Sobre Derrida

Respecto a lo que se ignora, más vale callarse. Esta recomendación podrían llevarla ustedes a la práctica en lo que se refiere a la filosofia.Después de las crónicas acerca del affaire Althusser y de las esque

las mortuorias sobre Lacan, nos sorprenden ahora (¡y de qué forma!) con la aparición de un nuevo personaje: Derriba. Comprendemos el interés del señor Fidalgo por servir la gran noticia, pero eso no le exime de enterarse previamente de que tal personaje no existe. A menos que se refiera al gramatólogo Jacques Derrida. En cualquier caso, su ignorancia es manifiesta no sólo en lo que al nombre se refiere (no se trata de una simple errata, pues repite varias veces la ignominia), sino también a lo largo de toda la información (EL PAÍS, 2 de enero de 1982, página 4).De ella, el ingenuo lector podría deducir: a) La intrínseca maldad y el infame comportamiento de las autoridades del Este para con los insignes intelectuales occidentales, a los que el periodista demuestra sobradamente, una y otra vez, no conocer. Y b) Que la Ecole Normale Superieure es un antro de perversión, cuya plantilla está compuesta por estranguladores y toxicómanos.

Una vez más, los medios de comunicación (EL PAÍS no es una excepción) cumplen su papel generador de confusiones: ¿Por qué la noticia aparece precisamente en una página dedicada a Polonia, junto a un artículo de nada más y nada menos que Arrigo Levi?

Lo que sentimos (por ustedes, claro) es que disimulen tan mal la incultura necesaria para jugar con éxito dicho papel ideológico-político. /