Rogelio Reyes, "un bandido al que hay que prender como sea"
Un homicidio, cuatro secuestros y tres fugas de la cárcel (la última, el pasado 20 de diciembre, del penal de alta seguridad de Morelia) es la factura que Rogelio Reyes, de 35 años, tiene pendiente con la justicia mexicana. "Dios le proteja", dicen de él los campesinos de Numarán, su pueblo natal. "Es un bandido que hay que prender como sea", opinan los ricos del lugar, temerosos de que reinicie la ola de secuestros. Este "moderno Robín Hood", como le ha bautizado el Diario de Irapuato, ya les ha sangrado, dicen, más de cien millones de pesos (cuatrocientos millones de pesetas), con lo que compró cosechadoras, tractores y camiones para sus amigos los campesinos.
De no haber sido por una serie de circunstancias familiares trágicas, Rogelio Reyes sería hoy un campesino más de Numarán, dedicado al cultivo del trigo y el sorgo, principales recursos de los 4.000 habitantes de este pueblo, situado a unos 410 kilómetros de México, en el estado de Michoacán.Apenas tenía nueve años cuando mató fortuitamente a un compañero de juegos, al disparársele un revólver con el que simulaban una pelea de pistoleros. "Tuvimos que sacarle del colegio", dice su hermana mayor, Nélida, "para que no se lo recordasen a cada momento. Terminó la primaria en la escuela, pero no le dieron el certificado porque nunca quiso retratarse. Aún no sé por qué".
Es el cuarto de una familia numerosa de siete hermanos, cuatro hombres y tres mujeres. A los diez años, Rogelio ya manejaba un tractor. Después de dejar la escuela, anduvo un tiempo vendiendo naranjas, antes de regresar de nuevo al terrenito de la familia. Con diecinueve años se fue de indocumentado a Estados Unidos. "Le debió ir mal, porque regresó a los dos o tres meses", dice su hermana.
Su primera detención data de 1972. Ahora es su padre, Federico Reyes, quien retorna la historia: "El año anterior habían matado a mi padre en una pelea de bar. Los hermanos Tafalla pensaron que miatándome también a mí, que era el hijo mayor, se acababa el pleito y prepararon una emboscada. A mí no me alcanzaron. Cuando ya se escapaban, a uno de ellos le alcancé con un tiro detrás de la oreja". Cuatro años y diez meses fue la condena.
"Fue en 1972 cuando Rogelio se encontró con un hermano del muerto y se agarraron a balazos. Otro Tafolla quedó muerto. Mire usted que tampoco esa vez fue él, porque Rogelío iba con un amigo que llevaba una pistola del 22 y eran puras balas del 22 las que llevaba el muerto. Con todo, y que fue en defensa propia, le metieron en la cárcel de La Piedad el 24 de eriero".
El 4 de agosto de ese mismo año ya estaba en la calle. Sus tres hermanos se vistieron de soldados, redujeron a los vigilantes y se llevaron a Rogelio. "El muerto tenía un hermano que era agente judicial. Por eso sabíamos que no tomarían en cuenta que había matado en defensa propia y le condenarían de todas todas".
Todos los hermanos fueron detenidos por este episodio. Menos Rogelio, que se había marchado de casa y andaba por el vecino Estado de Jalisco. La libertad le duró sólo unos meses. Al año siguiente le detenían de nuevo en Guadalajara, mientras dormía cerca de una gaolinera. "Alguien vio que llevaba pistola y dio parte".
Este vez se lo llevaron a la cárcel de Jiquilpan, pero tampoco estuvo más de seis meses. "Le pagaron a un celador para que los dejase escapar. Se marcharon diez. También iba otro hermano, pero lo cogieron porque al saltar la tapia se fracturó una pierna".
Esta es la etapa más larga de libertad de Rogelio Reyes. Hasta el 6 de diciembre de 1980. Es también la época de los secuestros. El primero, que cargan a su cuenta, es el de dos hijos de Juan saldaña, un rico porcicultor de La Piedad. "Pero para demostrar que no había sido Rogelio, yo mismo", cuenta su padre, "llevé al señor Saldaña hasta el refugio de mi hijo. Después de aquello detuvieron a cinco, que inclusive están el el penal de las islas Marías. Pero no hay caso. Aún hay quien culpa de eso a Rogelio".
