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Tribuna
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La dimensión del síndrome

Las expectativas sobre el desarrollo del síndrome tóxico seguirán hoy centradas, en gran medida, en la comisión mixta Congteso-Senado, que volverá a recabar información de algunas de las personas más destacadas en las actuaciones para resolver el problema del envenenamiento masivo.Esta comisión continuará mañana la sesión de trabajo y ha convocado para estos dos días a los doctores Tabuenca y Muro; varios miembros de la Academia de Medicina; al director del Programa de Seguimiento; miembros de la comisión clínica; presidente y vicepresidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas; y el responsable de la Oficina de Coordinación del síndrome.

Hace ahora dos semanas que unos informes técnicos sanitarios remitidos a esta comisión llegaron a conocimiento de la opinión pública. Su contenido sacó a la luz el criterio de los expertos ante la situación, que venía a ser estimada como mucho más grave de lo hasta entonces reconocido por ellos mismos y, desde luego, por la Administración. Tales informes constataban también la interrelación de responsabilidades a nivel gubernamental, y no sólo por parte del Ministerio de Sanidad, como puede deducirse fácilmente de las deficiencias que denunciaban.

La comisión parlamentaria pretende profundizar en la línea de dichos informes y solicitará propuestas de medidas concretas. En función de estos hechos, y al cabo de casi nueve meses del comienzo del envenenamiento masivo, el desarrollo del síndrome entra en una nueva fase: la Administración se ve obligada a asumir la auténtica dimensión del problema.

La guerra interdespachos desatada por la filtración de los informes aludidos ha pasado a un segundo plano por cuanto, en realidad, no supone más que un reflejo del enfrentamiento de criterios para acometer o no determinadas actuaciones. Esto no representa más que una gota del auténtico mar de fondo. Y este no es otro que, por un lado, la incapacidad del corsé administrativo para vencer la dinámica destructiva del síndrome, y por otro, la ausencia de voluntad política para aceptar este suceso como un desastre nacional, que no sólo incide en 17.000 personas asistidas sanitariamente, sino en toda la población y en el todo socio-económico-político del país.

La necesidad de dimensionar el síndrome, en el sentido antes referido, es una idea que empieza a ser ponderada, si no del todo asumida, en la esfera política sanitaria del Gobierno. Cabe señalar, por tanto, que no parece probable, transcurridas estas últimas dos semanas, que se vaya a producir ningún cese significativo en su organigrama, sino, más bien, un intento de acercamiento conjunto a las necesidades. Ello no excluye, en cambio, la posibilidad de algunas dimisiones si las medidas estudiadas en este departamento ministerial tras su última reestructuración no se llevan a la práctica a corto plazo.

Por otra parte, las deficiencias epidemiológicas manifestadas a la comisión parlamentaria representan una carencia de prevención de la salud del sistema sanitario.

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