Persiste el desacuerdo total entre la Iglesia y las autoridades polacas
El desacuerdo entre la Iglesia católica polaca y las autoridades es total, cinco semanas después de la instauración de la ley marcial en el país. Esta falta de entendimiento quedó reflejada en la homilía del pasado domingo del cardenal primado de Polonia, Jozef Glemp, que acusó a las autoridades de no hacer nada por ganarse a la población, informan las agencias occidentales.
En la primera misa retransmitida por radio desde el pasado 13 de diciembre, Glemp denunció las numerosas detenciones, la prolongación de los internamientos las presiones a los obreros y la práctica habitual de despidos "políticos".La dureza de los términos utilizados por el primado testimonia que tras la entrevista que sostuvo con el general Wojciech Jaruzelski, el pasado día 9, la Iglesia y la Junta militar que rige lo destinos polacos no han encontrado ningún punto de contacto para trabajar a favor de la estabilidad nacional. La Iglesia se abstiene de conceder cualquier signo de apoyo moral al poder militar, e incluso declara que cada vez es mayor el número de polacos disconformes con la actual situación.
Por su parte, las autoridades pretenden dar la impresión de que la normalización sigue su curso trazado. El pasado fin de se mana reabrieron sus puertas los cines y teatros. Sin embargo, la población mantiene sus reserva hacia el poder y el sindicato libre Solidaridad actúa desde la clandestinidad.
El tema de Lech Walesa merece una atención especial en relación con las informaciones contradictorias acerca de su suerte. Ayer, el portavoz gubernamental, Jerzy Urban, en declaraciones al reabierto periódico Zycie Warszawy, desmintió las afirmaciones del pasado domingo del embajador polaco en Londres Stefan Staniszewski, relativas a una inminente liberación de Walesa y levantamiento del "estado de guerra".
Según el senador norteamericano Larry Pressler que se entrevistó el pasado fin de semana con Glemp en Varsovia, Walesa no quiere oír hablar de negociaciones con las autoridades. Pressler dijo que el levantamiento de la ley marcial "equivaldría al inicio de una guerra civil".
Por su parte, la sección de Varsovia de Solidaridad (Mazowsze), que parece ser la más activa en el país, difundió con fecha 12 de enero su undécimo boletín clandestino, en el que pide la población el "boicoteo social" la Junta militar y "la denuncia de los colaboracionistas" con los militares. El texto va firmado por los dirigentes de las dos direcciones paralelas de Mazowsze, Zbigniew Bujak y Wiktor Kulerski, así como por el líder sindical de la factoría de tractores de Ursus, Zbigniew Janas. Los tres se encuentran en la clandestinidad.
El boletín hace un llamamiento para mantener vivo el sindicato Solidaridad "en las empresas, en las calles, en las colas y en los barrios", y termina con una frase del mariscal Pilsudski: "Estar vencidos no significa estar sometidos, y esto es ya una victoria".
Si la normalización militar no alcanza al conjunto de la sociedad polaca, tampoco reina la estabilidad en el seno del propio Partido Obrero Unificado Polaco (POUP, comunista), donde se está llevando a cabo una amplia depuración, que ha alcanzado oficialmente a 2.700 miembros, según el vicepresidente de la comisión de control del. POUP, Tadeusz Novicki.
Politicamente, Jaruzelski se enfrenta no sólo al sector ultradogmático del POUP, sino también a ex dirigentes, como Edward Gierek y Piotr Jaroszewicz, ambos en espera de juicio, a quienes se atribuye un documento que circula por Varsovia en el que acusan al general de destruir la unidad del partido comunista polaco
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