El segundo secuestro es el de Rigoberto Espinosa. Dicen que le sacó entre veinte y treinta millones de pesos. Poco después vino el de Salvador Abarca, un ganadero tan avaro que por no gastar prefiere comer tortas de maíz con frijoles en un puesto callejero antes de sentarse en un restaurante. El rumor popular asegura que tuvo que pagar por su rescate cerca de veinte millones de pesos. El tercero fue Enrique García Arce, cuya fortuna se calcula en unos quinientos millones de pesos. Rogelio le habría sacado cerca de treinta millo nes. Los tres son porcicultores, dueños de extensas tierras. La lista se cierra, por ahora, con el médico de Zacapu, Alberto Espinosa.
"No sabría qué decirle", contesta su padre cuando se le pregunta si él cree realmente que Rogelio anda metido en estos secuestros. "Al principio, cuando yo le veía llegar con una camioneta llena de ropa nueva, de zapatos y cobijas que regalaba a la gente del pueblo, le dije. "¿Qué, andas de fayuquero (contrabandista)". Me contestó que la gente estaba necesitada. El repartía como si tuviera obligación con todos, pero no a todos les daba lo mismo. Lo hacía según su necesidad".
Aparte de los camiones de ropa, los campesinos de Numarán empezaron a prosperar de pronto, sin que nadie pudiera explicarlo. En las tierras más pobres aparecieron de pronto tractrores, cosechadoras, camiones.
La "ley del silencio"
Los campesinos, el rostro imperturbable lleno de surcos, nada dicen de todo esto. hay quien niega incluso conocer a Rogelio. La ley del silencio reina en el pueblo ante cualquier extreaño. "La ranchería lo protege", afirma su padre.Los ricos de La Piedad no están dispuestos a que sus ganancias se repartan y una nube de policías federales cae sobre la zona. El motel Cerro Grande se convierte en centro de detención. Más de cincuenta supuestos cómplices de Rogelio pasan por aquí. La policía quiere también hacer negocio y hay quien debe pagar hasta 100.000 pesos, "para que no le hagan efectiva la sospecha".
La caza de Rogelio Reyes terminó el 6 de diciembre de 1980. Le capturaron cerca de Emiliano Zapata. Había traído desde Apatzingán (estado de Jalisco) un camión cargado de aguacates, por un valor aproximado de medio millón de pesos. Uno de los que intervinieron en la operación dio el chivatazo. El policía J. Trinidad Medina le detuvo en su escondite. Nadie se explica aún por qué ese día, Rogelio Reyes, que no bebe, estaba borracho.
Cinco días después de su captura, la policía retiró a los campesinos de Numarán la maquinaria que supuestamente les había entregado el bandolero: dos tractores, dos trilladoras, dos sembradoras, varios camiones grandes, unas furgonetas, barbechadoras y arados. Durante varios días, la maquinaria permaneció expuesta ante la cárcel, mientras los campesinos amenazaban con amotinarse. Finalmente todo desapareció, sin que se sepa a ciencia cierta quien se ha beneficiado del negocio.
"Los bandidos son ustedes", vociferaban los campesinos ante la prisión de La Piedad. Allí estuvo también su hermana Nélida: "Yo le seguía como la Virgen a Jesucristo". Entre protestas populares y la satisfacción de los ricos, Rogelio fue trasladado, primero a México y luego a la cárcel de alta seguridad de Morelia.
Estando en prisión le acusaron de la muerte de dos agentes aduanales. Rogelio Reyes escribió a su padre desde la cárcel: "Yo les quito el dinero que ellos les han arrebatado a los pobres para regresárselo, pero no puedo quitarles la vida porque no se la dí".
El 20 de,diciembre del pasado año, se registró la primera fuga del penal de Morelia. Al parecer con la complicidad de un guardián, Rogelio salió de la cárcel en compañía de sus tres hermanos (Carlos, Jesús y José) y dos primos. Nada se ha sabido de ellos desde entonces, pero por lo que pueda ocurrir, los ganaderos de La Piedad han reforzado sus cuadrillas de guaruras y apenas salen de sus casas.
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