuando tengan el alma democrática, el alma humana, el alma cristiana de pedir, de exigir, de proclamar, de celebrar algo tan elemental y primerizo, ¡que hablen y escriban de "nuestras cárceles y nuestros Presos"! ¡Tendrá entonces mucho más sentido su grito ancestral "¡Presoak kalera!'.
Pero hay gritos más urgentes e inaplazables.
¡Los muertos, a la calle! (¡Ilak kalera!).
es presidente del Parlamento Foral de Navarra y senador del PSOE.
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